Cuando las ganas de transformarse en madre se convierten en una necesidad ineludible, pocas cosas pueden interponerse contra ese deseo. En nuestro país poder materializar esa voluntad mediante la adopción suele imponer un camino problemático que no siempre alcanza un final feliz. Una película explora, denuncia y pone un blanco sobre negro las aceitadas redes ilegales que explotan las ansias de miles parejas por construir una familia. 

Estrenada el último jueves en múltiples salas de todo el país, Una especie de familia (dirigida por Diego Lerman) se mete en la vida de Malena, una médica de clase media de Buenos Aires que viaja al norte del país para buscar un bebé. En esa instancia, las dificultades sociales se agudizan, los inconvenientes se agigantan y el deseo de Malena corre peligro. Ahí comenzará toda otra historia donde el dinero, un mercado cruel y las complicaciones que nunca faltan complejizan todo aun más. 

Protagonizada por la española Bárbara Lennie, Daniel Aráoz y Claudio Tolcachir, Una especie de familia es definida por su director como una road movie o un thriller moral de múltiples aristas, algo que comparten los protagonistas masculinos del film. Minutos antes de ofrecer sus impresiones a Tiempo, a Aráoz y Tolcachir se los ve dispensarse un cariño genuino (ver recuadro) en el que no faltan los abrazos, las sonrisas y besos. El contexto no deja de ser importante por una simple razón: se conocieron durante el rodaje, a pesar de los años que ambos recorren escenarios.

En ese contexto los perfiles mandan. A mediados de los ’80, Aráoz era visto en televisión y teatro como un efectivo actor cómico. Luego construyó una versatilidad y prestigio distintivo con El hombre de al lado (2010), su célebre protagónico en la pantalla grande por el cual se alzó con un Cóndor de Plata. Tolcachir siempre fue visibilizado como un dramaturgo, director teatral y actor que desde el under porteño edificó (de la mano de Timbre 4, su célebre espacio) una nueva aproximación al género.  

«Yo soy un tipo que no siempre tiene posibilidades de hacer cine, aunque pude filmar más de lo que alguna vez pensé en mi vida (risas). En este caso, laburar con Diego (Lerman) fue buenísimo porque es un director que me gusta mucho. El guión me enloqueció cuando lo leí y me impactó porque me sacudió, lo mismo que con el rodaje. Por eso, poder estar en esta película me pone muy feliz», dice Tolcachir. Aráoz también destaca la importancia del director en todo el proceso creativo del film: «Diego eligió una historia que nos conmovió a todos. Hay una necesidad de hablar de los niños y niñas, del tema de la adopción, de temas que son oscuros y están llenos de dolor. Por eso también se trata de llevar luz, de pensar en el otro y como construir como opuesto a la destrucción. Meterse en estos temas tiene que ver con el arte, y eso nos dignifica. Siento que trabajamos para contar esta historia que es de amor».

–Desde varios aspectos, sobre todo éticos, los personajes de ambos instalan una mirada muy fuerte sobre la problemática de la película. ¿Tuvieron algún ruido o sensación interna sobre la interpretación de sus roles?

Claudio Tolcachir: –Yo algunas veces tuve que parar de leer el guión. Es una historia que existe y que gira sobre una pareja donde hay amor. Hay un caudal de amor, cuidado y deseo que necesita encausarse. Ellos dos están desesperados y sienten dolor pero están atravesados por una realidad. 

Daniel Aráoz: –Particularmente no, aunque entiendo lo que mencionás. Yo no creo en la moral en el cine, pero lo que sí me movilizó es la complejidad de los personajes que muestra Lerman. Digo esto porque la realidad no se muestra tal cual es, tiene complejidad, así que debemos aprender a leer esa complejidad para poder ayudar y construir, tener diálogo. En mi país y en el mundo es un tema reticente el de la adopción, y si no luchamos por los chicos no sé para qué mierda estamos luchando.

–Tu personaje tiene esa complejidad que mencionás.

DA: –Es verdad que la tiene. En el cine está el villano sin límites y aquellos que tienen otras diferencias. Como actor, trato que mi moral no me impida reflexionar sobre el tema. 

CT: –La película tiene de interesante que no simplifica el pensamiento. Si la literatura u otras disciplinas te indican que ciertas situaciones no son tan fáciles, entonces entra lo complejo. Creo que los personajes van en esa dirección y se meten en lo profundo, porque hay orfandad en todo sentido. Hay dolor, pobreza e hijos que necesitan padres.

–La adopción parece un tema que nunca se soluciona.

CT: –Creo que Diego se propuso tener una mirada humana sobre todos los personajes. Eso generará en el público perspectivas muy distintas.

DA: –Y al mismo tiempo son temas que debemos hablar para la construcción de una sociedad más justa e igualitaria, con más humanidad, y para poder cambiar las cosas. Debemos hacerlo, y para eso Diego (Lerman) trae una película para que nos pongamos en el lugar de esa madre y de los otros.

–Como individuos ligados esencialmente al mundo de la ficción, ¿cómo enfrentan la problemática que sufre el género en estos días?

DA: –Entendemos la resistencia desde el trabajo. Por eso, creo que en este momento me aferro a lo poético y no a lo político. Uno tiene que seguir generando cosas, situaciones, y por supuesto, hay que luchar por nuestro cine, por la ficción. Las personas de otras partes del mundo se comunican con nosotros por el cine, porque nos conecta con la cultura de los otros. Eso estará vivo en la medida en que sigamos pensando en la autogestión para seguir generando cosas. 

–Hace poco, la exministra de Cultura, Teresa Parodi, manifestaba la preocupación que le expresaban los propietarios de teatros y productores por el estado actual de la cultura. ¿Notan un retroceso en ese aspecto?

CT: –Hay una lógica del capital, de enfocarse como una empresa en términos de lo que funciona o no. Desde que hago teatro independiente siempre tuve esta realidad y siempre hubo que hacerse solo, resistir. Desde lo práctico es más difícil porque nosotros vivimos de vender entradas, la gente compra menos entradas, el gas vale el triple, así que el panorama es más difícil. Pero deseo que alguien entienda que generar movimientos en el teatro, cine o televisión genera cultura, además de fuentes de trabajo, especialización y pensamiento. Toda la gente que se envuelve en una película está teniendo trabajo. Tenés que ser muy ciego para no verlo. Muchos cineastas como (Diego) Lerman, (Lucrecia) Martel y tantos otros comenzaron como cineastas independientes. Es pura lógica.

DA: –La realidad nos marca que nosotros estamos fortaleciéndonos todo el tiempo con nuestra lucha. Nuestros ideales no tienen que ver con un fanatismo. El cine ha sobrevivido siempre porque siempre vamos a trabajar por el cine, el teatro, la televisión. Se lograron muchas cosas buenas, hay que sostenerlas y potenciarlas. De lo contrario es como un ir y venir, algo que se plantea en la grieta. Deberíamos pensar en lo colectivo y lo que nos identifica para fortalecer nuestra identidad. La ficción argentina fortalece nuestra identidad, y como decía Claudio, se lograron muchas cosas que no las van a poder destruir. «

Encuentro postergado

Perfectos extraños. Eso eran Claudio Tolcachir y Daniel Aráoz hasta hace poco. Si bien ambos tienen una carrera sostenida en el mundo de la ficción, por alguna extraña razón no disfrutaban de la presencia del otro, tal como expusieron de manifiesto en su encuentro con Tiempo. «Nosotros no nos conocíamos, pero nos juntó esta película. A mí, cuando me dijeron que iba a estar cerca de él, me descompuse porque me crié mirándolo en la tele. Yo desde siempre lo amo y lo admiro. Es un actor absolutamente fuera de lo común, porque es algo más que un actor, es otra cosa. Es alguien que puede hacer creaciones, puede darle verdad a lo extremo y no hay actores que puedan hacer eso. Para mí, es un lujo y aprovecho para decirlo», revela Tolcachir. La devolución de Aráoz no se hace esperar: «Para mí este encuentro con Claudio fue muy importante por lo que él refleja. Tiene luz, es un ser hermoso más allá de ser un gran director. Fue muy lindo compartir el trabajo que hicimos, sobre todo porque disfruté mucho del Claudio actor. Tiene una potencia importante que va más allá de su persona.»

Talento español y algo más

El rol de la española Bárbara Lennie en Una especie de familia es central. Interpretando a Malena (la médica porteña que persigue desesperadamente convertirse en madre), decide encarar una búsqueda donde lo sensible sobrevuela múltiples escenarios. Desde Madrid, afirma haber estado encantada con el guión que recibió de parte de Diego Lerman, a quien no conocía personalmente, aunque sí como director. «Me daban mucha ganas de trabajar con él. Me mandó fotos y documentación del lugar en el que se desarrolla la película. Todo me parecía muy sugerente y excitante.» En el camino, Lennie conoció a mujeres que experimentaban el problema de su personaje: «La verdad es que no tenía ni idea del problema. Tampoco conocía prácticamente la zona ni la energía tan potente y extraña que desprende. En España, que yo sepa, los procesos de adopción distan mucho de esa realidad. Pueden ser eternos y muy complicados, pero en general son adopciones internacionales, de chicos que vienen de afuera y que hasta que llegan a sus familias españolas tienen que pasar muchos trámites, barreras e incertidumbres. Tuve la suerte de poder reunirme con mujeres que habían atravesado situaciones similares a las de la película, me dieron la oportunidad de conocer esa realidad desde el lado más humano, próximo y cotidiano. Puede entender la cantidad de preguntas y conflictos a los que se pueden llegar a enfrentar.»