¡Click! Sobre una pantalla o en una sesión de fotos. ¡Click! ¿Qué imagen vemos después del disparo de la cámara? Tanta revista, tanta película, tanta tendencia en redes sociales, tanta y tanta belleza para que se sueñe con una sola imagen: la de una mujer joven, de labios pronunciados, nariz respingada, delgada y blanca; sobre todo, blanca. En este juicio de Paris moderno, la manzana con la leyenda “para la más bella” sigue siendo occidental y racista; sobre todo, racista.

No hay revista de moda que no lo muestre ni publicidad que no lo anuncie: la industria de la belleza argentina se construyó sobre un modelo prefabricado en barcos europeos, bajo la mirada azul y conquistadora del blanco, ese viejo rasgo de civilización. Poner, quitar, alargar, aprisionar, reducir, sujetar, aclarar, ocultar… En el mito de Procusto imperial, lo que se hizo en suelo argentino se hizo contra los cuerpos marrones, contra la Identidad Marrón. Esta muestra apunta contra  el mito de la Argentina blanca, inventada a semejanza del colonizador.

Belleza Marrón

Por eso, detrás de la lente de Alejandra López, el gesto de “Belleza marrón”, la nueva exposición fotográfica del Centro Cultural Borges, es de seducción, pero también de disputa y desobediencia. “Este ensayo se propone combatir imágenes con imágenes”, dice López en el texto curatorial y se pregunta: “¿Qué pasa cuando fotografiamos a las mujeres y diversidades marrones como sujetos de belleza, utilizando los mismos dispositivos que dichos medios poseen? ¿Podemos empezar a mirar por fuera de los estereotipos hegemónicos que consumimos cotidianamente?”.

Foto: Alejandra López

La serie de fotografías, realizada con estilismo de Jorge León y en conjunto con el colectivo Identidad Marrón, se presenta como un ensayo, pero pintado con luz, para reflejar la belleza de los cuerpos marrones y transmitir una idea, aquella que permita cambiar un estado de cosas, desarmar la hegemonía y apropiarse de un espacio que siempre fue ajeno. En estas fotos de tapa, hay un dislocamiento, una fisura con los cuerpos que estamos acostumbrados a ver en las revistas de moda. “Tengo 30 años de fotógrafa, hice muchos años moda para medios gráficos y siempre me preguntaba qué pasa con el 99% de la gente que no entra en ese esquema (de belleza) con el que nosotros trabajamos y me parece de una violencia muy fuerte», dijo López a Télam.

Foto: Alejandra López

Después de conocer el recorrido de Identidad Marrón -integrado por personas marrones/indígenas racializadas que desde hace más de cinco años intervienen en el espacio público para reivindicar el color de la piel, los rasgos y la ancestralidad como una identidad política-, López quiso involucrarse con el colectivo y generar preguntas desde la potencia de la imagen. Montó una producción de primera línea, una sesión de fotos con estilismo, iluminación y fotografía de revista.

La belleza es un hecho político

“Fue un evento movilizante, ese día me acompañó mi mamá porque estaba un poco nerviosa, nunca había ido a modelar a un estudio fotográfico de esas características, con tanta llegada. Fue impactante, por nuestra historia colectiva y familiar, que mi mamá vea fotos de personas marrones en un espacio así, con todos los vestuarios, era un vestuario super coqueto, de diseñador. Verme ahí, a mi mamá, ver las caras del barrio cuando miraban las fotos después, en Villa Soldati, fue conmovedor”, dice a Tiempo Dina Choquetarqui, escritora, activista en Identidad Marrón y una de las modelos de la exposición junto a Belén Silva, Melisa Yaleva, Sandra Hoyos, Chana Mamani, Sol Violeta, Flora Nómada, Wari Alfaro, Ana Clara Moncada, Rebeca López, Alma Azul y Elsa Yanaje.

La familia de Dina migró de Bolivia durante la Guerra del Gas, en 2005. Se instalaron en Villa Soldati y sus padres encontraron trabajo en el rubro textil. Unos meses más tarde, llegaron Dina, con 6 años, y su hermano más chico. Todos los días, Dina veía a su mamá y a las vecinas del barrio ponerse crema blanqueadora una y otra vez; para no sentir la discriminación en la ciudad tenían que dejar atrás su piel y su cultura. Años después, esta imagen daba vueltas en la cabeza de Dina como una fatalidad y volvía a materializarse en su experiencia escolar: “En la primaria siempre tenía la sensación de no ser parte, por tener el cuerpo marrón y los codos negros me sentía sucia. Mis compañeros se burlaban de mí, entonces empecé a agarrar la piedra y pasarmela por los codos, porque pensaba que lo negro era mugre, cuando en realidad era parte de la melanina de mi piel”, cuenta Dina y continúa:

El impacto de verse en las fotos de revista resignifica todas estas historias de opresión e invisibilización. Poder ver representadas corporalidades que llevan otro tipo de narrativas a espacios que siempre fueron inaccesibles genera un efecto inmediato. Mi mamá nunca se imaginó que algunas de nosotras estaríamos ahí, retratadas por una fotógrafa profesional; en el barrio tampoco se piensa que una de las vecinas puede ser portada de revista, con ese tipo de fotos, y además con la mirada puesta en la belleza”.

Foto: Alejandra López

“Puede sonar muy banal, pero la belleza es un hecho político, te abre o te cierra espacios, permite construir determinados imaginarios. No sólo la belleza sino la imagen en términos generales. Una persona marrón puede ser fácilmente encasillada en una publicidad de Anses, por ejemplo, siempre es alguien que recibe un programa social, y nunca ves esa cara modelando en una portada o haciendo otros trabajos. Casi nunca ves abogadas, representantes políticos o pensadores con cuerpos marrones. Fácilmente se lo lleva al ámbito delictivo, al ámbito empobrecido, se asocia el color marrón a un espectro delimitado de actividades. Y resulta difícil ver esas mismas caras en un espacio de belleza, en una fotografía, en un cuadro o en alguien hablando incluso, tomando un espacio que tradicionalmente siempre ocuparon otros”, dice.

Foto: Alejandra López

Con un vestido blanco, el pelo atado y una postura que imita el baile de Cleopatra, Dina levanta una ceja, mira a cámara y ¡Click! La conquista de la belleza marrón.

Con entrada libre y gratuita, la exposición puede visitarse de miércoles a domingo de 14 a 20 horas hasta el 2 de julio en el Centro Cultural Borges (Viamonte 525, Buenos AIres)