El 30 de marzo se conmemora el Día internacional de las empleadas del hogar. En América Latina y el Caribe se trata de uno de los trabajos más feminizados, y de los que tienen los más altos índices de informalidad. Esta problemática trasciende fronteras, y en cada país de la región, con sus particularidades socioculturales, se trata de un trabajo con bajas remuneraciones y que se desarrolla en malas condiciones.

Desde Grow-género y trabajo, analizamos la situación del sector, junto con algunas iniciativas que se están desarrollando para avanzar en su formalización.

Algunos datos

Según estimaciones de la Cepal, en la región hay entre 11 y 18 millones de personas que trabajan en este sector. De ellas, el 93% son mujeres. Se trata de trabajos mal remunerados, que en la mayoría de los casos –alrededor del 78%– se desarrollan en la informalidad, y que representan una de las principales fuentes laborales para las mujeres (14% en promedio de la región). (Cepal, 2020).

Además de ser un trabajo realizado casi exclusivamente por mujeres –lo que se relaciona con la división sexual del trabajo y la feminización de las tareas de cuidado– hay otros factores que explican las problemáticas del sector.

Según estimaciones de la OIT, más del 17% de las personas ocupadas en el sector son migrantes; mientras que según datos de la Cepal de 2010 para 8 países (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Honduras, Nicaragua y Panamá), el 63% eran afrodescendientes. En todos los casos, se trata de trabajos mal remunerados: representan la mitad –o menos– del promedio de los ingresos de las personas ocupadas (Cepal, 2020).

¿Qué hacer?

Distintos países están promoviendo iniciativas para abordar esta situación. En Argentina está vigente el programa Registradas, mediante el cual el Estado se hace cargo por 6 meses de la mitad del salario de nuevos empleos.

En México, uno de los países con mayor índice de informalidad –alrededor del 98%– se encuentra en marcha una política para formalizar los más de 2 millones de empleos que hay en el país.

En Uruguay se pueden ver algunos avances. En 2011 fue el primer país del mundo en ratificar el convenio 189 de la OIT, que tiene el objetivo de mejorar las condiciones laborales del personal doméstico. Pero incluso antes, en 2006, el país ya había sancionado una ley que otorgaba amplios derechos para el sector, y en la que tuvo importancia el Sindicato Único de Trabajadoras Domésticas del Uruguay (OIT, 2012). Los resultados son alentadores: hoy, el país tiene un 70% de cobertura en el sistema de seguridad social (Cepal, 2020).

En 2023, desde Grow- género y trabajo lanzaremos la campaña Reflejos de la desigualdad, con el objetivo de visibilizar los diversos obstáculos a los que se enfrentan las personas, y que terminan consolidando desigualdades.

En el trabajo doméstico se entrecruzan la feminización de las tareas domésticas, un factor de clase, la migración y la pertenencia étnico- racial, que convierten a esta actividad una de las más precarizadas de la región.

El Ministerio de Trabajo en la Argentina decretó una nueva escala de aumentos para este trabajo.