La pandemia logró lo imposible: que lo rutinario se vuelva novedoso. Por eso durante las últimas semanas cada vez que alguno de los futbolistas de élite se reincorporaba a las prácticas de su equipo era presentado como una noticia. El martes pasado, Tottenham publicó en sus redes sociales la foto del coreano Son Heung-Min, acompañada por este epígrafe: “Miren quién volvió”. El de Son sí era un regreso especial. Entre el 20 de abril y el 8 de mayo había realizado el servicio militar obligatorio en su país, Corea del Sur.

Caminatas de 30 kilómetros con un peso de 40 kilos sobre sus espaldas, simulacros con fuego y ejercicios para prevenir y mitigar ataques con armamento nuclear, biológico y químico, como entrar en una cámara de gas sin máscara protectora, fueron algunas de las vivencias de Son, figura del último finalista de la Champions League, que ganó Liverpool. En batallón 91 de la 9º Brigada de Marines, en una isla al sur de la península, Son quedó designado entre los cinco mejores alumnos de los 157 que integraron su formación. 

Las fotos del futbolista vestido de militar, con el número 136 en el casco en lugar del 7 que lleva en la espalda de su camiseta, causaron sorpresa. Para los coreanos, sin embargo, no se trata de un castigo. “Es nuestra primera obligación como ciudadanos, a pesar de la tristeza de alejarse de amigos y familias”, cuenta Roy Kang, encargado de Recursos Humanos en el Centro Cultural Coreano, de casi la misma edad de Son, 28 años, quien pasó 22 meses de reclutamiento entre agosto de 2010 y junio de 2012. “Aprendí técnicas de supervivencia y de defensa personal, como disparar armas y tirar granadas. Para la vida social no me sirvió mucho. Pero sí adquirí un hábito de ser ordenado, disciplinado y tener paciencia porque en la zona militar no hay acceso a internet”, recuerda Roy sobre su experiencia.

Son nació hace 27 años en Chuncheon, a unos 70 kilómetros de Seúl. Hijo de un futbolista, fichó por el Hamburgo de Alemania a los 16 años. Antes de llegar a la Premier League hizo escala en el Bayern Leverkusen. Ahora comparte su casa en Londres con su papá y su mamá y asegura que no tiene pensado casarse hasta su retiro, para no distraerse en su carrera.

La historia del extremo coreano y el servicio militar viene desde la previa de Rusia 2018. En Corea del Sur es obligatorio para todos los hombres antes de los 28 años pasar por el entrenamiento que puede durar hasta 24 meses. Como la Guerra de Corea terminó en 1953 con un alto el fuego pero el acuerdo de paz nunca se logró, aún se considera que ambos países están en guerra: por eso la amenaza bélica continúa latente y hay una fuerza de 600 mil hombres entrenada ante un posible ataque. Se sabe: dos años sin competencia para un futbolista de elite puede significar el final de su carrera.

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(Foto: AFP)

Un cuarto de siglo atrás, el servicio militar también era obligatorio para todos los jóvenes argentinos. En 1994, tras el asesinato del soldado Omar Carrasco mientras estaba reclutado en Zapala, Neuquén, la colimba -correr, limpiar, barrer- pasó a ser voluntaria. Dentro de la clase 62 que fue enviada a la Guerra de Malvinas, se contaban una docena de futbolistas. Y el propio Diego Maradona, tras ser campeón juvenil en Japón 1979, con 18 años, debió cumplir a medias con la obligación en plena dictadura: le daban libertad para participar de los partidos y los entrenamientos con la Selección y Argentinos Juniors, pero debió hacer acto de presencia. “El botón de Videla nos usó de ejemplo. Nos hizo cortar el pelo y hacer el servicio militar”, recordó alguna vez Diego.

Las lágrimas de Son, acaso el mejor futbolista asiático de la historia, tras la eliminación coreana en la primera ronda de Rusia 2018 recorrieron el mundo. Si lograba pasar el grupo F -junto a México, Suecia y Alemania- la clasificación a los octavos de final daría a los futbolistas la exención al servicio militar, igual que un podio en los Juegos Olímpicos o una medalla de oro en los Juegos Asiáticos. Pese al histórico triunfo ante Alemania, Corea del Sur quedó eliminada. Aún quedaba una oportunidad para Son: el entonces entrenador de Tottenham, Mauricio Pochettino, le dio permiso para viajar a los Juegos Asiáticos con su selección en agosto de 2018.

El título llegó en el tiempo extra, ante Japón. Y la sonrisa se dibujó en el velocísimo futbolista: “Sin el pueblo surcoreano apoyando no podríamos haber ganado esta medalla. Es el mejor día de mi vida”. El reclutamiento exprés al que accedió Son por aquel título se dio en 2020, el año de la pandemia, que arrancó torcido para él: en febrero sufrió la fractura de su brazo derecho. Viajó a Corea para ser operado y a su regreso a Londres debió cumplir una estricta cuarentena, cuando el virus aún no circulaba masivamente en Europa. Cuando Son ya estaba en condiciones de volver a su club, el fútbol ya estaba parado en Inglaterra. Fue entonces el momento indicado para cumplir con el entrenamiento básico por tres semanas en su país. Ahora sólo le restan 544 horas de servicios sociales durante los próximos tres años para terminar de cumplir con su obligación de ciudadano coreano.

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(Foto: AFP)