Los analistas económicos prevén que a lo largo del año que viene se seguirán sintiendo las tendencias más fuertes de la actual economía: inflación y recesión –la estanflación- y con un dólar cuyo valor será bajo respecto del alza general de precios.

Este panorama surge de la publicación, este martes del Relevamiento de Expectativas de Mercado correspondiente a noviembre por parte del Banco Central. El relevamiento se genera a partir de una encuesta respondida por una cincuentena de instituciones académicas, consultoras privadas y bancos.

Según estas respuestas, la inflación de 2020 será del 43% punta a punta, es decir, de enero a diciembre. La inflación núcleo (que incluye los productos de consumo masivo) sería algo más elevada, del 44,1 por ciento.

Los analistas consultados por el BCRA observaron un mayor riesgo inflacionario en sus respuestas de noviembre respecto de las que dieron a fines de octubre, aunque plantearon un escenario de caída de la inflación desde el 4,3% previsto para este diciembre hasta 3% en mayo.

Con todo, el hecho de que la inflación núcleo siga por encima de la inflación general habla de una inercia que podría ser impactada por el alza de tarifas de los servicios públicos. El próximo presidente Alberto Fernández dijo que quiere pesificar las tarifas pero no ha explicado cómo será ese cambio.

Actividad y dólar

De acuerdo con los analistas consultados para el REM de noviembre, 2019 cerrará con una caída de la actividad económica del 2,8%. En ese sentido, su optimismo mejoró levemente desde el REM de octubre, cuando el cálculo de la recesión de este año arrojó un 3 por ciento.

Para el año entrante, el escenario previsto es de una nueva caída del Producto Bruto Interno (PIB) del 1,7%, con lo que se atarían tres años consecutivos de caída de la actividad con elevada inflación.

En ese sentido, el valor del billete de EEUU subiría sólo un 38% entre diciembre de 2019 y el mismo mes del año próximo, cuando su valor de cambio sería de $85,9 por unidad.

Un alza semejante del dólar implicaría que nuevamente el tipo de cambio se transformaría en una de las herramientas para luchar contra la inflación, aunque con riesgos concoidos, como un impacto en el comercio exterior (al estimular las importaciones y desestimular las exportaciones), en la balanza turística, por fomentar los viajes al exterior, y en la dolarización de los ahorros.