Más allá de las reminiscencias reales o forzadas, el conflicto por Vicentin tiene poco que ver con el de las retenciones en 2008. Esta vez el gobierno las segmentó, cobrándoles más a grandes empresas y menos a pymes. Esto hizo progresivo este impuesto. Y sobre esa base, habilitó el diálogo y hasta el apoyo de corrientes importantes en Federación Agraria Argentina, Coninagro, Sociedades Rurales locales –como la de Córdoba-, y organizaciones de cooperativas como FeCoFe, sin mencionar el apoyo del principal sindicato de obreros rurales, Uatre -que venía de sostener al macrismo- y otros sindicatos agrarios como la Fetaap.

Sobre esa base, el gobierno logró ahogar en su propia salsa los intentos por revivir un nuevo lockout patronal agrario en marzo. Bien leída, la idea de intervenir y expropiar Vicentin hace juego con toda esta política: ayuda a que cobren sus deudas el 70% de los acreedores de la cerealera que, como reveló Tiempo la semana pasada, son pequeños y medianos productores o cooperativas; y más a largo plazo, apuesta a una empresa pública que vaya en esa misma dirección.

No hay, por lo tanto, un conflicto «campo-gobierno», ni entre «el interior y Buenos Aires». Hay un enfrentamiento entre las fuerzas más reaccionarias y las más progresivas de la sociedad argentina, desde el Obelisco hasta los alrededores de Bell Ville.

El balance entre ellas es cambiante y parejo. Las primeras cuentan en su primera línea con un frente empresario con mucho poder real. El macrismo sigue siendo su catalizador político: dejó el gobierno con un 40% de votos y bases muy movilizadas. En el otro rincón, el gobierno lidia con la herencia económica de Cambiemos, la crisis pandémica y la presión para que sus huestes «se queden en casa», impedidas de disputar la calle. Acaso la oportunidad que presentó la quiebra de Vicentin para intervenir en un área estratégica, haya coincidido con la «no-oportunidad» de este contexto tan especial y un balance de fuerzas aún demasiado parejo como para pasar de discutir impuestos a discutir la propiedad.

Pero también es cierto que si el gobierno avanzara en medidas más certeras , tal vez lograse desbalancear a su favor esa relación de fuerzas. Es el huevo o la gallina.

En este sentido, además de la necesidad de una política diferenciada hacia las mayorías sociales agrarias, otro de los aprendizajes de 2008 fue el de reconstruir a partir de un revés. Recordemos que además de la derrota por «la 125», al año siguiente nada menos que Néstor Kirchner perdió las elecciones legislativas en territorio bonaerense contra un espantapájaros de la derecha. Luego de tocar fondo, y aún en un contexto complicado por la crisis mundial y la pandemia de la gripe A, el gobierno puso en marcha una batería de medidas económicas, democráticas y simbólicas que relanzaron su ciclo histórico y transformaron el duro revés de 2008/2009 en el 54% de 2011. Vicentin no resuelve todo esto. Pero ojalá ocupe un lugar en un recorrido similar.