Las manos le temblaban. Esa zurda, operada dos veces, y también la derecha, la primera que pasó por el quirófano. Igual se persignó, miró al cielo y mandó ese beso que repite tras cada triunfo: es para una hermana dos años mayor que el que falleció hace dos décadas en un accidente de autos.

“Me siento vivo”, dice Juan Martín del Potro en el acto más sincero de felicidad. “Mi mano está temblando y es una gran sensación para mí”, explica el tandilense después de volver a jugar un Grand Slam tras 894 días. Después de volver a ganarle a un top 5 del mundo. Después de volver, en definitiva, a demostrar que acá está.

“Estuve cerca de dejar el tenis”, había contado hace un tiempo, a poco de regresar tras un año sin jugar. En ese momento, cuando soltó esa frase, dejó ver su frustración, la de un joven de 25 años -ahora 27- que pensó que ya no podría hacer lo que lo hace sentir vivo. Porque a Delpo le pesó el ya no ser. Pero es: es historia, por ese título del US Open 2009 -junto con Vilas, Sabatini y Gaudio, los únicos argentinos que han ganado un Grande-; es presente, por este regreso con triunfo ante Stan Wawrinka en la segunda ronda de Wimbledon, y es futuro, por la serie de Copa Davis que se viene y también los Juegos Olímpicos, donde buscará repetir una medalla como en Londres 2012.

Del Potro es, en definitiva y desde hace años, el emblema del tenis nacional. El que todos buscan, elogian y critican. El hombre al que el público ataca cuando no quiere jugar por la Argentina. Pero es. Y por lo demostrado ahora, en su regreso a un Grand Slam, en un 2016 que lo tiene tomando ritmo de a poco, seguirá siendo por mucho tiempo más.

“Es como mi segunda o tercera carrera en mi corta vida”, acepta el hombre que se cayó y se levantó. “Estuve muy triste en mi casa los últimos dos años: yo sólo quería jugar al tenis otra vez”, argumenta con la simplicidad de esos que sólo son felices adentro de una cancha. Como Messi. No hay lugar para el “esto no es para mí” que esgrimió el 10 hace poco, como tampoco lo hay para el “estuve lejos de dejar el tenis” que reveló JM hace meses.

Esto es para él -es para ellos-: la pelota, el césped, el polvo, el quilombo, los aplausos, los insultos, la presión. Si no, Delpo se hubiese quedado en Tandil y no se hubiera juntado con el venezolano Daniel Vallverdu, el ex coach de Murray y Berdych y compañero suyo de la infancia con el que supo jugar dobles y que ahora lo entrena en este camino introspectivo al volver a ser. No se hubiese matado en una pretemporada exigente y solitaria. No. Esto, sin dudas, es para él. Es lo de él. La puta que vale la pena sentirse vivo…