“Cuando escuché por primera vez que Humpty Dumpty se cayó de la pared, inmediatamente me pregunté: ¿Se cayó… o lo habrán empujado?” La frase, que hace referencia al clásico personaje de la cultura popular británica, aquel huevo con forma humana que permanece sentado en el filo de un muro y que fuera retomado por Lewis Carroll en Alicia en el País de las Maravillas, pertenece a la escritora inglesa Phyllis Dorothy James, mejor conocida por sus iniciales: P. D. La misma consigue transmitir con ingenio la curiosidad que desde chica sintió por los misterios y los crímenes. Un interés que con el tiempo se volvería la pasión que acabaría convirtiéndola en una de las autoras más importantes del policial negro de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo ese reconocimiento, a partir del cual se la conoce como La Reina del Crimen o La dama de la Novela Negra, tardó bastante en llegarle.

Nacida en la célebre localidad universitaria de Oxford el 3 de agosto de 1920, hace exactamente 100 años, y muerta en 2014, P. D. James deseó ser escritora desde chica. Pero a pesar de los enormes cambios que se fueron sucediendo entonces, la primera mitad del siglo pasado estaba lejos de ser el tiempo ideal para que una mujer de su clase pudiera tener la libertad de elegir ser algo más que esposa, madre y ama de casa. A los 16 años debió abandonar la escuela para contribuir a aligerar la golpeada economía familiar. En casos como ese, casarse era la mejor forma de hacerlo y ella los hizo. Tenía 21 años cuando contrajo matrimonio con Ernest Connor White, un estudiante de medicina con el que tuvieron dos hijas y que acabaría trabajando para el ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial. Hasta algunos años después de terminado el conflicto fueron una familia normal, pero el horror de la guerra se convirtió en una carga para Ernest, quien terminó internado en una institución mental, incapacitado para seguir trabajando. En 1949 P. D. James fue una de las tantas mujeres que se vieron obligadas a salir de casa para insertarse en el mercado laboral y sostener a su familia. Trabajó 20 años para el Servicio de Seguridad Social y otros 11 como funcionaria de un ministerio británico. Promediando esas tres décadas como empleada pública, P.D. James publicó su primer libro. Era 1962 y estaba por cumplir 43 años.

...
(Foto: Prensa Sitio Oficial)

La novela Cubridle el rostro (Cover her Face, 1962) tiene como escenario el hogar de una familia adinerada, los Maxie, en la que aparece un cadáver justo el día después de que la joven sirvienta anuncie que va casarse con el hijo menor de la casa. El encargado de resolver el crimen será Adam Dalgliesh, un inspector de Scotland Yard con una marcada inclinación a la poesía. El moderado éxito de la publicación tuvo dos efectos imposibles de soslayar. En primer lugar representó un envión personal para la autora, quien publicaría su segunda obra al año siguiente (Un impulso criminal). En segundo lugar, la continuidad de Dalgliesh como protagonista de una serie que llegaría a sumar 14 libros y se prolongaría por casi 50 años. El último de ellos fue Muerte en la clínica privada, publicado en 2008, marcando su intensa relación con el género de la novela negra, que culminaría un año más tarde con la edición de Todo lo que sé sobre novela negra, un volumen de ensayos en el que revela los trucos y secretos del género que abrazó. El reconocimiento internacional le llegaría durante los últimos años de la década de 1970, permitiendo que en 1979 renunciara a sus trabajos para dedicarse de forma exclusiva a la literatura.

“Creo que le tengo mucho miedo a la violencia. La odio. Y quizás escribiendo misterios pueda, por así decirlo, exorcizar este miedo, que tal vez sea la misma razón por la que tanta gente disfruta leyendo policiales”, dijo alguna vez P. D. James para definir su vínculo con el policial negro y al mismo tiempo tratar de explicar la popularidad del mismo. A través de sus libros la autora pareció ir detrás de los motivos que llevan a los seres humanos a tomar la decisión de acabar de forma premeditada con la vida de los otros. Una búsqueda a la que ella le dio una elegante forma literaria, cuya principal influencia fue la obra de su compatriota Jane Austen (1775-1817), a quien admiraba casi con devoción. De hecho su último libro publicado, La muerte llega a Pemberley (2011), es una reversión del clásico Orgullo y prejuicio, reformulado bajo las claves literarias de la novela negra. Su obra la convierte en parte de una posible gran trinidad femenina del policial, que integra junto a su compatriota Agatha Christie (1890-1976) y la estadounidense Patricia Highsmith (1921-1995). 

...
(Foto: Prensa Sitio Oficial)
 
A pesar de del éxito de sus novelas de crimen y misterio, tal vez el título más conocido de la obra de P. D. James sea uno de los pocos que escribió fuera del género. Se trata de la novela Hijos de los hombres (1992), su única incursión en el territorio de la ciencia ficción. El libro, ambientado en 2021 -el año que viene-, cuenta la historia de un mundo en el que la humanidad se ha vuelto estéril y ningún niño ha nacido en los últimos 25 años. Una distopía que pone en valor el lugar de la procreación como critica a una sociedad como la europea, en donde ya en la década de 1990 la variable de la reproducción había dejado de estar entre las metas que signan las aspiraciones de los individuos. La novela tuvo una gran repercusión en el momento de su publicación, pero en 2006 fue llevada al cine de forma magistral por el director mexicano Alfonso Cuarón, con el rol protagónico a cargo del actor británico Clive Owen. Estrenada en nuestro país bajo el título de Niños del hombre, se convirtió en una película de culto que amplió la popularidad de la obra de P. D. James.

La escritora tuvo con Adam Dalgliesh una relación que iba más allá de la que habitualmente un escritor con mantiene con sus criaturas. Había en el personaje algo más que el clásico alter ego que construyen muchos autores para darle forma a los protagonistas de sus obras. Ella misma lo reconoció en alguna oportunidad, afirmando que “tal vez Adam Dalgliesh sea una versión idealizada de lo que me hubiera gustado ser si hubiera nacido hombre”. ¿Pero por qué P. D. James se identifica con su personaje masculino, cuando también fue la creadora de la detective privada Cordelia Grey, protagonista de las novelas No apto para mujeres (1972) y La calavera bajo la piel (1982)? Y sobre todo, ¿de dónde viene esa fantasía de haber “nacido hombre”? Como James nunca respondió estas preguntas, solo queda el juego de las conjeturas. Es probable que esa frase transmita la amargura de habitar en un mundo que hasta hace muy pocas décadas no tenía un lugar para las mujeres fuera del ámbito doméstico. La tristeza de haber comenzado su carrera literaria a una edad en la que la mayoría de sus colegas varones ya son autores consagrados. Alcanza con comparar su caso con los de Ray Bradbury, Isaac Asimov o Charles Bukowski, tres escritores nacidos como ella en 1920. En ese sentido P. D. James es otro ejemplo de la voluntad de las mujeres para hacerse lugar en un mundo hostil hecho por hombres y para hombres. Algo que ella ayudo a cambiar.