La aparición de Peaky Blinders en el escenario televisivo se dio en 2013 cuando Steven Knight creó una serie de seis capítulos contando la historia de una familia de Birmingham dedicada al crimen organizado durante la primera posguerra. El clan de gangsters es comandado por Tommy Shelby (Cillian Murphy), secundado por su hermano Arthur Shelby (Paul Anderson) y la matriarca de la familia, Polly Gray (Helen McCrory), además de los hermanos menores Ada (Sophie Rundle), John (Joe Cole) y Finn (Harry Kirton).

Se trata de una historia que comenzó con un modesto éxito en la BBC2 pero que con el apoyo para una segunda temporada comenzó su repercusión tanto local como a nivel mundial. De allí llegó a la grilla del canal principal de la BBC y posteriormente a un acuerdo con Netflix que programa la serie una vez transmitida en la televisión británica. A la saga de grandes historias de antihéroes como Los Soprano y Breaking Bad, Peaky Blinders cuenta con un terreno fértil donde desarrollar una historia de malos que las audiencias adoran y quieren que les vaya bien.

Esta quinta entrega comienza en 1927 y pronto hace un salto a 1929, diez años después del comienzo de la historia. El trasfondo una vez más trasciende a la familia Shelby para ubicarnos esta vez en el contexto de la crisis económica de Estados Unidos donde el clan tiene negocios relacionados a su compañía. «Los bancos sólo dan cinco centavos por cada dólar» y la inminente debacle se percibe en el aire. Los conflictos con Irlanda y las referencias al fascismo, la revolución y el socialismo también pintan la época y tornan por momentos al novedoso western inglés en un drama de conspiración política.

Una temporada que pretende abrir el juego a diversos temas. Los Peaky Blinders caminan hacia la pantalla y de manera simbólica se puede ver también a las mujeres de la familia manifestando pertenencia en el entramado de poder. Polly, Ada y Lizzie disputan espacios y se imponen en discusiones verbales o en el uso de las armas. Como sea, el relato vuelve a subrayar el total protagonismo de Tommy, quien logra afianzarse como diputado, hombre de negocios y líder de la banda. Desde allí se propone seguir construyendo su hegemonía mientras lo vemos ostentar poder ante el periodismo local, representantes de la Iglesia y hasta con su propia familia.

Con guiones cada vez más complejos y un relato bajo su propia temporalidad, la historia de los Shelby se desarrolla a cuentagotas en una serie que logra dejarnos con ganas de más en cada cierre de temporada. Una cuidada fotografía, un acorde vestuario y una fundamental musicalización, que en esta quinta temporada apela a erizantes creaciones de Nick Cave, Black Sabbath y Radiohead, entre otros. La propuesta estética agrega emoción al relato, la ralentización de las escenas más cruentas, los planos detalle y los precisos efectos sonoros postulan una estética de la violencia inusitada en el género. La invitación es a disfrutar de aquello que culturalmente censuramos. La fotografía, como pintura, propone una poesía feroz asentada en escenas donde cada golpe y cada bala calan en las audiencias para dejarlas ávidas de más acción.

La reconstrucción histórica merece párrafo aparte al situar el relato en la primera posguerra, cuando los hombres sobrevivientes intentan continuar su existencia en un territorio minado de violencia y vacuidad. El escenario asfixiante de una Birmingham de la perdición, oscura y sembrada de ferocidad oficia como un personaje más. La lucha por la mafia del juego, por el control de las armas y entre clanes deviene en el correr de los capítulos en un juego más sutil que apunta a alcanzar el poder político.

Mientras tanto la historia avanza. En cada temporada se presentan no solamente más condimentos de los protagonistas sino también una rivalidad manifiesta de estos ante el gobierno, la Iglesia o la mafia italiana. En la quinta entrega se espera el enfrentamiento ante otra banda de gangsters. Uno de los motores de la temporada será la venganza ante la aparición de los Billy Boys frente a quienes quizás se tejerá la batalla final.

Los Peaky Blinders representan la celebración de los excesos, la violencia estetizada y un ritmo de narración preciso que los fanáticos de todo el mundo disfrutan como un buen vino. La característica adrenalina que propone la serie no disminuye en esta quinta parte que, para satisfacción de sus seguidores, todavía no da indicios de un inminente final de la historia. «