Porque llegó al hotel Le Royal Monceau, entró a la habitación y se puso el short de la selección argentina. Por el nivel de competitividad, la rara belleza, la forma pura de jugar. Porque hay nenes y nenas que empezaron a patear una pelota en Argentina o en cualquier rincón del mundo con él como referencia. Porque hay inmigrantes, como él a los 13 años, que dejan el país de origen y se instalan en los suburbios de las metrópolis, como París. Porque también hay futbolistas que lo veneran sin ruborizarse, de Neymar para abajo. Hasta ahora, la mayoría se camuflaba en el Barcelona. “Si Messi finalmente deja Barcelona -había dicho Zlatan Ibrahimović-, significa que no se irá sólo, sino con el 98% de los fanáticos que lo han seguido a él y no al Barça”. Son, más que nunca, los hinchas de Messi. “El futbolista ya está por encima de la institución y no al contrario -escribió Carlos Domingues en El Estímulo-. Son la referencia de los niños del mundo. El culto al ídolo, no a los colores”.

Si el Barcelona es més que un club, Messi es más que un futbolista. Barcelona no perderá hinchas, tristes por estas horas con la salida del futbolista que mejor jugó con la camiseta blaugrana. Pero sí perderá a millones de hinchas de Messi, mudados en un vuelo emocional a París. Según un estudio de Brand Finance, el Barcelona perdió un 11% de su valor sin Messi: 77 millones de euros menos en ingresos comerciales, 43 millones en venta de camisetas y merchandising, 17 millones por cada día de partido en el Camp Nou. Un lastre total de 137 millones de euros. “No me interesará este Barcelona sin Messi -dijo César Luis Menotti, director de selecciones argentina, exentrenador del Barcelona-. Messi seguirá siendo Messi. El Barça tendrá que demostrar que sigue siendo el Barça”. Barcelona, que le pagó 555 millones de euros desde 2017 a partir de los sucesivos aumentos de contrato, es -y será- més que un club. Pero ya més que un club sin Messi.

Y París Saint-Germain, de pronto, es la nueva casa de Messi. PSG, club-Estado, simboliza la rapiña del fútbol moderno en su máxima expresión. El poder del dinero del gas y el petróleo. Desde la compra de Qatar en 2011, PSG gastó 1391 millones de euros en fichajes, con Neymar (222) a la cabeza, seguido de Kylian Mbappé (145). La primera incorporación de peso fue el argentino Javier Pastore: 42 millones de euros. “Desde que firmé en 2011 con el PSG -cuenta ahora Pastore-, el emir me decía todo el tiempo que le hablara a Messi de París, que le preguntara si no quería irse del Barcelona, porque yo lo veía en la selección”. El emir de Qatar es Tamim bin Hamad Al Zani, dueño del PSG. Nasser Al-Khelaïfi, magnate amigo de Al Zani, es el presidente de Qatar Sports Investments, el fondo de inversión de Qatar al que pertenece el club francés.

Pero PSG no sólo representa el poder de la chequera. Fundado en 1970, es el equipo de los barrios periféricos de París. Y el fútbol es el juego de los cracks. PSG necesitó a Neymar en plenitud para llegar a su primera final de Champions en la historia en 2020, después de cuatro cuartos de final y tres octavos consecutivos. La temporada pasada alcanzó la semifinal, eliminado por Manchester City. Ahora necesita a Messi para ganar la Champions. “Que el mejor jugador del mundo no acabe su carrera en el club en el que se ha formado y fiche por un club-Estado también es un fracaso del fútbol actual”, expuso el exfutbolista catalán Alex Delmas. Messi cambió la historia del Barcelona con 35 títulos en 18 años. Por estas horas, se vieron chicos en las calles de Barcelona con la camiseta del club puesta, pero dada vuelta, con el 10 al frente. Y también las primeras camisetas del PSG con el N° 30 de Messi. “¿El logro tendría mucho valor deportivo si Messi ganara la Champions con el PSG? ¿No sería una consecuencia de la concentración más grande de riqueza en la historia del fútbol? -se preguntó Miguel Delaney en The Independent-. Una de las deliciosas ironías del deporte es que su propia dinámica humana puede alterar las cosas de formas inesperadas”.

“Tengo la misma ilusión que cuando era un nene. Quiero seguir ganando títulos. Amo el fútbol”, dijo Messi en la presentación en el Parque de los Príncipes. En Nepal, una fanpage de Facebook ya había cambiado de nombre: de “Barcelona Fan Nepal” a “PSG Fan of Nepal”. En Guinea, el martes, Messi alcanzó el nivel top de búsquedas en Google, por encima del clima, la religión y el Covid. Messi es fútbol-juego. Su transferencia al PSG, en cambio, auspicia una nueva etapa en el concierto global de la pelota, con el comando de la geopolítica. ¿Acaso no fue Manchester City, club-Estado de Emiratos Árabes Unidos, el destino que no fue después del burofax, preámbulo del adiós final? Al-Khelaïfi, el presidente del PSG, es el titular de la Asociación de Clubes Europeos, cargo que ocupaba Andrea Agnelli, de la Juventus. PSG no se unió al frenado proyecto elitista de la Superliga Europea. Y avanzó un casillero. Director de la cadena qatarí beIN, aliada a la UEFA, Al-Khelaïfi respondió en la conferencia después de que le preguntaran por el Fair Play financiero, suspendido por la pandemia en la Ligue 1: “Hemos estudiado el acuerdo y tenemos la capacidad. Lo que Leo traerá al club es enorme. Ustedes, como periodistas, deben no sólo enfocar lo negativo, sino también lo positivo”. Horas más tarde, el streamer Ibai Llanos charló con Messi por Twitch. Poder y comunicación.

“Es uno de los dioses del fútbol, es increíble. El deseo y la capacidad de luchar con la pelota en los pies, sin la pelota en los pies… Estoy muy agradecido de tener la posibilidad de verlo cada vez que lo puedo ver. Es un ejemplo extraordinario. Si hoy tengo 22 años, 18 o 14, él debe ser mi ejemplo. No por lo que hace con la pelota, sino cuando no la tiene. Por su carácter, cómo presiona, cómo trabaja para el equipo. Y estamos hablamos de Messi, que ya ganó todo”, decía el argentino Mauricio Pochettino en 2019, cuando dirigía al Tottenham, ahora al frente del Dream Team del PSG, con el joystick de la Play en las manos, en el “equipo ideal”, como lo definió Messi.

A los 34 años, Messi ya no pertenece al Barcelona, el club de su vida. Menos al PSG y Qatar, patrón y sede del Mundial 2022. Tampoco a sus hinchas: Messi pertenece al juego más popular del mundo. Y a un nuevo orden del fútbol. “París -le decía la escritora Gertrude Stein a Ernest Hemingway- es donde está el siglo XX”. Era el comienzo de la década de 1920, cuando París era una fiesta. Cien años después, Messi, el futbolista del siglo XXI, llegó a París. Y sale al sol y sonríe.