Ayer tuvo lugar la final del reality de pastelería Bake Off, quien sanción disciplinaria mediante consagró a Damián como el mejor pastelero amateur de esta temporada. La competencia había concluido (léase, la grabación de 2019) con el triunfo de Samanta, quien sindicada como pastelera profesional fue descalificada y, por ende, el premio recayó en su hasta entonces subcampeón.

Turner y Telefe encontraron una variante a la encerrona que les produjo descubrir un año después de grabado el final del programa que la ganadora los había engañado y sí había trabajado como pastelera o algo que se parecía mucho a ello. No pudiendo regrabar la final por la situación de pandemia, le agregaron una posdata que incluyó la previsiblemente acordada confesión de la villana: la segunda samanta de la historia televisiva argentina.

Rápidamente, las mismas redes que la acusaban de llorona y melodramática, comenzaron a acusarla de estafadora, tramposa y unas cuantas cosas más graves, pero que no la inhabilitan a ser participante del programa. Charles Mason podría haber concursado porque nunca se dedicó a la pastelería, ya que de eso se trata el reglamento. Pero aquí, el ya comentado juego de roles de los relaities le otorgó a Samanta el rol de la más mala de todas las malas (ranquea fuerte con Nadia Epstein y Gastón Terzeguet, ambos de Gran Hermano)

Hay mucho que agradecerle a Samanta: mostró que para engrupir a la producción de una productora internacional no hace falta ni borrar las publicaciones de Instagram. Les hizo creer a la fauna siempre tóxica de Twitter que “por primera vez modificaron la definición de un programa de TV” Sin embargo, tanto el tongo en el juicio a María Soledad Morales como los mordiscos de Tyson a Hollyfield fueron detectados por televidentes atentos antes que por quienes estaban a cargo de las transmisiones. La participación del público no es una novedad de las redes sociales, salvo en la promesa siempre inconclusa de quienes ganan dinero con ellas.

También nos dejó, para variar, un stock extenso de memes, chistes y analogías que perduraran en la memoria colectiva y en los servidores de las redes. Haremos el chiste de que alguien se dice inexperto y en verdad es un profesional probo durante algún tiempo. Hasta que el tiempo haga su trabajo de olvido o la reemplacemos por algún otro villano, real o imaginario.

Y, fundamentalmente, Samanta permitió que el universo se organizara en torno a una verdad (por fin una) indiscutible. Confirmar que uno se encuentra del lado de los buenos y que, además, esos buenos ganan es tranquilizador. La tele, a veces, sirve para que nos vayamos a dormir tranquilos y contentos. Los números impresionantes del rating de anoche parecen demostrar esa idea.




* Investigador docente Universidad Nacional de General Sarmiento.