“Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”. La consigna se repite como un mantra cada 24 de marzo en el centro porteño. Un abrazo envuelto en palabras protege, cuida, acompaña a las mujeres que parieron la democracia hace 40 primaveras.

¿Pero qué sucede con ellas en su vida cotidiana más allá del abrazo simbólico? ¿Quién les da una mano en el día a día? ¿Quién se las dio por ejemplo durante la pandemia, que si nos afectó a tantos cómo no les iba a afectar a ellas? Las súper heroínas de la Memoria, la Verdad y la Justicia son mujeres de carne y hueso, con necesidades de adultos mayores –viejos son los trapos-, que muchas veces están solas a la hora de realizar un trámite, cobrar la jubilación, ver una película, dar un paseo o simplemente charlar mate de por medio.

“Es loco, pero más allá de las fechas importantes, como las de marzo y diciembre, identificamos que había un vacío en el cotidiano de muchas Madres. Necesitaban apoyo y acompañamiento. Así nació la idea de darles una mano, que es una forma de retribuirles sus gestas, sus luchas. Algo que parece chiquito, pero que ha sido muy significativo para muchas. Entendimos que ahora había que cuidarlas a ellas”, cuenta Ana Sofía Soberón, integrante de la Red Voluntaria de Acompañamiento a las Madres de Plaza de Mayo del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).

Soberón es trabajadora social y forma parte del Área de Salud Mental de la organización no gubernamental. Puso el cuerpo desde la génesis del proyecto: “en 2015 se acercaron con la inquietud Héctor Leboso y María Adela Antokoletz, amigos de la casa y militantes de las políticas de Derechos Humanos. A partir de sus miradas, identificamos que algunas Madres estaban solas a la hora de encarar ciertas actividades, muchas eran viudas, no tenían familiares que pudieran ayudarlas en necesidades cotidianas, en traslados… Tampoco estaba el Estado presente. A partir de ese vacío, se empezó a tejer la red”, recuerda Soberón. 

Patricia Panich trabaja en el CELS hace 23 años. Es psicóloga e integra el espacio de Investigación. Es una de las tejedoras de la Red desde el origen: “propusimos que estuviera formada por voluntarias y voluntarios. Desde un principio se pensó como un acompañamiento social, el ‘estar con’, pasar tiempo juntas, leerles, ver una película o hacer las compras. Pero fuimos sumando otros requerimientos, como acompañarlas a los médicos, a hacer trámites, al banco. Es un servicio social no terapéutico. Somos voluntarias con vocación de servicio, ganas de acompañar y devolverles algo de todo lo que hicieron por nosotres”. 

El grupo de voluntarias salió a la cancha durante 2016, en los primeros años del macrismo negacionista. El equipo estaba conformado por diez acompañantes. Detalla Panich: “llegamos a acompañar a seis madres en estos siete años de historia. Carmen Lapacó, Carmen Cobo, Marta Vázquez, Alba Lanzillotto, y a Carmen Loréfice, que actualmente vive en Mar del Plata.”

Soberón cuenta que con el acompañamiento se va construyendo un vínculo, una amistad: “en mi caso, la primera vez que me acerqué a la casa de Carmen Loréfice en Boedo, charlamos horas. Le interesa mucho la realidad política. No era ir todos los días, pero hablábamos por teléfono, o pasaba a tomar unos mates y caminábamos un rato, y le cambiaba el ánimo. Se forjó un vínculo.”

Panich recuerda una visita al Centro Cultural Conti en la ex Esma, cuando las Madres estaban de invitadas a ver una película: “fuimos en patota en una combi. La pasaron bárbaro, viendo una peli medio subida de tono, ellas se mataban de la risa, y nosotras coloradas. Después tuvimos una merienda espectacular, todas chochas y felices de la vida. Un recuerdo imborrable.”

La pandemia, con su aislamiento y cuidados obligatorios, fue todo un desafío para la Red. El equipo extremó los cuidados, tuvo que suspender las visitas presenciales y se centró en sostener el vínculo por teléfono: “a una Madre la teníamos que acompañar al cobro de la jubilación. Era todo un evento para ella; salir de su casa, del aislamiento. Así nos cuidamos en esa época”.

En los últimos tiempos, muchas de las Madres, que en su mayoría andan por arriba de los 90, nos han ido dejando. Reflexiona Sofía: “forma parte de la vida, y es duro para las integrantes de la Red. Es un duelo que hacemos en forma colectiva, acompañadas por Carmen Cáceres que nos coordina. Todas hemos pasado por esa pérdida, pero entendemos el rol significativo que tuvo la Red para ayudar a las Madres a transitar los últimos años de vida acompañadas y vitales. Es una experiencia hermosa, que también nos obliga a pensar en todos los adultos mayores que están solos y tienen necesidades.”

La Red de Acompañantes
Inteligencia Artificial por la Identidad

La Fundación Sadosky y Abuelas de Plaza de Mayo, junto al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, lanzaron un desafío para jóvenes programadores: deben elaborar un software de captura y jerarquización de textos por reconocimiento óptico de caracteres. El objetivo: hacer accesible al público la hemeroteca de la Asociación, un material fundamental para la lucha por la Memoria, Verdad y Justicia. Está dirigido principalmente a estudiantes de programación de las carreras de Computación y Ciencias de Datos. La iniciativa apunta a desarrollar un software que digitalice y transcriba el archivo periodístico de Abuelas, para hacerlo accesible al público. «Ese archivo físico ya está escaneado. Ahora necesitamos ver cómo extraer de la manera más adecuada la información de esas imágenes”, señala Fernando Schapachnik, director ejecutivo de la Fundación Sadosky.