La hora de los hornos, Fernando Pino Solanas – Octavio Gettino (1968)

El cine se abre a la política, o la política se vuelve cine. A fines de la década del sesenta, en un mundo convulsionado por la agitación social, dos jóvenes directores hacen lo que nadie esperaba: filmar los efectos que la Historia (con mayúsculas) tiene en el presente. Así como la Nouvelle Vague había sacado el cine a la calle para hacer ficción en tiempo real, Solanas-Gettino lo sacan a la calle para que explique cómo y por qué esas vidas que se mueven por ella son lo que la lente muestra y no otra cosa; cómo la historia que precede al tiempo actual es la responsable de que una existencia magra y sin futuro. Para una visualización más ágil y una explicación más popular, la película se dividió en tres partes: Neocolonialismo y violencia; Acto para la liberación (a su vez en dos momentos, Crónica del peronismo, 1945-1955 y Crónica de la resistencia, 1955-1966); y Violencia y liberación, todo con una voz en off usada magistralmente como corresponde a un gran relato. De esta manera, como ningún film hasta el momento en la región, La hora… se transforma casi de inmediato en un dispositivo de la agitación y la acción política: su encendido discurso levantaba indignación y hasta ira. Ningún documental -ni tampoco ningún film político- volvería a ser igual.

Versión completa disponible en YouTube.


La estrategia del caracol, de Sergio Cabrera (1993)

Con su tinte anarquista y un protagonista (Don Jacinto) con demasiada semejanza física a Carlos Marx, Sergio Cabrera realiza un homenaje no buscado al realismo mágico de García Márquez, que a su vez funciona como un anuncio: el realismo mágico del gran escritor que hacía soñar con la revolución ya no era posible, pero al menos quedaba la posibilidad de recordarlo y pensar que hacía a la identidad de una tierra, que no era poco aunque no alcanzara. Sin caer en el pintoresquismo, se puede decir que por primera vez en el cine de la región (mucho más que en su contemporánea Caballos salvajes, otra nada casual oda anarquista en pleno despegue del neoliberalismo) se admite que ya no hay camino revolucionario por más que aún quede espacio para los sueños. Con innumerables contratiempos para realizarla -que ayudó a sobrellevar en un momento el mismo García Márquez- Cabrera, un participante activo de Colombia a través del Ejército Popular de Liberación a fines de los 60, parece decir que pese a todo sí puede haber un lugar bajo el sol: muchos compararon su Estrategia… con Milagro en Milán, del gran Vittorio De Sica, donde los desamparados buscan, precisamente, eso, un lugar bajo el sol. Para la región funcionó a la manera del “La puta que vale la pena estar vivo”, que grita Héctor Alterio en medio de la nada patagónica: una especie de liberación de la obligación de hacer de la revolución, por más que eso no implicara renunciar a los propios sueños y principios.

Versión completa disponible gratis en YouTube.


Amores perros, de Alejandro G. Iñárritu (2000)

El “idilio” de la región con la oleada neoliberal llega a su fin. México, primer país en enterarse del fin a través de la crisis financiera conocida como Efecto Tequila (1994) lo anuncia por medio de esta gran película de Alejandro Iñárritu. Lejos de una visión edulcorada, autocompasiva o para agradar extranjeros, Iñárritu, a través de un accidente (un recurso que luego usaría reiteradamente en su cine), mezcla tres historias para llevar al público hacia un mundo desconocido, sin pretensión alguna de dar lecciones de vida. Las historias involucran a Octavio (Gael García Bernal), un joven enamorado de Susana (Vanessa Bauche), la pareja esposa de su hermano, con la que acaba de tener un hijo: en un descuido, el Cofi, el perro de Octavio, se escapa, y se cruza con el perro del Jarocho, que se dedica a pelear en peleas clandestinas de perros; pero en la trifulca entre ambos Jarocho sale ganador, y Octavio ve la posibilidad de ganarse la vida de otra manera. En paralelo, Daniel, un tipo de 42 años, deja a su esposa e hijos para irse a vivir con Valeria, una top model. Todos se cruzarán por ese bendito accidente, que es la trama sobre la que se construye una historia en la que parece que lo único que vale es sobrevivir. Y ahí los códigos de convivencia aprendidos, las reglas antes respetadas, los sueños a conquistar, ya no importan. Sólo vivir un día más, a la espera de que algo tal vez sea distinto. O que un accidente pueda cambiar el rumbo seguro de las cosas.

Disponible en Netflix.


La ciénaga, Lucrecia Martel (2001)

Dos familias, una de clase media urbana y otra de productores rurales, se cruzan en el sopor provinciano de un día de verano en Salta. No se dice nada, pero el público argentino entiende de inmediato que se trata de ese mismo año 2001 en donde todo parece estar por estallar. Y aunque todos realmente lo deseen porque ya no soportan el estado de situación, nadie hace nada porque no sabe en qué puede derivar; de lo único que todos están seguros es que cuando se abra la Caja de Pandora no se podrá controlar nada, y ante esa incertidumbre se prefiere mantener el estado de podredumbre antes que enfrentarse a lo desconocido. Anverso de Amores perros (verlas en continuado puede dar una gran semblanza de la región en esos años), La ciénaga empieza con la imagen de una pileta veraniega con agua estancada y sucia, donde los primeros objetos de manipulación humana directa que se ven son unos vasos, que están acompañados por el sonido que da a bebida y hielo; de los humanos que los manipulan sólo se ven los miembros inferiores y algunas manos que agarran esos vasos para llenarlos de vino; la primera voz que se escucha es la de Graciela Borges con fondo de gritos de niños. En ese aire de una burguesía decadente y provinciana, Lucrecia Martel introduce en el cine una nueva mirada que hará estragos en la confortable expectación del público medio: lo que ella ve y expone con maestría inigualable es del orden de lo que por lo general se acomoda de manera tal que queda fuera del campo visual con disimulo: una forma de no hacerse cargo de lo que está, al mismo tiempo que no altere el cotidiano para recordar que existe. La última imagen de La Ciénaga repite la del inicio.

Disponible en Amazon Prime Video y Flow Premium.


Tropa de elite, de José Padilha (2007)

La más polémica de esta lista y muy polémica en su momento. La historia es sencilla: es 1997 y el capitán Nascimento tiene la misión de “limpiar” las calles de Río de narcos y criminales antes de la llegada del Papa. Diez años después de ese año, José Padilha cuenta esta historia de fin de siglo que es también el fin de un modelo económico y social en la región, aunque también, sin proponérselo, es una advertencia sobre el futuro: la autonomización del aparato del Estado de las fuerzas de seguridad, y del andamiaje social de los grupos delictivos -especialmente los vinculados al narcotráfico-, funcionaron como el caldo del cultivo para posiciones sociales cada vez más duras con los más pobres. La famosa “derechización” tan expuesta en el reciente proceso electoral de Brasil, tienen en este film muchos y buenos antecedentes, todos previos a la asunción del primer mandato de Lula en 2003. En la película se puede ver tanto el aumento de la violencia callejera, de género y de clase, como el crecimiento de las distintas iglesias evangélicas como único refugio que parecen encontrar los más vulnerables ante un Estado ausente. Y todo con una estetización de la violencia que atrae a los más jóvenes.

Disponible en Lionsgate+ , YouTube y Apple TV.