La televisión de aire argentina vive su propio laberinto. La caída global del encendido, la desaparición de Fútbol para Todos, la escasez de ficción y la multiplicación de programas de debates coreografiados conforman un presente árido. En ese marco, la presencia y repercusión de Cuéntame cómo pasó se hace todavía más valiosa. La serie de la TV Pública protagonizada por Nicolás Cabré y Malena Solda triplica el promedio de rating que el canal tenía en esa franja y alcanzó picos que superaron los cinco puntos. Pero más allá de los números, la tira confirma el interés que sigue despertando la ficción local y las historias que reflejan uno de los momentos más trágicos de la historia de nuestro país.

 Cuéntame cómo pasó desarrolla la vida de los Martínez, una familia de clase media baja conformada por Antonio (Nicolás Cabré), Mercedes (Malena Solda) y sus tres hijos: Inés (Candela Vetrano), Toni (Franco Masini) y Carlitos (Lucas Ciatti). El período temporal en el que transcurre la historia les da potencia y singularidad a los personajes. Los Martínez transitan los convulsionados años de nuestra historia que van desde 1974 a 1983 y cada uno encontrará su propia respuesta ante esa realidad avasallante. Cuéntame cómo pasó es una producción de la TV Pública sobre un contenido comprado a la televisión española. Resulta al menos curioso que no se haya apostado a una construcción original de guionistas argentinos: existen múltiples referentes en el rubro y el texto original –por razones obvias– exigió una reescritura completa. 

Cabré y Solda viven estos días con entusiasmo y agitación. La intensidad de las grabaciones de una tira diaria, la satisfacción por los resultados y el hecho de trabajar por fuera de las pautas establecidas por los canales comerciales les ofrece una oportunidad que valoran y disfrutan. En charla con Tiempo revelaron las claves del proyecto y mucho más.

–¿Trabajar en la TV Pública permite saltear la obsesión por el rating y apostar más a lo artístico? 

Nicolás Cabré: –Permite enfocarte en lo más importante. Acá no tenemos la presión del rating y ponemos toda nuestra energía en la calidad del programa. Recuerdo cuando hacíamos Son de diez (1992, Canal Trece). En esa época uno se ocupaba de actuar y el rating era una cosa de los productores. Todos sabemos cómo cambió todo después. Cuéntame cómo pasó es como volver a la etapa previa. La televisión privada juega con otras reglas. El rating manda, modifica los contenidos y puede decretar el fin de un proyecto. No digo que esté mal: simplemente funciona así. Acá sólo tenemos que dedicarle todo nuestro tiempo y energía  a la historia.

Malena Solda: –Nos ocupamos sólo de lo que nos tenemos que ocupar: de nuestros personajes y su línea de acción. Este proyecto nos permite grabar con bastantes meses de anticipación porque sabés que no dependés de la situación del rating. Creo que la TV Pública tiene una función diferente de la de los canales privados y está bueno que la ejerza. Hacía muchos años que no se hacía una tira completamente producida acá y eso también genera otro entusiasmo y mística.

–¿Qué relación tenían con los ’70 antes que se sumaran al proyecto?

N.C.: –Nací en los 80 y conocía cosas de esa época, pero de oído. Una vez que tuve que armar el personaje traté de agarrarme de todo lo que tenía. Recuerdo mucho a mi abuelo, que en esos años tendría 40. Uno construye a través de esas experiencias, la imaginación, el trabajo entre compañeros y el guión, claro. La actuación te permite jugar y jugamos con una historia que pide formas diferentes a las de hoy.

M.S.: –Yo nací en el ’77. Muchas cosas las recuerdo como temas de la infancia. También aparecen historias que uno tiene en el inconsciente y las encuentra casi de casualidad. Sobre todo las cotidianas. Me sirvió mucho que esta temática la transité mucho en Teatro por la Identidad y otros proyectos similares. La diferencia es que antes hacía de revolucionaria y ahora soy la madre de los revolucionarios (risas). Pero es muy interesante transitar la historia desde otro punto de vista.

–Fue una época muy dura de nuestra historia que se abordó desde diferentes ángulos. ¿En este caso lo más difícil fue recrear lo cotidiano?

N.C.: –Sí, las maneras y las formas de esos tiempos. Es muy interesante. Más allá de lo político, hubo muchos cambios de los ’70 hasta hoy en la forma en que la gente se relaciona. Uno de los desafíos del programa es permitirse decir cosas incorrectas. No subrayarlas, pero tampoco alivianarlas. Trata de interpretar cómo era una familia en ese entonces, el lugar que se le daba a la mujer… Y permitirse estar totalmente equivocado. El programa reproduce los puntos de vista de ese entonces. Desde el hombre enojado porque llega  a su casa y no está la mesa servida hasta las diferencias frente al tema de los desaparecidos. En aquel entonces era muy diferente porque había menos información, entonces estaba el que no sabía, el que sabía pero se hacía el boludo, el que sabía y tenía miedo, el que sabía y peleaba: había de todo. Creo que ese es el encanto del programa. Los múltiples puntos de vista, equivocados y acertados. Uno por lo general trata de cuidar a su personaje de ciertas situaciones, pero este no es el caso.

–¿La tentación de lavar a los personajes en función de la perspectiva que tenemos hoy es una tentación?

N.C.: –Claro. Pero acá no lo hacemos. Retratar las miserias y las cosas buenas de una época clave. Al menos lo intentamos.  

M.S.: –Es la mejor manera para después reflexionar.

Período de transición 

Cuéntame cómo pasó no sólo se desarrolla en un año de escasa ficción en la TV de aire argentina. También es contemporáneo a un período de transición en la industria y forma de consumos de los productos de ficción. Cabré y Solda conocen los dos lados del mostrador y reflexionan al respecto. 

M.S. –Creo que la ficción está pasando por un gran momento. Es un proceso global que tiene que ver con las plataformas de streaming. Eso también llegó a la Argentina y la TV de aire está viendo cómo se acomoda. En nuestro caso, Cuéntame cómo pasó se puede ver por la tele en un horario fijo, pero también en la web del canal. Creo que todavía la industria está buscando la forma de que le rinda ese consumidor que va por el costado de la tele, digamos. Considero que son cambios positivos que exigen reacomodamientos. Los contenidos tienen más exigencias. Si vos ves toda una temporada de una serie en un día vas a notar enseguida si hay errores de continuidad, por ejemplo. Antes de una semana a otra nadie podía observar ese tipo de detalles.

N.C.: –Adhiero. Creo que el cambio ya llegó y que marchamos hacia una nueva etapa. No soy un analista. Ojalá signifique más trabajo para los actores. Hoy en la tv no hay mucha ficción.

–¿El Estado tiene que asumir un mayor compromiso con la ficción?

M.S.: –No sé si mayor. Porque los privados emiten por una señal que le alquilan al Estado. Tendría que haber algún tipo de normativa que alcance a todos. En su momento la Ley de Medios no alcanzó porque contemplaba contenidos de producción local y eso incluía a un programa con tres opinadores y una mesa. La ficción es algo más complejo. Creo que hay que buscarle la vuelta, pero sin obligar. Gasoleros fue un éxito en plena crisis y se hacía con dos mangos. Tal vez estaría bueno repensar y reflexionar sobre las posibilidades de la ficción para este momento de la televisión.

–¿Hasta qué punto los cambios en el consumo modifican las narrativas de la Argentina?

M.S.: –Creo que ya están cambiando. De hecho contar con un director como Jorge Bechara significa que se busca una calidad que va más allá del estándar. Sabe mucho de tele, pero siento que también tiene una mirada del cine. Los guionistas tuvieron que laburar muchísimo en la adaptación y su aporte también es muy valioso. Todo eso hace que los personajes y la historia ganen en profundidad. 

Entre la razón y el instinto

Malena Solda ya tiene confirmada para el año que viene su participación en la versión de La tempestad (William Shakespeare) que se realizará en el Teatro San Martín. El estreno está pautado para mayo y los ensayos comenzarán en marzo.

Solda asegura que no le resulta difícil elegir en qué proyectos participar y cuáles rechazar. «Hay que estar atenta, razonar y escuchar al instinto –revela–. Trato de armar combos. A veces el guión es genial, los actores buenísimos y el director no te genera tanta confianza. Eso sería un sí. O el guión no es tan bueno, pero el director es muy talentoso y los compañeros también. Eso también sería interesante. Trato de reunir la mayor cantidad de aspectos positivos. Es difícil que estén todos, pero a veces se da. La plata es un factor importante, pero si el proyecto tiene sólo eso de atractivo lo dejo de lado». 

Un cambio de agenda

Las agendas de los actores suelen armarse con antelación y no dejan espacio para cambios abruptos. Nicolás Cabré tenía pautado para 2017 dedicarse con exclusividad a la obra de teatro Sugar. El ritmo diario y el despliegue en vivo no dejaban lugar para muchas opciones. Pero apareció la oportunidad de Cuéntame cómo pasó  y cambió de idea.

–Se me armó un día a día muy intenso. Pero era una oportunidad que no quería desaprovechar. Por la serie en sí y porque tenía un muy buen recuerdo de la TV Pública de cuando hice Variaciones Walsh (2015).

–¿Una de las claves de una buena carrera es saber decidir qué proyectos aceptar y cuáles rechazar?  

–Totalmente. Y para eso es fundamental estar bien acompañado y recibir buenos consejos. Hay que recordar que es una carrera larga y no priorizar el dinero. Con mi mánager siempre compartimos esa idea.