La caída de la actividad económica se hizo sentir con fuerza en el segundo trimestre del año. De acuerdo al informe que difundió el Indec el último martes, el Producto Bruto Interno descendió 4,9% en comparación con el mismo período de 2022. La variación desestacionalizada con relación al trimestre anterior también fue negativa (2,8%). El remezón fue más potente de lo que se esperaba y abre algunas incógnitas sobre lo que puede suceder en los próximos meses.

No había mayores expectativas sobre un resultado positivo teniendo en cuenta la histórica sequía que afectó los cultivos y que hizo descender en 40,2% la producción del sector agropecuario. Por su ponderación en el indicador, sólo ese dato explicó casi toda la caída del PBI (4,38 puntos). Además, esto arrastró a otros sectores de esa cadena, como la producción de maquinarias y equipos agrícolas. Ya el EMAE (estimador mensual) había arrojado en junio una caída de 20,4% en ese rubro, por la menor demanda de tractores, cosechadoras, pulverizadoras autopropulsadas y de arrastre, sembradoras y de ciertas líneas de implementos.

Pero no toda la culpa se le puede echar a la sequía. También hubo caídas en la industria manufacturera (1%), uno de los sectores que mueve la aguja de la actividad por su peso en el abastecimiento del mercado interno y por el empleo que genera. En cambio, hubo dos números muy favorables en otros dos sectores. Uno es el de hoteles y restaurantes, que subió 6,4% apuntalado por los planes oficiales de estímulo al turismo (el PreViaje). Y otro es el de minas y canteras, que mantiene un sostenido ascenso (ver recuadro).

Si la foto del PBI es decididamente mala, la película tiene final abierto. La previsión del gobierno es una baja de 2,5% para este año, que será más que compensada por una mejora de 2,7% en 2024 y de 2% en los dos años subsiguientes, según el escenario macroeconómico pintado en el Presupuesto 2024 enviado al Congreso. En el Ministerio de Economía  apuestan por el efecto Vaca Muerta y la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, que en 2023 permitirán ahorrar importaciones por U$S 2100 millones y que a partir del año que viene dejarían la balanza energética con saldo favorable.

Sin embargo, en otros sectores las expectativas no son buenas. Según el relevamiento del Indec en el sector manufacturero, el 33,6% de las empresas espera que la demanda interna decaiga en el corto plazo, contra apenas un 19,5% que aguarda una mejora. En cuanto al uso de la capacidad instalada, la respuesta con más adhesiones fue que disminuirá (38,6%), por sobre los que creen que se mantendrá o subirá.

Golpe al consumo

Las dudas se potencian por la compleja coyuntura, que incluye un combo de devaluación, inflación descontrolada (124,4% interanual) e incertidumbre por el resultado electoral del mes que viene, que definirá la orientación política y económica por los próximos cuatro años. En ese sentido, la Cámara Argentina de Comercio y Servicios estimó que la caída en el consumo de bienes y servicios por parte de los hogares fue de 1,8% en agosto con relación al mes precedente.

“La pérdida de dinamismo vista en los últimos meses continuaría acentuándose”, señaló la entidad. El informe también destaca la dureza del golpe que significó la devaluación. “El poder de compra de los hogares se vio notoriamente reducido (una disminución de 17% de ingreso disponible), consolidando una tendencia de mediano plazo a la baja”, explicó la CAC. La gran pregunta es cuál será el efecto de la batería de decisiones tomada en los últimos días por el gobierno, teniendo en cuenta que muchas de ellas son transitorias y que su continuidad para el año que viene dependerá de una ley del Congreso. “La capacidad de estas medidas en traducirse en efectivas mejoras en el poder de compra de las familias influirá en el comportamiento de los sucesivos meses”, concluyó el trabajo.

Alimentos y bebidas

Desde otro ángulo, también la mirada de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) es pesimista. El índice de producción industrial que elabora esa entidad cayó en agosto 2,4% con respecto al mes anterior y 0,7% interanual, encadenando cuatro meses consecutivos de retroceso.

Entre otros rubros, el que llama la atención es el de la producción de alimentos y bebidas. En esa rama «se tuvo un deterioro en el desempeño del sector a partir del freno en la faena vacuna, que podría señalar un cambio de tendencia con la mejora de las condiciones hídricas de los campos, y que se sumó a la caída que venían registrando en meses previos la producción de otros alimentos: lechería, productos de panadería, aceites». Sea por problemas en la producción o por la escasez de la demanda, el fenómeno ayuda a tirar para abajo la actividad.  «

El litio y Vaca Muerta disparan un «boom» de la minería

Si el producto bruto nacional experimentó una fuerte caída, en cambio la explotación de minas y canteras sigue dando muy buenos resultados. En el segundo trimestre del año el valor agregado aportado por ese sector subió un 6,3%.
El crecimiento se viene dando de manera continuada, sostenido en los últimos tiempos por el «boom» del litio en el noroeste del país y por las facilidades que otorgan los gobiernos provinciales, que se ven beneficiadas por el incremento de sus regalías. El índice de producción industrial minero, que el Indec comenzó a difundir recientemente, muestra que en julio hubo una suba de 10,3% interanual y que el acumulado de los primeros siete años también tiene una mejora de 10,9% con relación al mismo período de 2022.


En el caso del litio, en particular, la mejora en la producción fue de 80,6% interanual y 18,6% en el acumulado de los primeros siete meses del año.


Uno de los rubros más dinámicos es el de servicios de apoyo para la extracción de petróleo crudo y gas natural, que subió 33,5% con relación a un año atrás. El fenómeno está asociado a la mayor productividad del yacimiento de Vaca Muerta. En particular, la producción de las arenas de fractura, uno de los insumos indispensables para la perforación de pozos de petróleo y gas, subió un 21,7% interanual, lo que da la pauta de la intensidad con que se van explorando y abriendo nuevos pozos.