Nunca está quieto artísticamente y esa es una de sus cualidades determinantes. Durante casi todo el 2021, Pipi Piazzolla se puso al hombro las celebraciones por lo que hubiese sido el cumpleaños número 100 de su abuelo, el inefable Ástor (que incluyeron festejos en el Teatro Colón y múltiples espacios del país). Ahora el baterista lanzó Stick Shot –ya disponible vía El Club del Disco y en los shows, y desde el 1 de diciembre en las plataformas–, un nuevo álbum de estudio junto al Pipi Piazzolla Trío, con composiciones originales y una de Thelonious Monk. Lo presentará el miércoles 23 de noviembre a las 20 y 22:30 en Thelonious Club, Nicaragua 5549. Y repetirá el jueves 1º de diciembre a las 20.

–¿Cuándo te diste cuenta que querías ser músico?

–A eso de los 17 años, más o menos, fue cuando vi por primera vez una batería de cerca. De chico había estudiado piano, cosas clásicas, me encantaba el instrumento, pero no quería ser músico. La llegada de la batería me dio la sensación de querer ser músico, y me vino muy bien porque estaba reperdido con respecto a mi futuro como adulto. Realmente no me veía haciendo nada en particular, hasta que llegó la batería a mi vida.

–¿Qué tocabas en el piano?

–Siempre música clásica. En mi casa no se escuchaba ni pop, ni rock: poníamos jazz, clásica y tango, así que fui siempre por ese lado. Yo leía el nombre de Wolfgang Amadeus Mozart y me fascinaba su todo. Era espectacular.

–¿Qué te influenció en términos de percusión?

–La hinchada de River, los bombos en la cancha. En 1984 vi eso por primera vez, porque los militares no te dejaban ver una murga ni en fotos. Me cautivó el ritmo, cómo se armaba, entonces lo empecé a hacer en mi casa, en todos lados. Un día vi un solo de batería en un show de Rod Stewart en River y me enamoré para siempre del instrumento. Ahí tomé la decisión.

–¿Qué bateristas te marcaron?

–Al principio me gustaba mucho Gregg Bissonette, luego Vinnie Colaiuta, Tony Williams, y ahora escucho mucho a Marcus Gilmore. La realidad es que todos los bateristas me gustan, hasta los que menos tocan, porque todos tienen algo.

–¿Cómo te ves vos como instrumentista?

–Como un baterista versátil, profesional.

–¿Creés que encontraste tu sonido?

–Sí, y en ese aspecto es algo negativo porque es muy difícil que modifique mis formas y mi sonido a esta edad. De todas formas, encontrar el sonido propio es algo que uno persigue toda la vida.

–¿Nunca quisiste tocar el bandoneón?

–No, jamás. Nunca me llamó la atención tocar el bandoneón, y eso que siempre tuve alguno cerca. En mi casa había un piano, una armónica y una tumbadora y yo las tocaba, pero el bandoneón nunca. Es un instrumento arisco, complicado, no es fácil como el piano, donde ves los dedos para donde van. En el bandoneón cuando abrís suena una nota y al cerrar, otra. El teclado de la derecha es diferente al de la izquierda… ¡Tocar el bandoneón es un quilombo! (risas)

–¿El apellido Piazzolla abre puertas o condiciona?

–Creo que la puerta se abre si tenés buen nivel o hacés música original. Hace 30 años que practico todos los días y estudio fuerte mi instrumento. Si uno está preparado, la puerta se abre, sobre todo porque no hay mucha gente que haga el esfuerzo como los que tocamos en vivo para mucha gente.

–¿En qué momento de tu vida te diste cuenta que tu abuelo era quien era?

–En el jardín de infantes ya me preguntaban por mi abuelo, así que casi desde siempre. Me pegaba bien que me lo recordasen y desde muy chico me di cuenta que era una gran responsabilidad llevar este apellido. Te sentís observado por el ojo de todos, pero yo me lo tomaba bien. Siempre me gustó tomar decisiones, ser capitán de equipo y si hay que patear un penal en la final del mundial, lo hago yo. Es una actitud que en mi familia siempre estuvo presente y por suerte lo absorbí de esa manera. Esa cosa familiar hizo que cuando ves a un tipo famoso en la calle o te invitan a un camarín para saludar digo que no (risas).

–¿Por qué?

–Porque conviví con uno de los músicos más grandes de la historia. Siento que esa invasión a veces puede molestar.

–¿Te dio consejos Ástor?

–Me decía que siempre haga buena música, que trate de realizar proyectos nuevos, que estudie con los mejores maestros. En casa siempre había que estudiar, practicar. Leí los más de treinta libros que se escribieron sobre mi abuelo. De ahí también sigo aprendiendo.

–¿Recordás un show memorable de él?

–Sí, el del Teatro Colón, en junio de 1983. Fue un concierto increíble, un  reconocimiento hacía él como músico académico, de música clásica. Me acuerdo que estaba emocionado y en el programa de mano me puso que tenía que recordar esa noche porque ahí recién había triunfado. Yo tenía unos 11 años cuando sucedió.

–¿En el exterior lo entendieron más que en la Argentina?

–Mi abuelo hizo una música universal que contiene jazz, rock, clásica, popular, tango, con lo cual es un tipo que sigue sonando en todo el planeta. En el mundo se sigue tocando a Piazzolla, ni que hablar en el tango. Hasta chicos que piden monedas en Austria, Checoslovaquia o Finlandia tocan melodías en sus acordeones sin saber que tocan Piazzolla. En los jardines de infantes de Rusia se escucha “Libertango” para ir al recreo. Compuso más de 2500 obras, de manera que es un músico inagotable. Los grandes compositores de la historia como Mozart, Chopin o Beethoven no grabaron porque no existían los medios. Piazzolla grabó toda su música para que hoy podamos escucharla de manera real.

–¿Quién te hizo tan hincha de River?

–Yo sólo me hice hincha. Mi papá es de River, pero no fanático, nunca hablaba del equipo en casa o en los encuentros familiares. Me acuerdo que un día le dije que quería ir a ver al equipo y fuimos juntos. Otra vez, me acuerdo, cuando tenía cinco años, me llevaron unos amigos de mi viejo. A los 13 comencé a ir solo, soy socio desde 1985. «