Se estrenó Yo, mi mujer y mi mujer muerta, una comedia protagonizada por Oscar Martínez, Malena Solda, Carlos Areces e Ingrid García-Jonsson, y dirigida por el sevillano Santi Amodeo. Cuenta el inicio de la viudez de Bernardo (63), prestigioso arquitecto y profesor de la Universidad de Buenos Aires, donde aparece en la primera escena jactándose de sus conocimientos ante un alumno para ridiculizarlo. La acción lo pinta casi de cuerpo entero: de ahí en más el espectador entenderá que, al menos, se trata de alguien formado en «la vieja escuela». Que incluye el machismo, vaya que sí. Al punto que niega concretar el último deseo de su recién fallecida mujer: cremar su cuerpo y tirar las cenizas en la Costa del Sol española. Una especie de «aparición» de su mujer lo lleva a rever la decisión, y crema y lleva las cenizas a España. Allí descubrirá la parte de la vida de su mujer que ella prefirió ocultarle debido, justamente, a su machismo.

«Acepté la propuesta porque me sentí muy honrada de que Oscar me hubiera pedido (Amodeo la contactó a pedido de Martínez); no creo que Oscar piense en mí para algo vacuo. Y cuando leí el guión, vi que podía sacarle jugo al personaje. Y que Oscar había pensado algo similar. De hecho en un primer encuentro que tuvimos con Amodeo y los guionistas, tenía una cantidad de sugerencias, me escuchó y hablamos entre los tres», recuerda la actriz.

Solda destaca que no elige los personajes según la cantidad de tiempo que están frente a la pantalla: «Me interesa más lo que necesita la historia de ese personaje. Y también es importante para mí trabajar con un director que no me conoce y no conozco: como actor es como una página en blanco para el director, no sabe de dónde venís, qué podés dar y qué no. Eso tiene sus riesgos y sus grandes ventajas. Como me pasó con Santi (Amodeo), que a veces me pedía cosas que no lograba entender qué eran, y así fui aprendiendo un montón».

–¿Algún ejemplo?

–En la escena en que Bernardo está en el hospital, tal vez a mí, Malena, me sale como ser irónica, o reírme ante una situación de nervios. Y me reía y hacía algo medio tenso. Y Santi no quería que me riera, quería que lo que tenía que decir se lo dijese seriamente pero sin ser dramática. Esa sutileza, hasta que lo entendí, fue un desafío para mí: lograr entender qué me está diciendo y cómo lo hago.

De sutilezas, dicen los que saben, suelen estar hechas las grandes diferencias en el arte. Aducen que cualquiera puede interpretar, pero sólo quien sabe actuar –pone en juego la sutileza–, conmueve. «Hay una diferencia entre jugar la emocionalidad del personaje y jugar la acción –comienza Solda una tan sutil como didáctica explicación–. Por ejemplo: mi hija está en la cama de un hospital y se está muriendo, y el guión sólo dice: le acaricia la mano y le canta una canción. Puedo cantarle la canción y acariciarle la mano y llorar desconsoladamente, y eso para el espectador es: ‘uy, pobre, qué triste’. Ahora, en vez de actuar la emoción, me dedico a una acción, por ejemplo, tratar de despertarla: como mamá no me doy por vencida. Puedo acariciarle la mano sin llorar, y durante toda la canción intentar que se despierte y que me escuche. La fe de la madre y la intención que está poniendo para que se recupere es lo que conmueve al espectador. En lugar de llorar, la actriz, llora o se emociona el público. Me parece más interesante que las emociones las viva el público y no que yo le diga lo que tiene que sentir. No es solamente lloro y lloro abiertamente. Es más real la contradicción que uno siente cuando tiene una emoción muy fuerte, porque tratás de no desarmarte, de llegar al final de la entrevista o de no caerte en el medio del subte: estás luchando con tus emociones, hay contradicción». «

¿Cuándo?

Yo, mi mujer y mi mujer muerta. Dirección: Santi Amodeo. Con: Oscar Martínez, Malena Solda, Carlos Areces e Ingrid García-Jonsson. Estreno: 21 de marzo.