La mirada horizontal

Luisa Valenzuela

Marea Editorial

“Ha llegado el momento de abrir la caja, la gran caja donde están agolpados sin ton ni son una gran cantidad de textos periodísticos” dice Luisa Valenzuela en la introducción de La mirada horizontal. El momento al que ha alude llegó luego de haber hecho una brillante carrera como escritora tanto en el país como fuera de él. Entre novelas, ensayos, cuentos  y micro relatos esta prolífica escritora   ha publicado unos 40 libros.

“Si bien la obra literaria de Luisa Valenzuela es internacionalmente reconocida, siendo una de las escritoras latinoamericanas a nivel universitario en Norteamérica –dice la compiladora de los artículos Marianella Collette- no existe trabajo de investigación sobre su dimensión periodística.” “Quizá se deba a que estos artículos fueron publicados en diversos diarios y revistas en forma esporádica durante un prolongado período de tiempo. Este libro provee un valioso muestrario de ese material.” Tratándose de un “muestrario”, cabe suponer que la obra periodística de Valenzuela sobrepasa los límites de la recopilación efectuada.

La Nación (Revista y el Suplemento Gráfico), la revista Gente, La Opinión, El Cronista Cultural, El Cronista Comercial, Revista Viva, Perfil, The New York Times, El Cohete a la Luna, Página 12, Autoclub y Descubrir son los medios en que publicó entre 1966 y 2021, según consta en La mirada horizontal. Pero la propia autora y periodista dice en el libro que al destapar la “caja de Pandora” de sus textos periodísticos encuentra, dispersos, artículos o columnas o lo que fuere de 1957.” Es posible que la falta de  un orden riguroso, el hacer notas desde diferentes lugares del mundo  y el hecho de que comenzara a escribir en una época en que los artículos no quedaban registrados en Internet, haga imposible conocer a ciencia cierta cuántos artículos escribió y dónde y cuándo fueron publicados.

Entre los hallazgos de “la caja de Pandora” la autora se topa con un antiguo intento de currículum que comenzaba así: “A los 17 años LV no sabía qué carrera elegir por eso se hizo periodista, para meterse en todos los mundos sin comprometerme demasiado con ninguno.” Y destaca: “El término hacerse es crucial, porque no habiendo en aquel entonces una carrera oficial hube de largarme de cabeza a la acción.”

Sus notas son tan vibrantes como heterogéneas. Como periodista aborda con el mismo entusiasmo el encuentro con Salman Rushdie, sobre el que pendía una amenaza de muerte, que con Martín Karadagián. Para su mirada curiosa todo personaje es objeto de descubrimiento.

Dividido en tres partes, Desenmascarar al personaje. La entrevista como objeto literario; Caldo de Cultura. Celebraciones de la creación y El mundo en la punta de los dedos. Notas de viaje, La mirada horizontal posee múltiples méritos. Tiene un valor documental ya que reúne material periodístico disperso de una figura central de nuestra cultural. Muestra, además, de qué forma hace periodismo una gran escritora y qué es lo que puede aportar una mirada literaria a lo periodístico. También revela el sentido del humor y la capacidad de observación de Valenzuela, en fin, su talento para acercarse de tal manera a los seres y las cosas que, independientemente de lo que observe, siempre pone en evidencia lo que tiene de interesante, incluso de fascinante lo observado. Quizá su mayor revelación sea que el oficio del periodístico consiste en descubrir qué es lo que hay detrás de lo evidente.

La palabra encarnada. Ensayo, política y nación

Horacio González (textos reunidos 1985-2019)

CLACSO

El 22 de junio de este año nos golpeaba la noticia de la muerte de Horacio González, uno de nuestros intelectuales más lúcidos y el que, siendo sociólogo de formación, abarcó la más amplia gama de intereses. Su figura trascendió en mucho el ámbito académico para convertirse en parte constitutiva de nuestra identidad.

La palabra encarnada, una compilación de sus textos realizada por María Pía López y Guillermo Korn con un estudio preliminar de ambos, quizá sea una respuesta, un intento de llenar el enorme vacío que dejó, una forma de celebrar su lucidez y sus diversos talentos. Es cierto que el libro comenzó a gestarse en octubre de 2020 y que sus compiladores conversaron con él sobre los artículos a incluir y que, cuando ya estaba en proceso de corrección. González fue internado. Pero no es menos cierto que la aparición de esta compilación luego de su muerte adquiere un valor simbólico insoslayable, constituye una suerte de presencia de quien ya no está.

A González ser un sólido teórico no le impidió, sino más bien todo lo contrario, ser eficaz y consecuente en el campo de la práctica. Así lo demostró, entre otras cosas, su gestión al frente de la Biblioteca Nacional que, sin duda, quedará en la historia. Fue él, quien logró transformarla en un verdadero polo cultural y ampliar y diversificar sus visitantes, publicar textos fundamentales que ninguna editorial comercial editaría jamás, rescatar tesoros ocultos y hacerlos visibles.

“La obra de González –dicen sus compiladores- propone un desafío a la hora de conformar  un cuerpo de escritos al que podamos llamar textos fundamentales. Preferimos pensar la selección como un conjunto de entusiasmos y de indicios, una suerte de presentación a lectoras y lectores de una obra que incluye capítulos claves de la misma y algunas rarezas, artículos difíciles de encontrar, piezas desperdigadas en hemerotecas, revistas estudiantiles, prólogos y compilaciones sobre diversos temas. Una antología implica la difícil selección de lo que no entra. Dejamos de lado sus novelas –Besar la muerte, Redacciones cautivas y Tomar las armas-y sus primeros libros, incluso los que escribió durante su exilio en Brasil. Queremos presentar al González más clásico, al lector ineludible del pensamiento nacional, al que rodea todo texto  con hospitalaria paciencia hacia su singularidad.”

El libro, de 766 páginas, permite acercarse al pensamiento y al sutil análisis de quien consagró su vida a desmenuzar los conflictos nacionales. En él figuran desde León Trotsky y Walter Benjamin a Macedonio Fernández, desde Antonio Gramsci a Borges y Bioy Casares.

No se trata de un texto para leer de un tirón, sino más bien es de esos grandes libros que acompañan al lector en sus distintos intereses a lo largo de su vida, para descubrirlo y redescubrirlo cada vez que se lee un artículo. Es una referencia, una suerte de mapa de los temas cruciales y conflictos acerca de los que González ensaya no solo respuestas, sino lo que quizá es más importante, preguntas interesantes que constituyen un desafío al pensamiento.  Un libro, en fin, para tener en la biblioteca siempre porque su lectura nunca se agota.

El padre de la niña muerta

Tiago Ferro

Tusquets

La novela de este autor brasileño nacido en 1976 en San Pablo, constituyó un suceso por la forma en que cuenta un terrible hecho autobiográfico: la muerte de su hija.

Lejos de la autocompasión, de la descripción de sentimientos y del diario de duelo, Ferro encuentra una forma fragmentaria y vertiginosa de contar los hechos o, mejor, de dejar que sean narrados por la vida misma, porque la muerte de su hija reaparece en todas partes, “desde listas a noticias, de conversaciones a recuerdos, de formularios a la entrada de un diccionario, como  una forma de nombrar la muerte aun cuando se habla de otra cosa”.

Tal como le dijo a Tiempo en una nota publicada cuando su libro aparecía en Argentina, “la muerte de la hija no solo afecta al presente y al futuro del narrador, sino también al pasado, y al pasado anterior a su existencia. El mundo entero pasa a ser visto a través de esta lente de un luto extremadamente violento. La hija es la ausencia que está presente en cada letra de cada palabra del libro. Todo ello sin que yo aporte ningún detalle biográfico sobre ella.”

Alejada también de la ordenada narración de los hechos que propone el realismo, esta novela encuentra en el caos su propio orden, quizá porque el caos sea la esencia misma de la existencia. “Tal vez –afirmó el propio autor-, la realidad esté más cerca del desorden del pensamiento que del orden del realismo literario.”

La muerte de la hija es una suerte de exilio involuntario, un punto de inflexión del que es imposible volver, un hecho que, según Ferro, no solo afectó su presente y su futuro, sino también su pasado, porque la muerte penetró en todas partes obligándolo a repensar toda su vida desde una óptica diferente.  Desde el título mismo, El padre de la niña muerta, el autor indica que un suceso como el que vivió constituye incluso un cambio de identidad. Ya no será simplemente Tiago Ferro, sino el hombre que perdió a su hija.

Una novela que demuestra que los caminos de la escritura son múltiples y diversos y que no existe ningún “manual” capaz de mermar el dolor, que frente a la muerte de un ser querido estamos tan solos como ante nuestra propia muerte.