Desde hace tres años, Julio Lamas combina sus días entre Tokio, donde concentra su trabajo profesional como conductor de la selección de Japón, y Buenos Aires, donde viven su familia y amigos. Japón es la única selección que aparece en su currículum además de la Argentina. Su carrera, que incluye pasos por Boca, Obras, Real Madrid, San Lorenzo y once títulos, empezó hace más de 30 años. Nunca había estado tanto tiempo lejos del país como ahora. “Imagino que después de los Juegos Olímpicos pego la vuelta”, cuenta sobre la etapa asiática, experiencia en la que -dice- creció en múltiples sentidos. 

-¿Cambiaste muchas cosas?

-Cambiar es demasiado para haber ido a los 53 años, pero sí agregué cosas. Somos las experiencias que tenemos y esta para mí fue fantástica. No la vi antes de ir. Me embarqué por intuición. Estaba en San Lorenzo y pensé: “Es ahora o nunca”. El proyecto era serio, aunque no era un objetivo deportivo en ese momento. Cuando lo recorro, me doy cuenta que me ha servido para crecer y soy mejor ahora que antes de ir a Japón. Como entrenador y como persona. He aprendido cosas nuevas en un lugar muy distinto y opuesto al nuestro.

-¿Qué balance hacés de este 2020 tan atípico?

-Profesionalmente casi todas las cosas son negativas. Con Japon sólo pudimos hacer siete entrenamientos y un partido. O sea, la nada misma. Aproveché el tiempo para estudiar el sistema de juego y otras cosas que tenía pendientes. Desde los sistemas de tecnología para evaluación hasta los de juego de equipos NBA. En lo personal, he pasado por un montón de momentos y no tengo una conclusión. Invierto mucho tiempo en decir “hay que aguantar un poco más” y trato de acompañar a mis tres hijos. Es difícil hacer un balance antes de que las cosas terminen. Revisé muchas cosas, como el lugar que elijo para vivir o cómo utilizo el tiempo. Pero no se puede tomar una decisión cuando estás muy arriba o muy abajo. 

-¿Hay una puerta abierta para la selección nacional?

-Es una pregunta que no tiene una respuesta que me quede cómoda. Si digo que no me interesa es antipático. Si digo que sí, parece que me estoy ofreciendo para un cargo y no me quiero ofrecer. Hay que ver qué pasa con Sergio (Hernández) después de Tokio: en el deporte, decir cosas mucho antes a veces no es tan certero. Está haciendo un trabajo excelente y lo mejor que podría pasar es que siguiera. 

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(Foto: Pedro Pérez)

-¿Se puede evaluar a la selección según la cantidad de jugadores en la NBA? 

-Es una buena manera de medir, pero no es la única. Evidentemente cuando la selección tenía nueve NBA salió campeona olímpica. Si tenemos muchos NBA es muy probable que la selección pueda pelear por estar entre los cuatro mejores del mundo. Está bien la medida, pero hay algo más: con algún NBA y siete u ocho en la Euroliga, también podés estar a la altura de los mejores. Si están en esas competiciones, la selección es más fuerte. 

-Sin jugadores NBA se logró un segundo lugar… 

-El “sin NBA” no era tan real. Se puede contextualizar porque estaba (Luis) Scola que jugó mucho en la NBA, (Nicolás) Laprovittola pasó también como (Patricio) Garino, y (Nicolás) Brussino. Y Campazzo era un NBA que estaba en el Real Madrid por cuestiones contractuales. 

-¿Tokio podría ser la despedida ideal para Scola?

-Ya se dio en realidad. Luis es un jugador extraordinario que rompe los límites establecidos para cualquier deportista. El equipo ya hizo el recambio de manera exitosa e hizo la despedida de Luis de la mejor manera: volvió a jugar una final del mundo sin la Generación Dorada. Es lo más sano que podía pasar. Es muy positivo para este grupo: ya no es más una carga ser el post Generación Dorada. El equipo de China jugó al mismo nivel que el del Mundial 2002. Salvo Luis que está cerca del retiro, todos están en una edad de plenitud tanto para Tokio como para el Mundial de 2023.

-¿Qué es el liderazgo?

-El líder es una persona que está al servicio del equipo, que se ocupa del bien común y no de él, que da la cara en momentos malos y muestra el camino o una luz. Incluso algunos tienen la capacidad de anticiparse a los hechos. De él, se espera que aparezca en los momentos delicados. Es muy importante que el líder principal tenga las capacidades de interpretar las emociones de quienes lidera y tenga la capacidad de transformar las emociones negativas en positivas. No sirve si dice “A este tipo no lo entiendo”. Hay que tener empatía para ser líder. 

-¿Cómo lo manejás vos?

-Intento parecerme a todo eso. En un equipo de básquet, a veces los jugadores tienen el liderazgo y cuentan con una herramienta más: poder liderar desde la acción. Cuando el jugador lidera con los cortos y la pelota en la mano, a veces causa un efecto inmediato en lo que pasa, sube el nivel de todos y libera presiones. Si sos el entrenador, tenés la obligación de tener empatía y manejar las emociones de aquellos que lideras. Incluso hay que poder liderar la diversidad. La etapa de que todos los jugadores tienen que ser a la manera del entrenador ha quedado atrás. La sociedad ha cambiado un montón: es importante poder llegarle a personas diversas y gestionar el liderazgo. Tienen que converger en el partido y los entrenamientos, pero pueden ser y pensar distintos. Y terminar jugando para todos y no para ellos. Todos los jugadores tienen un botón y tenés que ver por dónde le podés entrar. Para eso, los tenés que conocer. Es muy importante saber qué piensa, qué siente y ver por dónde entrar. Hay que interpretarlos y es uno el que se debe adaptar. 

-Preferís jugadores que intervengan en las decisiones. 

-Definitivamente, prefiero equipos con jugadores que intervengan. ¿Está bien o mal que (Lionel) Messi le diga al entrenador si tenemos que atacar un poco más, por ejemplo? ¿De qué estamos hablando? Están interviniendo y están viendo cómo juegan al mejor nivel posible a ver si son los mejores del mundo. Prefiero jugadores que intervengan. Impulso a que intervengan. Genero el espacio para que lo hagan y mi tarea es ordenarlo. Hay lugares y momentos específicos para que intervengan, como el entrenamiento, alguna charla antes del partido o el entretiempo. Lo malo es que no intervengan. 

-¿Te gusta intervenir en otras cosas que no sean el deporte?

-Me interesa, pero la palabra no es intervenir porque creo que no tengo un espacio para hacerlo. Soy un ciudadano y tengo una cuenta en Twitter que a veces uso para decir algo que tengo ganas. Ahí termina la cosa. No intervengo, que sería modificar algo con alguna acción. En estos casos solo doy mi opinión. Está claro que los deportistas, entre otros, tenemos la posibilidad de decir algo que se escuche un poco más. Pero hay un montón de cosas que yo no sé. Por eso opino de lo que creo que sé o de algo que me afecta. Después no me atrevería a opinar en otras cuestiones para las que no estoy preparado. Tenemos la costumbre de preguntarle de todo a un tipo que tuvo éxito en una cosa, y tal vez no sabe. Incluso a veces se ve tentado de contestar o piensa que es un mala onda si no responde algo que no entiende. 

-Hace poco, tuiteaste cuando se viralizó un video de la ministra Soledad Acuña cuestionando a los docentes. ¿La educación te afecta? 

-Me importa un montón. Tengo o tuve a mis tres hijos en todas las etapas del sistema educativo: primaria, secundaria y universitaria. Banco fuerte a los docentes que están en el aula, poco y nada a los líderes sindicales que tienen y poco y nada a una ministra que los desvaloriza. No banco nada que alguien que está al frente de un ministerio desvalorice a los docentes diciendo que fracasaron en el oficio o que al tener un origen socio-económico bajo tienen pocas cosas para compartir. Está la charla de Steve Jobs, por ejemplo, en la que dice que estudió caligrafía. Esos puntos que se conectan para el momento de crear el Iphone resulta que son buenos, cool. Ahora un maestro que antes de estudiar le interesó el deporte, el arte o la carpintería no tiene valor. Sin la educación, no se puede hacer nada. Vivimos un momento delicado, con 44% de pobres. Cualquier cosa que no esté en función de cambiar eso no nos va a permitir mejorar como país. La salud y la educación pública tienen que ser prioritarias para cualquier gobierno. De otra forma no podés crecer. Y este año refuerza aún más esa idea. 

-¿Qué deja Maradona? ¿Cómo sigue el deporte argentino sin él?

-Diego se transforma en un mito o una leyenda. Hay algunas razones: el futbolista genial en un país como el nuestro donde el fútbol es un fenómeno social, la persona que jugaba en la selección en cualquier condición o situación y el compromiso de clase. Todo eso despertó muchos sentimientos en el país y otros lados. Hay una serie de cosas, como el gol a los ingleses después de Malvinas, que hicieron que trascendiera para convertirse en una persona familiar o cercana para todos. Quedan absueltos los errores o contradicciones y recordamos todo lo otro. Quería a la camiseta argentina más que nadie: no le importaba lo profesional si tenía que putear o defender al himno y la bandera. En algún punto que él ahora descanse en paz es algo que alivia un poco el sentimiento de la pérdida. Creo que es algo que también necesitaba.