Que de Tottenham-Ajax salga un finalista de la Champions League, el torneo más importante de clubes a nivel mundial, es un cachetazo a la concentración de poder en el fútbol. En noviembre de 2018, a través de Football Leaks, la filtración de documentos más grande en la historia del deporte, se conoció el intento de la creación de la SuperLiga Europea, un proyecto de un torneo con 16 clubes a partir de 2021, sin descensos y con sólo cinco invitados. Los once fundadores, reveló el documento, eran Real Madrid, Barcelona, Bayern Múnich, Manchester United, Manchester City, Chelsea, Arsenal, Liverpool, Juventus, Milan y París Saint Germain. Pero el Tottenham de Mauricio Pochettino, sin contratar jugadores en el último mercado de transferencias, eliminó a Manchester City y clasificó a las semifinales después de 57 años. Pero Ajax, con el récord de haber incluido en el equipo al menos un jugador de las inferiores desde 1982 (1754 partidos), sacó de la Champions primero a Real Madrid y después a Juventus. En Inglaterra, Ajax le ganó 1-0 a Tottenham en la ida. En la otra semifinal juegan Barcelona-Liverpool, equipos marca SuperLiga Europa.

El movimiento de los clubes más poderosos para acumular todavía más poder, la apropiación del juguete, se extiende a Sudamérica, donde existe la Liga Sudamericana de Clubes, cuyo presidente es Daniel Angelici, titular a la vez de Boca. En noviembre de 2016, dos años antes de que se conociese el proyecto de la SuperLiga Europea, Angelici dijo después de la creación de la Liga Sudamericana junto a 14 clubes: “Si no entramos a la Sudamericana, no me parece mal armar un torneo paralelo”. Después de la amenaza, la Conmebol, que salía herida de corrupción del FIFAGate, cedió dinero y cambió el formato de la Copa Libertadores a pedido de los clubes más ricos de Sudamérica. En la segunda edición anual, Boca y River llegaron a la final. “Es una fórmula a la americana que concentra el fútbol para ricos y poderosos en metrópolis o grandes áreas urbanas, una competición de diseño donde los equipos abjuran de su procedencia y de su pasado porque no les gusta el olor a pies de los rivales en sus respectivas Ligas”, escribió el periodista Santiago Segurola en El País.

LaLiga (España), la Premier League (Inglaterra) y la Bundesliga (Alemania) hicieron público el rechazo a la SuperLiga Europea. Más que por una cuestión de principios, porque desvaloriza lo propio, “la venta del producto llamado fútbol”, como postulaba João Havelange, presidente de la FIFA entre 1974 y 1998. Y la FIFA, ahora con Gianni Infantino, también mostró su carta: un Mundial de Clubes con 24 equipos a partir de 2021, cada cuatro años, en lugar de la Copa Confederaciones que juegan las selecciones en el año previo a la Copa del Mundo. “No es una idea. Es una decisión -avisó Infantino-. Estoy convencido de que participarán los grandes clubes. Algunos ya lo han decidido y los otros los seguirán”. La Asociación de Clubes Europeos, que aglutina a los más poderosos del Viejo Continente, aliada de la Liga Sudamericana, rechazó el Mundial de Clubes de la FIFA. Los que, en resumen, quieren torneos cerrados y clasistas. Barcelona fue campeón en España, PSG en Francia y Juventus en Italia. En Alemania, lidera Bayern Múnich. Y en Inglaterra pelean Manchester City, el club de los petrodólares de Abu Dhabi, y Liverpool, el club de los multimillonarios estadounidenses.

Cada tanto, de igual modo, la clase media -y los chicos- meten la cola. Y a veces con un fútbol ofensivo y vistoso, como la escuela holandesa de Ajax. El fin de semana pasado, PSG, el club de los jeques de Qatar, dueño de seis de las últimas ocho Ligue 1, perdió por penales la Copa de Francia después de empatar 2-2 ante Rennes. PSG (500 millones de euros de presupuesto, casi el doble que Lyon, el segundo) cayó ante Rennes (68 millones). “En la vida, nunca podés subestimar al rival, porque un día u otro, se vuelve más fuerte -dijo Hatem Ben Arfa, figura de Rennes, después de la final-. Esto es especial, sobre todo para el presidente del PSG”. En la premiación, el jeque Nasser Al-Khelaïfi evitó extenderle la mano, saludarlo. Ben Arfa jugó 23 partidos en dos temporadas en PSG. Pero en la 2017/2018, ya apartado del plantel, ni siquiera entró un segundo. Había llegado Neymar a cambio de 222 millones de euros desde Barcelona. Ben Arfa, con el talento de su pie izquierdo, golpeó el poder del fútbol moderno, aunque la pelota represente cada vez más la distribución de la riqueza en el mundo.