Gabriel Rabinovich entraba en la adolescencia cuando el país recuperaba la democracia, en 1983. La dictadura que quedaba atrás no sólo había sido la más sangrienta de la historia argentina. También, había sido arrasadora para la ciencia, el saber universitario y el desarrollo tecnológico nacional. Una década después, en 1993, se graduaba como bioquímico en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Eran, otra vez, tiempos duros para el sistema científico. Pero él ya había elegido su camino.

A fuerza de “curiosidad y creatividad para investigar”, llegó a revolucionar las terapias contra el cáncer. Con la premisa de que “la ciencia tiene herramientas sumamente poderosas para transformar la sociedad, a través de la generación de conocimiento disruptivo y aplicaciones que ayuden a vivir mejor, conteniendo a toda la población y generando una inclusión verdadera, no en el discurso sino en la praxis”. Lo evidencian sus logros concretos.

A finales de los ’90 se graduaba Juliana Cassataro. Tras cursar la primaria y la secundaria en establecimientos públicos, egresó en 1998 como licenciada en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Hija de una contadora y un ingeniero químico detenidos-desaparecidos durante el terrorismo de Estado, la joven había sido criada por sus abuelos. Eligió un recorrido que la llevó mientras realizaba el doctorado en inmunología, a dar clases de apoyo escolar en Villa Fiorito y a militar en HIJOS. Y nunca tuvo dudas: se dedicaría a la ciencia. En esa senda alcanzó un hito al crear la vacuna argentina contra Covid-19.

Rabinovich y Cassataro decidieron quedarse y hacer sus carreras en el país donde se formaron. Hoy están entre los máximos exponentes de la ciencia nacional. Y comparten la preocupación por lo que pueda venir, ante un nuevo gobierno que tiene a la educación pública y la ciencia entre sus blancos.

La proteína y la vacuna

En estas 4 décadas el país puso satélites en órbita, hoy tiene un Plan Nuclear de vanguardia en la región, se crearon una veintena de universidades, el programa Pampa Azul, el auge de la Industria del Conocimiento, el Programa Raíces que logró repatriar más de 1300 hombres y mujeres de la ciencia, y que se reactivó en el 2020 tras el desmantelamiento macrista.

En materia de hitos científicos, los que encabezaron Rabinovich y Cassataro se dieron en los últimos años, atravesados por el impacto y las dificultades extra de la pandemia de Covid-19. El bioquímico e investigador del Conicet que descubrió la proteína galectina 1 lanzó en agosto Galtec, una start up que apunta a tener listo en dos años un anticuerpo para el tratamiento de cáncer.

“Hace 30 años, a partir de una reacción cruzada con un anticuerpo generado cuando yo era estudiante contra lectinas de la retina y el hígado del pollo, identificamos la presencia de galectina-1 en células del sistema inmunológico. Observábamos que cuando adicionábamos esta proteína a cultivos de linfocitos T activados (las células que constituyen el ejército de nuestro sistema de defensas), éstas se morían por un proceso llamado apoptosis. Esto dio lugar a un nuevo paradigma», explica Rabinovich.

Y sigue: «Por un lado, galectina-1 promueve homeostasis suprimiendo la respuesta inmunológica exacerbada y evitando el desarrollo de enfermedades autoinmunes. Por el otro, los tumores aprovechan esta proteína para escapar de la respuesta inmunológica, crecer, formar nuevos vasos sanguíneos y generar metástasis. Este paradigma que llamamos ‘El dulce caso de Doctor Jeckyl y Mr Hide’ permitió generar no solo publicaciones relevantes sino también tecnologías claves: un anticuerpo monoclonal neutralizante de galectina-1 para el tratamiento de distintos tipos de cáncer y variantes de galectina-1 recombinante para la terapia de enfermedades autoinmunes e inflamatorias crónicas”.

Poco después del lanzamiento de Galtec, se anunció en octubre que estaba lista la vacuna para refuerzos contra Covid-19 ARVAC Cecilia Grierson, desarrollo de investigadoras e investigadores de la UNSAM y el CONICET con Cassataro al frente, en conjunto con la Fundación Pablo Cassará y el Laboratorio Cassará. Y lo que nació como un equipo de ocho personas terminó involucrando a más de 500 profesionales en un desarrollo público-privado que puso a la Argentina en un exclusivo listado: sólo 13 países generaron integralmente su propia vacuna contra el coronavirus.

“La mayoría de nosotros, tanto del sector público como privado, somos gente que se ha formado en la educación pública, que se ha desarrollado y especializado durante todos estos años. Esta base del conocimiento y buena formación de los profesionales de Argentina creo que tiene que ver con que se pudo sostener la universidad pública, gratuita y laica”, remarca Cassataro, mientras el gobierno que asumirá en pocos días ya expuso que planea arancelar universidades y sacarle el status de Ministerio a la Ciencia.

Ciencia para el desarrollo nacional

“Durante muchos años soñamos con traducir los descubrimientos del laboratorio y las tecnologías desarrolladas en una plataforma que permitiera llegar a los pacientes”, cuenta Rabinovich y describe dos de los desarrollos concretos que resultaron de esa búsqueda: una inmunoterapia contra el cáncer colorrectal basada en anticuerpos monoclonales neutralizantes de galectina-1 y un fármaco contra la esclerosis múltiple y la aterosclerosis. “Ya los probamos en modelos de laboratorio y estamos avanzando en el desarrollo de las ‘buenas prácticas de manufactura’ necesarias para presentarlas a las autoridades regulatorias”.

Es importante –remarca el experto– que las autoridades electas tomen conciencia que la ciencia y la tecnología deben ser una política de Estado. En Argentina no solo podemos importar productos o generar tecnologías asociadas a descubrimientos de países centrales, sino que tenemos el talento humano y la potencia para desarrollar ciencia innovadora que impacte en el conocimiento universal”.

Cassataro comparte el anhelo y la inquietud. “Estamos a la expectativa y esperando que se valore, que se dé importancia a todo lo que se invirtió durante todo este tiempo en nosotros. Creemos que tenemos un rol muy importante en la sociedad para generar puestos de trabajo con alto valor agregado, hay un montón de capacidades que Argentina puede desarrollar y seguramente -como los países desarrollados- tiene que ver con la inversión en ciencia y tecnología. Esperamos que se pueda seguir por esa senda”.

Dos investigadores con premios al por mayor

Los desarrollos concretos e innovadores de Rabinovich y Cassataro motivaron múltiples premiaciones.
El creador de Galtec recibió en octubre el Konex de Brillante, la máxima distinción que otorga la Fundación. Antes había recibido numerosos reconocimientos: el Karl Meyer Award, TWAS, Guggenheim, Investigador de la Nación, Charreau y Bunge y Born. La revista Immunity lo eligió entre las 25 voces de la Inmunología mundial.
Cassataro, por su parte, obtuvo financiamiento internacional para sus proyectos previos desde la Fundacion Bill y Melinda Gates, Trust in Science GSK, y premios nacionales como Bunge y Born, Houssay, Konex, Perfil, Democracia y fue distinguida en noviembre con el primer premio de L’Oréal-UNESCO Por las Mujeres en la Ciencia. “Es un orgullo. Siempre veía que otras científicas que admiro mucho lo tenían. Además es evaluado por pares. Es un reconocimiento a nuestro trabajo, al proyecto y a la trayectoria de nuestro grupo”, remarca.
En la ceremonia de premiación se reflejó también una deuda pendiente: las mujeres son el 63% del personal de los organismos científicos, pero muy pocas llegan a lugares jerárquicos.