(1) Cada vez que puede, Diego Latorre resalta el valor de la gambeta. “La gambeta abre puertas herméticamente cerradas”, dice, por ejemplo. Si se tiene en cuenta que su apodo era “Gambetita”, esto puede sonar como un autoelogio encubierto (como si el Toro Acuña destacara constantemente la potencia animal), pero no por eso deja de ser cierto.

(2) Diego Maradona, Garrincha, George Best y el Mágico Gonzalez suelen integrar las listas de los diez mejores gambeteadores de la historia. Si limitamos el territorio a Argentina, habría que hablar también de Oreste Osmar Corbatta, René “El Loco” Houseman y el Burrito Ortega. Algo que une a estos jugadores además de la gambeta es que todos han admitido públicamente su adicción al alcohol. Ronaldo Nazário, Ronaldinho Gaúcho y Neymar también podrían integrar la lista de mejores gambeteadores, y aunque han confesado que “les gusta bastante la joda”, no han dicho nada sobre problemas con el alcohol, por lo que no me corresponde incluirlos en la lista sino sugerirlos elusivamente. De todas formas, lo que estoy intentando no es una acusación sino tratar de pensar por qué el porcentaje de alcohólicos es mucho más alto entre los mejores gambeteadores que, por ejemplo, entre los mejores defensores, o cabeceadores, o ejecutores de tiros libres. ¿Es pura casualidad o hay algo especial que hermana a la gambeta y el alcohol?

(3) Dice la RAE: Gambeta: del italiano gamba (pierna).

1. f. Danza. Movimiento especial que se hace con las piernas jugándolas y cruzándolas con aire.

2. f. Equit. corveta. Movimiento que se enseña al caballo, haciéndolo andar con los brazos en el aire.

3. f. Am. En el fútbol, regate.

4. f. Arg. y Ur. Ademán hecho con el cuerpo, hurtándolo y torciéndolo para evitar un golpe o una caída.

5. f. coloq. Arg., Bol. y Ur. evasiva. Recurso para eludir una dificultad.

Transcribo estas definiciones porque todas, incluso la de los caballos, apuntan hacia un mismo sentido: la gambeta puede ser un hecho estético o un recurso en pos de un resultado, y en algunos casos puede ser ambas. Además, la quinta definición deja picando una analogía simple y eficiente: la gambeta y el alcohol como zigzagueantes maniobras de evasión.

(4) En el Parque Los Andes del barrio de Chacarita hay un veterano que vende pósters, revistas, tazas y hasta almohadones con la cara de Houseman. Dice que eran amigos de pibes y para demostrarlo muestra una foto en la que aparecen ambos abrazados en lo que pareciera ser un boliche porteño de la década del 70. Alguna de las historias que cuenta ya se las había escuchado a Miguel Ángel Brindisi y a César Luis Menotti: Houseman era fútbol en estado puro, buen compañero, sufrido, a veces parecía un niño, pero la pelota no se la podían sacar; una vez entró a la cancha borracho y le hizo un gol al Pato Fillol, otra vez apareció diez minutos antes del partido y le dio un baile a todos. Me gustaría haberle preguntado el nombre al veterano pero en ese momento no sabía que lo iba a incluir en estos apuntes. Lo que sí hice fue comprarle el almohadón que (perdoname, Loco) ahora aprisiono entre las rodillas por las noches para aliviar mis dolores lumbares.

(5) Dentro del mundo de los gambeteadores, los wines son la subespecie más pura. En esta categoría podemos ubicar a Houseman, Corbatta y Garrincha. Por lo general son petisos, livianos, chuecos, guapos, morfones, explosivos, locos, clowns, simuladores. Su objetivo pareciera ser más humillar a sus marcadores que dejarlos en el camino, y a veces enganchan solo para poder volver a pasarlos. Hace un tiempo vi una entrevista a un exjugador brasileño que ahora no puedo encontrar en Internet. Decía que cuando la pelota le llegaba a Garrincha y se quedaba parado cerca de la raya, como retando a duelo a su marcador, todo el estadio permanecía en silencio, expectante, y el suspenso producía en los espectadores una reacción física en la boca del estómago. Cuanto más quieto se quedaba Garrincha, más crecía esa sensación. Se puede caer en la trampa de creer que estos jugadores podían hacer estas cosas porque eran locos o borrachos. Eso sería como pensar que Jimi Hendrix era un genio porque se inyectaba heroína y destruía sus guitarras. Pero tampoco me animaría a separar por completo los tantos. Quiero decir: ¿no hace falta cierto grado de inconsciencia para detener el tiempo de un partido como lo hacía Garrincha?

(6) Once días después de que Argentina saliera campeón del mundo en Qatar 2022, el portal de noticias de TN publicó una nota titulada: “El consuelo del exnovio de Antonela Roccuzzo al enterarse de su casamiento con Lionel Messi”. En la nota se ven fotos de Antonela y este muchacho, su novio de la adolescencia, en el período en que Messi, también adolescente, se había ido a probar suerte al Barcelona. Aunque lo deben haber buscado, el muchacho tuvo la delicadeza de no hacer declaraciones. En la nota tan solo aparece una supuesta frase: “Al menos me dejó por Messi”.

Pero podríamos imaginar una historia alternativa en la que esto no sucede. Antonella no lo deja a este muchacho y se casan y tienen hijos. Messi, que ya estaba enamorado de ella desde que eran niños, intenta seguir su vida pero nunca consigue olvidarla porque esta es como una historia del romanticismo alemán y no hay lugar para matices. Igual se convierte en una estrella del fútbol pero cuando vuelve a su casa después de cada entrenamiento siente un vacío existencial que no puede llenar ni con el amor de su familia ni con la fe en Dios ni con ninguna de las tentaciones que le ofrece la celebridad. Como lo haría cualquiera, de a poco se va apoyando en el alcohol. Todos a su alrededor se dan cuenta de que ya no solo toma como festejo sino para anestesiar ese dolor que lleva adentro. Cuanto más famoso se vuelve, más solo se siente. Cuando tiene 22 años, sale de joda una noche después de un partido y choca su auto deportivo. La noticia da la vuelta al mundo. En las fotos aparece con una remera blanca ensangrentada y acompañado por una exintegrante de la versión española de Gran Hermano. En Argentina inmediatamente lo bancamos porque un poco nos gustan los ídolos rotos. Messi paga una multa y sigue adelante. Quizás gane una Copa América o incluso un Mundial antes de lo que lo hizo en la historia real. Quizás no gane nada. Lo seguro es que su reinado en el fútbol no hubiera durado 15 años sino con suerte tres o cuatro.

(7)Corté un poco de queso porque quedaba vino. Abrí otro vino porque quedaba un poco de queso. Y bueno…”. Esta frase es de Houseman. “En 1969 dejé las mujeres y la bebida. Fueron los peores 20 minutos de mi vida”. Esta segunda, de George Best. Ambas son graciosas y pintorescas pero cualquiera que haya tenido trato cercano con un alcohólico agudo sabe que no hay nada risueño en ese día a día. “Mi vida es una lucha entre el bien y el mal, pero siempre pierdo yo”. Esto lo dijo Garrincha.

Como la mayoría de la gente que conozco, soy lo que algunos llaman un “alcohólico social”. Quiero decir: no tomo todos los días ni mucho menos pero hay una serie de actividades que no puedo concebir sin tomar en exceso. De hecho, escribo esto con una leve resaca, que es un buen estado para la escritura, pero no para jugar al fútbol. Deberían inventar un sistema mediante el que los alcohólicos agudos se puedan recuperar y volver a tomar cada tanto, pero al parecer es imposible. Dicho de otra forma: una gran ventaja de no ser un alcohólico agudo es que uno puede seguir tomando. Pero a los futbolistas tampoco les permitimos andar por esa cornisa; los hinchas cantan que hay que andar de la cabeza pero quieren que sus jugadores se comporten como Ned Flanders, y voy a detenerme acá porque estas teorías no están chequeadas y me estoy alejando del tema central de estos apuntes.

(8) “¿Cuál es el futuro de la gambeta?”, se preguntó Pablo Aimar en una entrevista: “Cuando jugabas salvaje en la calle, nadie te decía que en tu área no tiraras un caño. Te acomodaban en el club, pero el caño ya lo sabías tirar. Es más: jugábamos que al que le tiraban un caño, le pegaban. Esa parte salvaje hoy la mayoría de los chicos no la tienen. Lo del juego de posesión que hacen los equipos de Guardiola es maravilloso, me encanta verlo, pero no creo que con chicos de diez años haya que hacerlo. Porque a (Riyad) Mahrez lo dejaron gambetear de chico, por eso se queda ahí esperando jugar un mano a mano”.

Esta distinción entre el aprendizaje salvaje y el académico ya se la había escuchado a Marcelo Bielsa, y no es casual porque Aimar siempre lo reconoce como uno de sus maestros. Esto dice Bielsa sobre la gambeta: “Eliminar al rival por medio del pase es el sustituto de la gambeta. Cuando uno no puede gambetear porque no tiene talento, gambetea a través del juego asociado. La gambeta es una herramienta que soluciona todo, pero el problema es que nadie gambetea, con excepción de Messi y Neymar”. Supongo que Bielsa debe estar exagerando, pero su sentencia también deja entrever el nivel de eficacia que pretende de un gambeteador.

(9) En un capítulo de Los Simpsons hay una parodia de un partido de fútbol que deja ver por qué el juego le resulta tan aburrido al público yanqui promedio. Lo que muestran es un juego de posesión en el que nadie arriesga la tenencia de la pelota, una basculación infinita, y el ejemplo puede ser injusto pero también eficaz, porque este es el tipo de partido más tedioso que existe y, por contraste, el que más hace extrañar a los gambeteadores, e incluso a los más rancios pelotazos largos, en los que al menos hay una disputa física en juego. En los equipos de Guardiola pareciera siempre haber dos jugadores que tienen no solo el permiso, sino el mandato de gambetear. En el mejor Barcelona eran Messi y Andrés Iniesta. En el City estaba Mahrez cuando lo entrevistaron a Aimar y ahora están Bernardo Silva y Jack Grealish.

(10) Nos gusta creer que la gambeta es un patrimonio sudamericano, y eso tiene algo de cierto, pero si hay un jugador que hoy pone a la gente de pie cuando se predispone a jugar el mano a mano ese es Grealish. Nació en un barrio obrero de la ciudad de Birmingham. Es hijo de irlandeses y juega con las medias bajas. Cuando era jugador del Aston Villa se viralizó una foto en la que aparece dormido borracho en la calle con un paquete de cigarrillos como almohada. Tuvo varios episodios nocturnos por los que fue multado por “comportamiento inapropiado para un deportista”. Todo, desde nuestra perspectiva sesgada, lo hace un poco sudamericano. En 2021, sin embargo, el Manchester City pagó 100 millones de dólares por su pase. Fue una apuesta de Guardiola. Deportivamente ya le salió bien porque fue una pieza clave en el equipo que ganó la primera Champions en la historia del club, en 2023.

Es probable que la gambeta de Grealish se vuelva cada vez más corta y que la vaya supliendo cada vez más con inteligencia. Dice Latorre que su apodo “Gambetita” tenía algo de despectivo, y que recién perdió el diminutivo cuando empezó a entender cuándo gambetear y cuándo pasarla. En este sentido, hay una jugada que Grealish hace cada vez más seguido. Enfrenta a su marcador y se queda parado, con la pelota pegada al pie; ya sabe que los rivales le doblan la marca y que detrás de su defensor hay otro esperándolo. Los compañeros de Grealish también lo saben y le dan opciones de pase para aprovechar esa ventaja. Esto sucede en muchos otros equipos pero lo que es hermoso de ver es cómo Grealish da ese pase con el revés del pie, profundo, preciso, casi con desgano.

No tenemos idea de en qué medida Grealish sufre o disfruta su relación con el alcohol. En los festejos de la Champions le metió a la joda como un hincha cualquiera (pero con más plata) y no parecía importarle lo que dijeran de él. “Así celebramos en Birmingham”, dijo, y esto no le trajo problemas, pero también debe saber que los comportamientos que ahora se le festejan van a ser usados para lapidarlo apenas los resultados se vuelvan adversos.

Es interesante la amistad y contrapunto que tiene Grealish con el androide noruego Erling Haaland, tanto dentro como fuera de la cancha. En una entrevista con el Daily Mail, Grealish dice: “A veces termina un partido y Erling me dice que no salga de joda. Y yo le digo que se calle y vuelva a su bañera de hielo. Somos dos personas muy distintas a las que les va bien, a su manera. Yo nunca voy a ser tan exitoso como él. Erling marcó más goles esta temporada que yo en toda mi carrera. Él se va a su casa con su familia y se quedan ahí y piden comida. A veces yo hago eso también. Me encanta. Pero a veces también me gusta salir por ahí y soltarme el pelo”.