El público que ocupó la sala 1 del Gaumont, la más grande del complejo de Congreso, sale luego de ver Newen, el film de Myriam Angueira, como si hubiera realizado una travesía. Sin embargo, el caprichoso juego del cine los sorprende y los enfrenta nuevamente a la avenida Rivadavia. La travesía sin embargo ha sucedido, eso también es indudable.

Se puede agregar que Newen es un documental, pero que quita o agrega eso a la experiencia del espectador, si al fin de cuentas, se trata de una película y, como cualquier otra, su eficacia y perdurabilidad están atadas al exitoso empleo de recursos formales como la imagen, el sonido, el tempo narrativo, y a su alcance poético, en este caso.

Además de varios premios, avalan a esta película las palabras de Fernando Birri, padre del Nuevo Cine Latinoamericano, que hermana este documental con el Canto General de Pablo Neruda, y en una escrito personal la destaca como una “obra que culmina la siembra fértil desde hace muchos años (…) imagen y realidad, pasión e inteligencia, proyecto y futuro”.

Myriam Angueira viene de filmar varios documentales de factura más tradicional –Malvinas, 25 años de silencio e Incayal, la negación de nuestra identidad –y de temáticas más claramente políticas, con este film encara una nueva etapa como realizadora: “Venía de muchas películas con entrevistas, con la necesidad de comprender desde la palabra y ahora me animé a hacer un cine más cerca del aquel por el que comencé a hacer cine: contar a través de las imágenes.”

–Newen tiene un trabajo muy delicado con las imágenes, desde los planos abiertos a la inmensidad del paisaje hasta las tomas íntimas en las casas de los habitantes de la comunidad de Nahuelpan.

–Yo llevé escrita una frase de Patricio Guzmán que dice: “Encontrar los átomos dramáticos de la realidad.” Mi búsqueda en Newen tiene que ver con eso, desde el mínimo contar lo máximo. Por ejemplo, doña Elida amasando pan en su casa y escuchando en la radio el mensaje al poblador. Ese es todo un mundo. Desde lo micro, eso es lo que me interesaba contar; y la otra parte es la del plano general, porque la naturaleza es muy importante para la comunidad mapuche, que es el todo, para decirlo de alguna manera. Y fue también la forma de intentar contar qué es el newén, que es la fuerza vital. Además, el tema de los paisajes es recurrente en mi cine. No es casual que a mí me resuene el tema de la naturaleza y no otras cosas. El paisaje es la belleza de la naturaleza pero también un espacio poético. En este sentido la idea de todo el guion fue narrar desde lo macro y desde lo micro; una búsqueda interior y exterior. Es exterior porque estoy buscando las palabras de las kimche (ancianas sabias), y en ellas alguna reverberación de la historia de mi bisabuela, que es una búsqueda simbólica, porque no sé de qué lugar es exactamente. Y ahí está la pesquisa interior, de mi identidad, que está en movimiento todo el tiempo. Se construye desde el pasado pero también desde el presente.

–El Sur te llama, ya tenías al menos dos documentales filmados en la Patagonia: Malvinas e Incayal. ¿De dónde surge este interés?

–La Patagonia es desde hace muchos años el territorio a explorar, a investigar, a sentir. Justamente a partir de todos estos trabajos empecé a viajar seguido hasta que decidí investigar sobre esta historia familiar. Ahí se generó una afinidad con ese lugar bello hasta lo inhóspito. Hay una suerte de contradicción que tiene la Patagonia a veces, que está relacionada a esto que mencionaba antes de lo macro y lo micro. Lo pequeño que está ocurriendo es parte de una secuencia más grande que se revela cuando abrís el plano, y queda relacionada al todo.

–Claro, en esa inmensidad es que están ancladas esas casas. Y en este camino que venís haciendo, pasás de un cine más claramente político y tradicional con entrevistas a Newen, más sutil y poético.

–Hace mucho que quiero contar de esta forma. Quizás me faltaban algunas cuestiones de sentirme más segura personalmente. Además ya entrevisté a todos los que tenía que entrevistar, aprendí de esa palabra, porque creo que cada película te transforma como realizadora. Si eso no sucede no tiene mucho sentido para mí. Partiendo de esto, es que realizo este cambio. Para mí, el trabajo de escuchar, acompañar, entrevistar es una experiencia acumulada que me marcó mucho. Especialmente Malvinas, escuchar a tantos ex combatientes, y acercarme al dolor humano, a la resistencia desde lo colectivo. Y la historia de Inacayal también tenía ese peso dramático importante, donde ponía el foco especialmente en la palabra. Aunque la imagen puede decir mucho más que las palabras, pero yo tenía que pasar por esa experiencia de escuchar más que de ver.

–Necesitabas afianzar un yo desde donde hablar, construir tu lugar como autora.

–Creo que es eso. Este es un documental de autor, mis otros trabajos tienen un formato más tradicional de género. Y vuelvo un poco al comienzo, la imagen ya estaba en mí, yo pinto desde muy chica, y cuando empiezo la escuela de cine ya tenía incorporada la imagen. Aprendí técnicas, pero no el ver. Lo que tal vez me faltaba era apropiarme de la palabra y para eso necesita escuchar mucho. A veces a las entrevistas se las considera como algo menor, y yo no estoy de acuerdo, eso depende de quién entrevista, a veces necesitás el testimonio. Hay una frase de Jean-Luc Comolli que dice algo como “los personajes de nuestras películas no están desenfocados”. Esto también es parte de este cine. Las personas que aparecen en esta película no son personajes. Es algo clave, porque la experiencia del realizador surge de la experiencia de la gente que te vas encontrando.

–Entonces, ¿cómo armaste el guion?

–Yo no trabajo con guion fijo, tengo una estructura, pero la clave en este cine es ir encontrando, y una tiene que estar lo más permeable posible para captar lo que ocurre, crear desde el estar. Y esto es lo que me gusta de este cine, que hay una parte más de improvisación en la que necesitás tener la técnica muy trabajada e interiorizada. Por suerte me rodeo de un excelente equipo, que son muy buenos técnicos.

–Newen produce un vínculo muy cercano con el público…

–Es que quería llegar desde lo sensorial, desde la música, transmitir la sonoridad de la naturaleza era fundamental, y la música acompaña, no va sólo encima de la imagen. Había tres líneas maestras que tuvimos en cuenta: Tiempo, Silencio, Belleza. Esas tres palabras encierran la poética de la película. Y es lo que quise transmitir. Ojalá que la propuesta de viaje de esta obra, sin más pretensión que sea eso, un viaje, pueda ser captado por la gente. Y en ese diálogo con el público la película cumple un círculo.

En el cine Gaumont dos funciones diarias a las 12 y 18.55 horas, hasta el 21 de septiembre.