El año pasado no sólo Argentina salió campeón del mundo. También Pablo Brescia, escritor y académico argentino radicado en Estados Unidos desde hace más de 30 años, y Mariano Paz, académico argentino docente en la Universidad de Limerick (Irlanda), se desmarcaron con dos libros maradonianos –uno individual, otro conjunto– sobre el genio, figura y fisura argentino.

Planeta Diego. 16 miradas a un ícono (Planeta: México), es el primero de estos libros, editado por Pablo Brescia, donde un dream-team de escritores/as argentinos/as, mexicanos/as, españoles/as, etc. vuelven, por lo general bajo las formas del ensayo o la crónica, sobre el mito argentino, lo que representó para sus vidas, cómo las mejoró.

Edgardo Scott (escritor argentino viviendo en París) y un Maradona Superman del subdesarrollo, Georgina González –desde México– y Maradona como inflador del orgullo argento, César Ferrero –desde el País Vasco– y un libro imposible, una biblia, un Aleph maradoniano: 1759 páginas con todos los partidos jugados por El 10.

Pero también Alicia Dujovne Ortiz, otra escritora argentina en París –en su caso exiliada de la última dictadura– y un relato delicioso sobre cómo le arrancó una entrevista a Maradona para la versión argentina de su Maradona c’est moi (La decouverte, 1992): “Soy una trabajadora y tengo una familia que mantener”. Fernando Segura Milán Trejo, también desde México, pero en realidad desde Francia también, porque narra la remera firmada que le arrancó –en verdad Maradona se la firmó generosamente– para un colectivo de inmigrantes con los que trabajaba en su tesis doctoral sobre el fútbol como herramienta de integración.

Paolo Castaldi, desde Napoli –¿cómo hablar de Maradona sin referirse a Nápoles, esa ciudad donde los turistas argentinos visten la camiseta de la selección a propósito?–, Pedro Ángel Palou también desde México, en suma, Maradona se (de)muestra en este libro como el más internacional y cosmopolita de los argentinos –hablaba a la perfección tres lenguas: castellano, italiano y la del fútbol–, como el unificador sureño de lo que de otro modo puede ser difícil de tragar: la vida, la subjetividad argentina a veces crecida y encantada de conocerse, los planes del Norte Global para dividirnos.

También escriben Mariano Paz (sobre cine), Yvette Sánchez (sobre Maradona y kitsch), Ana Merino, Delaram Rohimighazikalayeh –acerca de una inverosímil pero real novela en farsi sobre Maradona–, Juan Villoro –uno de los big-names de la crónica latinoamericana–, Marion Reimers sobre el candente y necesario asunto de los feminismos y Maradona, Adriana Bernal sobre la misma pregunta desde México, Ariel Scher y Maradona y la literatura. Alguna vez leí en Twitter que, sobre Maradona, estaba todo escrito.

Diego Maradona: A Socio-Cultural Study (2022), editado por Brescia y Mariano Paz y publicado por la prestigiosa editorial británica Routledge, es otra cosa: ni mejor ni peor, otra cosa. Salvo quizá el último capítulo del libro, “Writing Maradona”, donde escritores de la talla de Martín Kohan, Ana María Shua, Edgardo Scott (de nuevo), María Rosa Lojo, Patricio Pron, Pedro Ángel Palou (de nuevo también) y Beatriz Sarlo (quien propone una lectura de Maradona desde el filósofo francés Georges Bataille) aportan breves contribuciones, se trata de un libro donde cada uno de sus capítulos podría ser un artículo académico evaluado por el método del doble-par ciego.

La primera parte, “Global Maradona”, podría también haberse llamado “Maradona is mine, mine and only mine”: David García Cames desde España, Pippo Russo para Italia y especialmente Nápoles, Fernando Segura M. Trejo y John Williams desde México, Raymond Boyle y la siempre polémica Gran Bretaña (colonialismo inglés, guerra de Malvinas, pero también Maradona vistiendo la bandera británica cuando vino Queen, o siendo todavía hoy llamado “the last King of Scotland” en Escocia), cada uno reclama para sí su Maradona, o mejor dicho, cómo cada uno de aquellos parajes –España, Italia, etc. – fueron fundamentales para la carrera del héroe.

“Representing Maradona” es la segunda parte del libro, donde Paz (cine), Brescia (literatura) y Martín Virgili (música), vuelven sobre otras de las facetas –a veces subestimada– alrededor de la figura de El 10: Maradona como inspiración para la estética, como obra de arte en sí misma, como –beboteando con Walter Benjamin– una obra de arte que debe ser estudiada en la época de su problematización feminista. Esto es lo que hacen, por supuesto que no exclusivamente, Gabriela Gartón y Julia Hang en la tercera parte del libro, “Reading and Writing Maradona”, donde Ksenija Bilbija también explora su potencialidad como fantasma (aunque no desde el culturalista británico Mark Fisher), Alan Tomlinson –en quizá una de las contribuciones más críticas de todo el libro, necesaria– analiza su autoconstrucción narrativa en biografías y autobiografías autorizadas, y donde Luca Bifulco vuelve sobre esa otra particularidad argentina, aunque –como siempre con Maradona– ya se haya hecho en Napoli: la Iglesia Maradoniana, los feligreses maradonianos, Maradona como un santo local-popular del subdesarrollo ante la ineficacia estatal y la crueldad mercadotécnica.

El libro, como siempre se dice –pero en este caso, maradonianamente, es una palabra sin pelos en la lengua, parresiástica– pide traducción, incluso mercadotécnicamente parece una gran idea: ¿se imaginan cuánta gente podría comprar en castellano dos libros que hablan sobre El Diego como héroe, self-made man, extático agonista, Dios humano, canción y cancionero, espectro, San Agustín no de Hipona sino de Villa Fiorito, o santo? “Qué jugador nos perdimos, Emir”.