La puesta en marcha del primer tramo del Gasoducto Presidente Néstor Kirchner (GPNK) el pasado 9 de Julio constituye un significativo avance en materia de soberanía energética y permite además dejar en claro cuál es el modelo económico y las políticas públicas —con mirada estratégica— que resultan necesarias.

En cuanto a los beneficios del GPNK, éstos son diversos y significativos. En lo relativo a la energía, se pretende abastecer gradualmente con gas nacional a la totalidad de la demanda argentina, lo que a su vez permitirá reducir sensiblemente el costo de abastecimiento. También habrá un ahorro importante en divisas, dada la menor necesidad de importaciones (y en poco tiempo habrá ingresos por exportaciones de gas).

En la inauguración del gasoducto, Sergio Massa aseguró que «frente a todos aquellos que plantean que Argentina es un país de fracaso, aparece el orgullo de ser argentino y de saber que tenemos con qué construir el futuro de nuestra Nación».

Efectivamente, esta realización me produce orgullo por partida doble: como ciudadano, por los esfuerzos destinados a la finalización del primer tramo del GPNK, y como diputado, porque los recursos que se obtuvieron a partir de la Ley del Aporte Solidario y Extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia (ASEP) fueron un componente de gran ayuda para poder financiarlo.

De los más de $ 250.000 millones recaudados por el aporte, un 25% se destinó a la producción y distribución de gas natural. También fueron esenciales sus otros destinos. Un 20% fue para el fortalecimiento del sistema de salud y en este rubro los recursos representaron alrededor del 40% de lo invertido en la vacunación contra el covid-19 en 2021. Otro 20% se destinó a subsidios a las MiPyMEs (el ASEP recaudó un 54% de los recursos destinados durante 2021 a los programas REPRO 2). Otro 20% para las becas Progresar. Por último, un 15% se destinó al Fondo de Integración Socio Urbana (FISU), que permitió beneficiar a más de 55.000 familias de 279 barrios populares.

No son sólo discursos

Las diferencias entre modelos no están sólo en los discursos. Si nos retrotraemos a la gestión macrista, en ese entonces surgieron como alternativa a la inversión pública los proyectos de Participación Público Privada (PPP), ley aprobada en 2016. Un sistema que, en términos generales, pone al Estado al servicio del sector privado.

Cuando se discutió esa ley en el Parlamento voté en contra y la denominé «Propuesta de Pérdida de Soberanía Nacional», ya que la concreción de las obras quedaba totalmente en manos privadas pero con subsidio del Estado, y además por las lesivas cláusulas que contenían los PPP sobre la posibilidad de la resolución de litigios en tribunales extranjeros. Adicionalmente, el sistema ya había fracasado en varios países europeos.

También durante el macrismo, y posterior al endeudamiento con el FMI, se encaró un fuerte ajuste en materia de infraestructura. El entonces ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, intentaba justificar esa decisión: «nos duele tocar el presupuesto de la obra pública, pero (…) necesitamos acelerar el camino hacia la convergencia fiscal».

Siguiendo con las diferencias de fondo con las políticas neoliberales, Cristina Fernández de Kirchner, en ocasión de la inauguración del GPNK, compartió información sobre la fuerte desinversión que padeció YPF al ser privatizada, un proceso al que llamó: «política predatoria».

Según la información compartida por la vicepresidenta, en 2011, un año antes de recuperar YPF, la Argentina tuvo por primera vez en 17 años déficit energético producto de la distribución de dividendos y la no inversión de Repsol, claves de por qué tuvimos que importar. Ese déficit no fue causado por el Estado ni por la política, fue causado por empresarios. Más aún, los dividendos pagados prácticamente se triplicaron desde 2003, mientras que las reservas de petróleo se redujeron un 50% y las de gas un 55%.

Estas cifras demuestran que, una vez agotados los yacimientos descubiertos en etapas previas, la falta de inversión condujo a un desplome en las reservas y en la producción, pero no así en los dividendos remitidos a la casa matriz.

Tal como expresó Alberto Fernández en la inauguración del GPNK, «no hay ninguna posibilidad de que un país se desarrolle si el Estado no está presente llevando adelante las obras que hacen falta» y si no se producen fuentes de trabajo.

Ganancias inesperadas o beneficios caídos del cielo

En el plano internacional, se conoció un informe de las ONG Oxfam y ActionAid que concluye que las 722 corporaciones más grandes del mundo sumaron U$S 1,1 billones en ganancias inesperadas cada año durante 2021 y 2022, mientras miles de millones de personas han tenido que hacer recortes en sus gastos esenciales o pasar hambre. Un fenómeno de «beneficios caídos del cielo» que se observó durante y luego de la pandemia sanitaria, especialmente en algunos sectores económicos como energía, alimentos y farmacéuticas. Como consecuencia de ello, agrega el documento, «ahora hay 96 multimillonarios de la energía con una riqueza combinada de casi U$S 432.000 millones».

En igual sentido, un reciente informe de la ONU sostiene que, como consecuencia del impacto acumulado de la crisis de la pandemia sanitaria y la inflación mundial, en los últimos tres años 165 millones de personas cayeron en la pobreza y 75 millones en la pobreza extrema.

A su vez, según datos brindados en un documento de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), la inseguridad alimentaria (equivalente a lo que en la Argentina señalamos como indigencia) moderada o grave, que venía aumentando desde 2015, pegó un fuerte salto en 2020, con la pandemia, y luego no bajó. Ello ocurrió a pesar del rebote productivo y el crecimiento mundial de los dos siguientes años. Toda una postal de un mundo extremadamente injusto y desigual.

En este marco, y volviendo al plano local, es interesante hacer una breve mención a la evolución del IPC Nacional. El pasado jueves se conoció la variación de junio, que fue del 6% en su nivel general, continuando la tendencia a la desaceleración, luego del pico del 8,4% de abril. Si bien aún estamos ante valores inaceptablemente elevados, es destacable la variación del componente «Alimentos y Bebidas no alcohólicas» (+4,1%) en el índice nacional y 3,6% en el GBA. Se trata de un rubro fundamental por su incidencia en las condiciones de vida de los argentinos y las argentinas.

Es importante continuar, y fortalecer más aún, las políticas orientadas a recuperar el poder adquisitivo de la mayoría de la población por la vía de la menor inflación, junto con medidas focalizadas en los sectores de menores ingresos. La reciente actualización de las becas Progresar y los nuevos créditos a tasa fuertemente subsidiada a los/as jubilados/as son ejemplos de ello. Medidas que se encuentran en franco contraste con las propuestas de la oposición, que apunta a un fuerte ajuste del gasto, al achicamiento del mercado interno, y a la vuelta del Estado canchero. Lo contrario al desarrollo económico y social con distribución equitativa del ingreso, objetivos que perseguimos desde Unión por la Patria.