Canadá jugó un solo Mundial de fútbol. El de México 1986, la Copa del Mundo de Maradona. Cualquiera podría pensar que esa es la única conexión futbolera entre Diego y el país más al norte de América. Pero no. La semana pasada, Copa90 presentó un mini documental con una historia desconocida del Diez, que llevaba más de 25 años sin ver la luz. El último baile de Diego muestra la noche que jugó en Toronto su último partido como futbolista fuera de la Argentina. Fue el 12 de septiembre de 1996, antes de un nuevo regreso a Boca y de su retiro definitivo en octubre de 1997, en el Monumental.

Raúl “Lalo” Maradona era el 10 del Toronto Italia, en la incipiente liga semiprofesional canadiense. Diego había anunciado su retiro después de los cinco penales errados en forma consecutiva en 1996. Y buscaba algo de paz. Por eso viajó a Canadá a visitar a su hermano Lalo. Hasta que le organizaron un partido homenaje. Unas 8 mil personas asistieron al partido entre el All Star Team de la liga canadiense y Toronto Italia, que jugó con dos número 10: Raúl Maradona y Diego Maradona.

“Cuando escuché por primera vez esta historia, quedé asombrado. El estadio Birchmount es un campo que está al lado de donde crecí, donde solía jugar al fútbol. Me cambiaba en los mismos vestuarios que se ven en el mini documental. Como canadiense apasionado por el fútbol -cuenta el director Adrijan Assoufi- ​​no escuchamos mucho de aquellos momentos. No había videos, era difícil ver o leer algo al respecto. Las cintas de VHS estaban depositadas en los estantes acumulando polvo, hasta ahora”.

El documental de seis minutos es una manera de volver a descubrir a Maradona en una cancha, con imágenes que aún no se habían visto. En un partido amistoso a casi 10 mil kilómetros de Argentina, una tribuna llena de banderas celestes y blancas delira después de una Mano de Dios en mitad de la cancha. A un gol olímpico de Diego le sigue una invasión de cancha de fanáticos canadienses que lo quieren abrazar. ¿Fanáticos canadienses? Claro: Football in the Artic y From Stone son otros dos documentales de Assoufi, en los que muestra la pasión por el fútbol en Canadá, incluso en la comunidad inuit, en los pueblos originarios del norte. “En el Ártico, en una pequeña radio, las comunidades inuit escucharon los goles de Maradona durante el Mundial 86. Es una locura. Por supuesto, el legado de Maradona vive para siempre. Todos tienen su historia con él y seguiremos descubriendo todas las maneras en que tocó a tanta gente”, completa Adrijan.

El partido entre Toronto- Italia y las estrellas del fútbol canadiense no fue la única vez que Diego jugó con su hermano Lalo para ayudarlo en su carrera profesional. En 1987, Lalo fue vendido de Boca al Granada por 25 millones de pesetas, que se pagaron con la recaudación de un partido amistoso que jugó el equipo andaluz contra el Malmö de Suecia. Aquella tarde, Diego jugó con la 9, y la 10 quedó para Lalo. En Toronto, en cambio, compartieron la 10. “Esta es una historia de amor, el amor de la familia, el amor de los hermanos. Diego nunca hubiera venido a Canadá a jugar si su hermano no hubiera vivido y jugado aquí. Eso es lo especial para mí. Tengo dos hermanos menores, así que me conecté con la historia por esa razón también”, dice Assoufi a la distancia, lejos del ruido de las disputas familiares y mediáticas que se desataron tras la muerte del Diez.

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En esa visita a Toronto a finales de 1996 también se dio el encuentro entre Maradona y Ben Johnson, el atleta canadiense que ganó los 100 metros en Seúl 88 pero luego fue suspendido por doping. Diego, un “perseguir de revanchas”, como se autodefinió, le ofreció ser el preparador físico que lo pusiera a punto para su regreso a Boca, que se dio en julio de 1997. Hubo sólo cinco partidos, un Maradona ya disminuido, que aportó dos goles de penal ante Argentinos y Newell’s. Y luego vino el último caso de doping.

Un cuarto de siglo después de aquella visita de Maradona, el fútbol ya es profesional en Canadá, que se prepara para recibir el Mundial de 2026 junto a México y Estados Unidos. Alphonso Davis, el joven lateral izquierdo del Bayern Múnich, es la ilusión de un país. “Diego’s Last Dance es una celebración de la cultura del fútbol canadiense que de otra manera se habría perdido para las generaciones futuras. Y con esta escena, mostramos que tenemos estos momentos históricos especiales, que pusieron en marcha lo que ahora vivimos. Incluso el canadiense que no sabe mucho de fútbol escuchó el nombre de Maradona. La energía de Diego era universal. Diego es fútbol. Este proyecto muestra que la emoción también está aquí, en nuestro propio patio”, asegura Assoufi.