El rock conmovió la historia cultural del siglo XX y lo sigue haciendo. Es el resultado de una construcción cultural, musical y también de una sucesión de mitos. En el último rubro se destaca el éxito o la vitalidad de una propuesta creativa como resultado directo de una inspiración de naturaleza casi esotérica. Las cuestiones suelen ser bastante más complejas y todavía más en una industria tan particular como la del entretenimiento. De la misma forma que los grupos necesitan managers, contadores y abogados, la experiencia demuestra que los endebles equilibrios internos muchas veces requieren de ayuda psicológica para no romperse definitivamente. Las terapias grupales fueron un tabú para el rock y hoy son una realidad poco explicitada pero cada vez más aceptada y requerida.

Fabio Lacolla es psicólogo (docente de la UBA en la Cátedra Teoría y Técnica de Grupos II e investigador invitado en DePaul University, de la ciudad de Chicago, EE UU) y fanático de la música. No tardó en tratar de vincular esas dos pasiones y se dio cuenta de que no existían soportes teóricos. Por eso empezó a trabajar con grupos, luego sistematizó sus experiencias con rockeros y creó un método para tratar las problemáticas más comunes de las bandas. En su reciente libro Estar en banda, psicología del músico de rock (Editorial Galerna) deja testimonio de estas experiencias y suma la opinión de Juanchi Baleirón (Los Pericos), Daniel Melingo, Manuel Moretti (Estelares), Walas (Massacre), Lula Bertoldi (Eruca Sativa) y Martín Martines (Ojos Locos), entre muchos otros.

Lacolla revela algunas particularidades de los conflictos de los grupos: «Cuando un objetivo común no se alcanza, aparecen dificultades vinculares entre los integrantes de las bandas. En mi trabajo dejo de lado los problemas personales. Indago en qué pasa entre los integrantes para ir develando lo que impide lograr lo que supuestamente se desea. En ese marco aparecen miedos e inseguridades. Si no sabemos cómo hacer algo es muy probable que surjan diferencias y peleas. Una vez  me vino a ver una banda que hacía dos años tocaban el mismo repertorio de 15 temas, tres veces por semana. No habían avanzado ni creativamente, ni en cantidad de público porque no podían reformular el concepto artístico o compositivo. Se habían obsesionado con ser exitosos haciendo lo que consideraban que hacían bien. La angustia por la longevidad del proyecto, el manejo del dinero y la relación con el público también pueden generar mucho estrés y diferencias internas que hay que trabajar.»

Cuando se forma un grupo, los integrantes están unidos por un sueño y una pasión común. Pero el camino al profesionalismo les deparará múltiples dificultades. Así lo explica Martín Rea, manager con más de tres décadas de trabajo en el rubro: «En general, según mi experiencia, la decisión de hacer terapia grupal nace de los mismos integrantes del grupo y, a lo sumo, puede llegar a surgir como una recomendación del manager cuando no se encuentra salida a algún problema importante». Rea destaca que el equilibrio interno de los grupos es fundamental para sostener un proyecto creativo y también su correlato comercial. Por eso «el mánager muchas veces hace un poco de psicólogo, de contador, de abogado y de productor ejecutivo. Es una ventaja tener esa mirada global, pero no siempre puede solucionar todo. Así que una ayuda externa profesional y  consensuada es algo natural y nada descabellado cuando no se puede resolver algún tipo de conflicto explícito o que se manifiesta desde abajo de la superficie.»

La necesidad de trabajar con un terapeuta alcanza a múltiples grupos. Pero en general esas experiencias no son dadas a conocer. Todavía sobrevuela la idea de que es algo poco rockero o que puede conspirar contra la credibilidad de una banda. A nivel internacional, uno de los grupos que rompió con el tabú fue Metallica –ver recuadro–. En la Argentina hay un caso que funciona como un secreto a voces: en su momento la discográfica de Soda Stereo movió cielo y tierra para convencer a Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti para que hicieran terapia de grupo y, al menos, pudieran bajar los decibeles de la tensión interna. En la cultura rock no solo es determinante que una banda exitosa no se separe: mantener la formación original es un capital simbólico/económico vital que convoca el interés de los músicos, pero también de otros actores de la cadena industrial.  

Eduardo Schmidt,  ex Árbol y ahora solista, es uno de los pocos músicos que se anima a hablar abiertamente de su experiencia. «Casi todos los que nos dedicamos a esto de mínima somos neuróticos y obsesivos. El artista siempre tuvo alguna problemática con su ego, adicciones o dificultades para manejar la fama y la exposición. La psicología me ayudó mucho a resolver mis conflictos con mi trabajo», explica Schmidt. Con Árbol hicieron terapia de grupo un año y medio con el prestigioso Fernando Ulloa –ver recuadro–. El músico agrega: «A mí me resultó muy útil para restablecer un diálogo con mis compañeros de aquel momento, cosa que se había puesto muy difícil. En definitiva, pudimos seguir haciendo cosas mientras resolvíamos qué nos pasaba. Me parece que es parecido a una terapia de pareja: sirve  para salvar la cosa o para darte cuenta que no da para más. Estar en una banda es compartir un proyecto de vida y exige compromisos compartidos. Por eso la terapia de grupo puede ser útil y me parece absurdo creer que contradice el espíritu rockero. Esos son clichés que afortunadamente están pasando de moda.”

Melina Brunori es una psicóloga cordobesa que decidió aportar sus conocimientos profesionales en el ámbito del rock. Esa resolución le permitió atender en zapatillas y la empujó a ponerse a investigar las problemáticas de los músicos de la ciudad, que entre la búsqueda del éxito y de la supervivencia tienen múltiples dificultades comunes. «Muchas veces los músicos no saben para donde ir artísticamente en su carrera. Si apuntar solo al éxito, qué tipo de música hacer o cómo seducir al público –destaca Brunori–. Las inseguridades recrudecen cuando hacés arte. Me gustó la idea de poder colaborar desde mi ámbito. Me encontré con algo que se puede emparentar con la psicología del deporte y con la idea de hacer rendir más –en este caso– a los músicos. Pero el éxito puede ser un arma de doble filo y producir más angustia. Por eso adopté una perspectiva más psicoanalítica. Creo que también me ayuda que voy a muchos shows, los grupos me conocen y se empiezan a acercar.»

Para Brunori es fundamental conocer la naturaleza de la profesión para poderle brindar herramientas a los músicos y favorecer las relaciones con sus compañeros de grupo: «El músico está estigmatizado, pero tiene conflictos como cualquier otra persona. Muchas veces termina siendo rehén de su imagen y otros mitos que nada tienen que ver con la música, con sus sentimientos y sus necesidades», afirma la profesional. En su experiencia, la mejor forma de trabajar sobre lo grupal es primero atender lo individual: «Hay que resolver primero lo personal para que luego funcione lo grupal y lo musical. Las bandas solo se sostienen si logran articular los intereses, expectativas y anhelos de todos sus integrantes.» 

Metallica en terapia

En su documental Some Kind of Monster Metallica no solo mostró el proceso de grabación del disco St. Anger (2003). También puso en primer plano las crisis internas de la banda y el trabajo del psicólogo Phil Towle para mantener unido al grupo y que se terminara el disco. La revelación generó un enorme revuelo en el mundo del rock. Nadie había sido tan abierto sobre un tema tan singular. Los honorarios millonarios de Towle –acordes a lo que recauda Metallica– generaron todavía más polémica. La lógica de reality show hizo que el documental también mostrara el conflicto de Metallica con el propio Towle.

Un pionero y Les Luthiers

Un referente de la psicología grupal en el arte es Fernando Ulloa, creador de un estilo terapéutico particular y efectivo. Supo distinguirse en el mapa del psicoanálisis local por su mirada integradora, que ubicaba la problemática del paciente dentro de una imagen ampliada que incluía su contexto. Su trabajo con Les Luthiers fue emblemático y muy influyente. «La salud mental, ajustada a algunas circunstancias, es una producción cultural» decía este seguidor de Enrique Pichon-Rivière, con quien trabajó en la vinculación entre psicoanálisis y política. Murió en 2008, siendo reconocido como uno de los mejores en su campo.

En España también se consigue

El amor por la música llevó a un grupo de profesionales a formar la Asociación Española de la Psicología de la Música y la Interpretación Musical (AEPMIM). Esta iniciativa pionera pretende dar respuesta a la problemática o a la particular posición de la psicología en las artes. Entre sus objetivos destacan la difusión del conocimiento de esta área interdisciplinaria a través de actividades formativas en los centros de educación formal (conservatorios y universidades) y otras de ámbito no formal. También impulsa la investigación mediante la organización de eventos, publicaciones y cooperación con otras organizaciones similares en el plano internacional. «