Sin Lionel Messi ni Lionel Scaloni, y ya clasificada a Qatar 2022, para Argentina parece un partido sin historia, de relleno. Esta noche, desde las 21.15, acaso se jueguen más los futbolistas que el equipo: algunos de ellos empezarán a pelear por un lugar en la lista del Mundial. Pero la curiosidad en la previa radica en el estadio: la selección chilena salió de su sede habitual, Santiago, y se mudó 1.500 kilómetros al norte, al desierto de Calama, y especialmente a 2.300 metros de altura.

Es cierto que el entrenador de Chile, Martín Lasarte, dijo tomarlo como una preparación para el siguiente duelo de su equipo, el martes contra Bolivia en los 3.600 metros de La Paz, pero Calama también implica un intento de conseguir ventaja ante Argentina. “Por lo que hablé con mis compañeros y vecinos de Calama, saben que la altura es difícil para los rivales y, al no venir Messi, sienten que tienen más chances. En 10 minutos se agotaron todas las entradas”, dice a Tiempo uno de los futbolistas argentinos que juegan en Calama, Matías Ballini, mediocampista de Cobreloa con pasado en Atlético Tucumán y Rosario Central.

En la década del 80, a partir del dinero que producían las minas de cobre de la zona, Cobreloa y su rival en la región, Cobresal (de la pequeña ciudad de El Salvador), vivieron su esplendor. El Cobreloa fue el primer club del interior chileno en interponerse entre los tres grandes de la capital, Universidad de Chile, Colo Colo y Universidad Católica. Los ocho títulos de Primera DIvisión que ganó Cobreloa, que hoy juega en la B, fueron entre 1980 y 2004. “La gente, no sólo en Calama, reconoce a Cobreloa como el cuarto grande”, agrega Matías Cano, arquero argentino que acaba de sumarse al club.

En 1981 y 1982, Cobreloa llegó a la final de la Copa Libertadores pero en ambas le tocó perder contra dos grandes del continente, Flamengo y Peñarol. En ninguno de los dos casos, por la exigua capacidad de su estadio, el Zorros del Desierto (donde hoy será visitante Argentina), pudo jugar de local y debió trasladarse al Nacional de Santiago. En 1986, River salió campeón de América pero el único equipo que terminó invicto el torneo fue Cobresal.

Chile elige jugar en la altura por su desesperación: a falta de cuatro fechas para que terminen las Eliminatorias, por ahora está afuera del Mundial de Qatar, un punto por debajo del quinto en la tabla, Perú, el equipo que hoy conseguiría el lugar en el repechaje. Pero la selección campeona de América en 2015 y 2016 no es la única que adopta este tipo de medidas que podrían calificarse como extrafutbolísticas.

¿O acaso Argentina en 2009 y 2017, cuando los pasajes a Sudáfrica 2010 y Rusia 2018 peligraban, no apostó por estadios con tribunas más cercanas, los de Rosario Central y Boca? Y se sabe: la selección no ganó ninguno de esos partidos. A la derrota 1-3 en Arroyito contra Brasil se le sumó, ocho años después, el 0-0 ante Perú en la Bombonera.

Argentina no podría jugar en la altura: los 650 metros sobre el nivel del mar de Córdoba y de San Juan o los 750 metros de Mendoza no suponen ninguna ayuda. Tampoco los 1.150 de Salta y los 1.250 de San Salvador de Jujuy, aún con estadios sin la modernización de los dos anteriores. Chile, en todo caso, repite la fórmula de otros países de la región.

(ALEJANDRO PAGNI / AFP)
Foto: Alejandro Pagni / AFP

Ecuador siempre juega en horario vespertino sobre la altura de Quito y Colombia hace de local en el calor de Barranquilla o en la altura de su capital, Bogotá. Bolivia, desde ya, juega en La Paz, mientras Brasil en el pasado mudó varios partidos al calor sofocante de Fortaleza, durante la tarde, para intimidar al rival. Canadá y Estados Unidos apuestan a sus ciudades más frías cuando el fixture apremia y deben recibir a México, Costa Rica y otras selecciones más acostumbradas al calor. Son partidos que suelen jugarse entre intensas nevadas y campos blancos.

“En realidad los jugadores chilenos no están acostumbrados a la altura. Vinieron unos días antes para acostumbrarse y creo que eso puede ser una ventaja. El aire seco no es normal para los jugadores argentinos”, agrega Ballini, el bonaerense que juega en Calama, y tiene la misma duda que todos: si Chile sacará ventaja o no de su altura. Pero en la desesperación se intenta todo, hasta lo que tal vez sea inútil.