El informe anual de salarios que publica la Organización Internacional del Trabajo dio cuenta de un estancamiento en la suba de los salarios a escala planetaria durante 2017. Los ingresos de los trabajadores se incrementaron en términos reales apenas un 1,8% cuando un año antes habían subido un 2,4%. Se trata del registro más bajo desde la crisis financiera internacional de 2008. 

El dato, además, contrasta con el crecimiento de la economía global que, durante ese año, acumuló una suba del 2,8%. La diferencia entre un indicador y otro sirve para demostrar una tendencia firme a la apropiación desigual de la renta entre trabajadores y empresarios a escala mundial.

Si se exceptuara la economía china el crecimiento de los salarios globales en 2017 cae hasta un 1,1%. Es que, como parte del extendido proceso de transición a una economía capitalista plena, registra niveles muy acelerados de incorporación de trabajadores al sistema productivo y esto se refleja también en la suba de sus haberes.

El informe, además, destaca que en los países desarrollados que integran el G20 y donde los ingresos medios de los asalariados son más altos, la suba de los haberes se incrementó muy por debajo del promedio, alcanzando apenas un crecimiento del 0,4%. En Europa en particular la suba promedio fue nula. En países como España e Italia los asalariados incluso sufrieron una pérdida del poder adquisitivo. Por el lado de los países emergentes y en desarrollo que integran el G20 la suba registrada fue de un 4,3%, algo por detrás del 4,9% registrado un año antes.

A la hora de arriesgar las explicaciones que dan cuenta del fenómeno de retroceso relativo el documento destaca las conclusiones de la OCDE y el FMI y arriesga que los motivos son “el crecimiento lento de la producción, la intensificación de la competencia mundial, la disminución del poder de negociación de los trabajadores, (…) y una perspectiva económica incierta que puede haber desalentado a las empresas a aumentar los salarios.”.

El informe, además, destaca que entre los 52 países más desarrollados la suba de los salarios en el período que va desde 1999 a 2017 quedó muy relegada con relación a la productividad del trabajo que se incrementó un 17% contra un 13% de los salarios, otro indicador de un crecimiento desigual en la apropiación de la renta que generó la economía mundial en casi dos décadas.

Brecha salarial por género, una meta muy lejana

El documento presentado por la organización internacional dependiente de Naciones Unidas dedica todo un capítulo a indagar acerca de la brecha salarial por género cuya reducción está contemplada en las metas de desarrollo sostenible de la ONU que aspira a la igualdad plena para el año 2030. Según el estudio, tomando en cuenta 73 países que representan el 80% de la fuerza laboral global, la dispersión de las remuneraciones entre hombres y mujeres promedia un 16% con picos de hasta un 34% en Pakistán y con el curioso caso de las Filipinas donde las mujeres asalariadas perciben haberes un 10,3% superiores a sus pares hombres. Si se tomara la mediana del salario (indicador estadístico que desestima los valores extremos) la brecha sube hasta un 22% en favor del género masculino.

A la hora de establecer los motivos y por lo tanto las líneas de acción para reducir esa brecha, el informe destaca que “en los países de ingreso alto el nivel educativo de las mujeres en el empleo remunerado es, en muchos casos, superior al de los hombres” y que, por lo tanto, “un nivel de educación inferior no es una explicación a la brecha salarial entre hombres y mujeres.”.

El documento propone “entender qué hay detrás de la parte «no explicada» de la brecha salarial entre hombres y mujeres” que, arriesga, se explica por “la infravaloración del trabajo de las mujeres y la brecha salarial por maternidad.”.

Es que, por caso, destaca que “en una selección de países los salarios de las mujeres y los hombres que tienen un nivel de educación similar tienden a ser menores en las ocupaciones altamente feminizadas que en otras ocupaciones”. Además, pone el foco en “la «brecha salarial por maternidad»” que es la que existe entre mujeres con hijos y mujeres sin hijos y que “oscila entre el 1 por ciento o menos en Canadá, Mongolia o Sudáfrica y del 30 por ciento en Turquía”.

Por último, entre otras líneas de acción, la OIT sugiere promover “un reparto más equitativo de las tareas familiares entre hombres y mujeres, así como servicios adecuados de guardería y cuidado de los ancianos (que) harían que las mujeres tomen decisiones distintas en relación con sus elecciones de ocupación y trabajo” así como “políticas empresariales idóneas para la adopción de horarios flexibles”.