Rubén Sobrero recibe a Tiempo en un bar a metros del local de Izquierda Socialista, uno de los partidos que integran el Frente de Izquierda y de los Trabajadores y del que forma parte. El “Pollo”, como se lo conoce públicamente, nació en 1961, tiene cuatro hijos de dos matrimonios y comenzó su militancia durante la dictadura militar en el barrio de Ciudadela que lo vio nacer. Nunca dejó la zona oeste del Gran Buenos Aires aunque ahora vive en Haedo, más cerca de la sede de la Unión Ferroviaria Oeste, sindicato que conduce desde el año 2004.

Allí en Ciudadela comenzó su militancia en la JTP. Su actividad la desarrollaba en la clandestinidad: “Las reuniones las armábamos haciendo partidos de futbol, para disimular, fueron años muy duros”, recuerda. Sin embargo, ya sobre el final de la dictadura, comenzó a participar de reuniones con la izquierda, en particular con lo que luego sería el Movimiento al Socialismo (MAS), donde conoció a Luis Zamora.

A la hora de un balance general de los 40 años de democracia, el Pollo es contundente: “La democracia tiene una deuda muy grande con la sociedad. Los partidos que han gobernado han hecho todo mal». Sobre los motivos, no duda: “Es el sistema capitalista que ya no puede dar respuesta a los menores reclamos”.

Las ilusiones de los ‘80

Foto: Diego Díaz

El dirigente explica que “en la década del ’80 vivimos la ilusión de la democracia. Caminar por la calle y que no te chupen era importante. La experiencia del MAS fue muy enriquecedora. Pasamos de tener 320 militantes cuando entré, a llenar un estadio. Pegamos un salto muy grande en Semana Santa. En un mes duplicamos los militantes y la mayoría venían del radicalismo. Denunciamos la traición de Alfonsín y la gente nos puteaba. Después salieron las leyes de impunidad y duplicamos los militantes en un mes”.

Eran épocas en las que el MAS contaba dentro de sus filas a reconocidos intelectuales y su influencia se sentía en diversos sindicatos de peso. Eso generó la ilusión de que estaban cerca de ganar el poder: «Fue grande la desilusión de darse cuenta que estábamos muy lejos de eso”, recuerda. En perspectiva, señala que “el error político más grande fue no interpretar el significado de la caída del muro de Berlín».

Las privatizaciones

Foto: Diego Díaz

Para el Pollo la parte más dura de este ciclo democrático fueron los ’90 y las privatizaciones. Sobrero, que era técnico en telecomunicaciones, fue despedido de Entel cuando fue privatizada y estuvo dos años desocupado: “Me quedé sin laburo y sin partido porque el MAS explotó. Además no veíamos salida porque la gente aplaudía que se privatizaba todo. La pequeñoburguesía se iba a Miami y no veía que del otro lado se generaban miles de desocupados”.

Cuenta que estuvo “fundido” (en la jerga, alejado de la política) un tiempo. Luego de los miles de despidos en ferroviarios, la nueva empresa privada comenzó a tomar empleados y pudo ingresar.

Su regreso a la actividad política y gremial fue casi por casualidad: “Un día mientras instalaba los teléfonos en la gerencia, presencié cómo un gerente maltrataba a un empleado de limpieza. Me sentí muy mal por no haber reaccionado. A los dos días, la CGT convocó a un paro general. Decidí adherirme a sabiendas de que ponía en riesgo mi puesto de trabajo porque estaba en período de prueba. Efectivamente, ese mismo gerente me llamó para despedirme. Volví a mi oficina y me puse a buscar laburo en los clasificados de Clarín. Me golpeó la puerta uno de la Unión Ferroviaria y me dijo que, por miedo, ni los delegados habían parado y que necesitaban renovar el cuerpo de delegados. Acepté, firmé los papeles y ya era delegado”.

Enseguida, recuerda, “me convocaron a un asado del gremio con la patronal, obligatorio. Vi cómo el sindicato armaba la lista de despedidos con la empresa y decidí volver a organizarme y militar para sacarlos”. Con el tiempo armó la lista Celeste con sectores del moyanismo, la CTA y la izquierda y sacaron el 45% de los votos: “La CTA se apartó y el moyanismo se fue con José Pedraza (el secretario general de la UF). Armamos la lista Bordó y ganamos la seccional Haedo en 2004”.

La masacre de Once y el asesinato de Mariano Ferreyra

Dos son los hitos que destaca Sobrero durante estos años. Uno es la masacre de Once, de febrero de 2012: “Los ferrocarriles no se hubieran reestatizado sin la masacre de Once. Mostró lo que significan las privatizaciones y el rol de todos los gremios que se callaron la boca. Nosotros hicimos las denuncias y aportamos pruebas de la responsabilidad empresaria antes y después del hecho».

El otro momento que destaca con orgullo fue la respuesta de los trabajadores de la línea Sarmiento ante el asesinato de Mariano Ferreyra a manos de una patota liderada por Pedraza: “Fuimos la única línea que paró completamente ese mismo día y la única que trabajó al 100% el día que la Unión Ferroviaria llamó a un paro reclamando la libertad de los asesinos. Tomamos el control de la línea e incluso reemplazamos a los que querían parar en apoyo a Pedraza. Lo recuerdo con un gran orgullo”.

A la hora de analizar la coyuntura actual y el triunfo de Javier Milei, el Pollo opina que “teníamos que elegir entre Freddy Kruguer y Frankestein. Milei fue muy ayudado por el Frente Renovador, que le armó las listas. Este será un gobierno de unidad nacional, con toda la casta. La burocracia sindical ya dijo que va a garantizar la gobernabilidad y el peronismo, que va a acompañar en el Congreso. Todos defienden al capitalismo y están para garantizar el acuerdo con el FMI”.

En relación a la dificultad de la izquierda en canalizar la bronca popular, Sobrero opinó que “un motivo es que la gente vio al cristinismo como la izquierda. Además sabe que lo nuestro no es ‘votame que yo me hago cargo’. Hay que movilizar y encarar cosas complicadas como romper con el FMI, estatizar la banca y el comercio exterior. Un voto hacia nosotros es también ir a un enfrentamiento brutal, algo a lo que la sociedad todavía no está dispuesta. Pero cada vez tiene menos caminos. A no ser que acepte vivir en la barbarie”. «