Omerta, el código de silencio de la Cosa Nostra, por fin se rompió. Ya nada es lo mismo, el que no es delator, fue atrapado o está muerto. El poder y la cantidad de soldados ya no es aquel de la época dorada donde código de honor inquebrantable todo lo protegía. En algún momento esa manera de manejarse en la sombra permitió que la mafia, con sus clanes, y su  fuerte dominio territorial fuese creciendo hasta dominar el ritmo vital de una de las ciudades más emblemáticas de la tierra: Nueva York, con su historia y su manera de palpitar  que ya es un icono. Y una fracción de eso es la mafia, parte del todo. Pero hubo un punto de inflexión.

Todo comenzó a cambiar, según se ve en Ciudad del miedo, cuando el descontrol de las calles fue tal que el propio Estado tuvo que declarar la guerra contra el crimen organizado; o quizá porque este llegó a jugar en las grandes ligas, picando tan alto que al lograr tocar intereses de esos poderes que no se ven pero que existen, molestan. Pero bueno, es verdad que los métodos menos sutiles de la mafia no son los mejores: a la manera de la calle, el de tomar a lo guapo lo que se quiere, la que los puritanos no pueden aceptar por irracional y con esa dosis letal de egoísmo y falta de escrúpulos que en la ficción entretiene  y es atractivo por ser un aspecto complejo de lo humano, pero que en el plano de lo real, sin dudas, hiela los huesos y nos hace tragar saliva despacio.

Este documental de Netflix explora el juego del gato y el ratón que se comenzó a jugar en la gran manzana, de la que todos querían un mordisco, en los años setenta, cuando Nueva York  estaba controlada por cinco familias de origen italoamericano, manejando el submundo de la delincuencia, las apuestas, la droga y la prostitución, como  también negocios legales como la construcción, el manejo de la basura, la gastronomía  y porque no, más de una vez, jugando un rol preponderante en la política y la justica local.

Obviamente es un documental sesgado, en la que los estereotipos y la falsa dicotomía de buenos y malos es replicada, pero si el tema te atrae, como espectador, este un trabajo de recopilación de gran nivel, con un imágenes de archivo únicas, buena utilización de la teatralización de los hechos narrados por protagonistas de primera mano (por ejemplo el agente federal que puso micrófonos en restaurantes, casas y autos de los jefes de los clanes en cuestión) y con una fotografía impecable, con manejo de locaciones y tomas de gran resolución que le dan un arte destacable a lo que se mira. Tiene un ritmo que ayuda a comprender como eran aquellos tiempos.

Sin dudas tiene todo los elementos que atraen de las películas de gángsters: traiciones, violencia, trampas, aprietes, secretos, espías, buchones, sumando a todo el aura de glamour o encanto que las películas como El padrino, Buenos Muchachos o  la  misma emblemática serie de HBO Los Soprano le han dejado a ese estilo de vida, mostrando aspectos íntimos de los mafiosos, más allá de los titulares o el impacto mediático. Es una mirada desde otro lado, de los agentes del Gobierno.

Se cuenta en tres capítulos: uno que explica las reglas de la mafia para neófitos, otro que explica el operativo de buscar pruebas y otro que habla del juicio a las cabezas de la organizaciones, unas tres horas de duración en total como un ejército de agentes secretos llevaron adelante una compleja investigación que condujo el fin de una era. O al menos la modifico bastante, lanzando a la arena política  a Rudy Giuliani, quien fuera el fiscal de distrito que logro desarticular gran parte de las organizaciones y luego fue alcalde durante varios años como síndico de la  mano dura. Es uno de los testimonios que se suma a los agentes que debían juntar pruebas,  y que se contraponen con algunos ex participantes de la vida que también cuentan su versión.

Se narra como a la cabeza de las familias Bonanno, Colombo, Gambino, Genovese y Lucchese se les buscó la manera de incriminarlos, usando la ley RICO (Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act, un estatuto federal, traducido al español como Ley de Chantaje Civil, Influencia y Organizaciones Corruptas que permite juzgar a las cabezas del crimen organizado al hacerlos responsables de cualquier delito que sus asociados lleven a cabo) instituyendo la pesquisa  en equipos en busca de pruebas concretas. De esta manera, ya no se procesaba a un individuo por sus actos, sino como parte de una organización criminal.

Es un relato entretenido e interesante para el espectador curioso  de las dinámicas mafiosas. Pero permite otras lecturas diferentes no solo centrándose en la estigmatización de un sector, ya que a pesar de ser un relato de una campana, por ejemplo se ve como un joven Donald Trump, cuando manejaba la constructora familiar, tuvo de manera casi inevitable, alguna relación con la Cosa Nostra cuando la construcción en Manhattan era un negocio que proliferaba. Y  hoy es presidente del gigante del Norte. Así que no todo es como parece, pero hay algo que está claro: no es personal esto es negocio. Y negocios son negocios.


Ciudad del Miedo: Nueva York vs La Mafia. Disponible en Netflix.