En la austeridad del rasguido de una guitarra pueden caber muchas cosas. La relación entre el cuerpo que ejecuta el sonido y el alma que lo dicta se vuelve transparente y profunda: basta una nota y una síncopa para revelar mundos, penas y glorias. Es la música, dirá alguien, pero es también el despojamiento de casi todo artificio del arte. 

The Red Rooster es el octavo disco solista de Sergio Ch., el alias que el guitarrista, bajista, cantante y compositor Sergio Chotsourian eligió para contrastar su proyecto unitario de todos los demás, entre ellos, Los Natas y Ararat, grupos hechos de materia densa y estirpe stoner que marcaron la escena del rock argentino y traspasaron su radio de influencia local para ser escuchados y valorados en otros países. Este nuevo trabajo a título individual es, a su vez, el cierre de una trilogía que se completa con La danza de los tóxicos y Koi, ambos de 2021. Es un epílogo de pocos elementos, un minimalismo del minimalismo en el que Chotsourian evoca el encuentro, el amor o la distancia, todo con una melancolía explícita o latente en las cuerdas, que apenas condimentan un piano o una armónica.

“La música es un canal de conexión fundamental para mi bienestar físico, mental y espiritual”, dice el músico. “Mi proceso es muy emocional. En Los Natas, el caudal compositivo que lo define es el ritual, el ritual humano. En Ararat -ya lo dice su nombre-, tiene que ver con mis antepasados armenios, lo ancestral, un homenaje a esas constelaciones familiares que desde el fondo del universo pulsan para que yo comunique algo. En el caso de Sergio Ch. son mis experiencias de vida, mis historias. Hay mucho de replantearse los vínculos en general y de ir al encuentro como algo sano, no pesado”. Y describe un pasaje de la primera canción, “Pink Dagger”: “Hay una frase que dice: ‘cuánto pagaste por entrar y devolviste a la mitad’. Cuando la volví a escuchar grabada fue muy fuerte: eso de entrar en un vínculo a cualquier precio. Estoy en un momento de mi vida en que ya no es a cualquier precio nada. Ni un vínculo, ni un trabajo, ni un capricho. The Red Rooster es muy introspectivo en ese sentido”.

Si bien fueron ocho discos en una década, esta última trilogía solista es hija del encierro. Una racha que Chotsourian también aprovechó para lanzar, en este 2022, el cuarto disco de Ararat, del que participó Jorge Araujo, exbaterista de Divididos. Son viajes personales que también remontan los rumbos de toda una generación y sus formas de expresarse. “Si me tengo que definir, diría que desde el ’94, cuando me colgué una guitarra, el rock siempre estuvo como ese grito fuerte y necesario de libertad, de contestación a lo establecido, esa pateada de tablero. Pero lo que fue cambiando enormemente en estos 30 años es mi estilo de mi vida, mi relación conmigo mismo. Fui padre, crié dos hijos, hace poco me convirtieron en abuelo (risas). En los últimos 10 años de mi vida, a cierto personaje pesado, indestructible que fui forjando en mi juventud me estoy ocupando de romperlo a pedazos con un cincel y con una maza, para ir encontrándome conmigo. Todo ese proceso se nota a lo largo de mis discos solistas, que son como las capas de una cebolla”.

En ese derrotero, Chotsourian también grabó en 2018 junto a Gabo Ferro Historias de pescadores y ladrones de la Pampa Argentina (ver recuadro), entre otras colaboraciones de lo más variadas. “Nunca estuve atrás de la banda de moda, siempre fue más bien lo que me pasaba a mí y cómo puedo transmitirlo cuando agarro una guitarra criolla, que es de donde sale todo. Si tengo que partir de algo voy a ir a las bases: Facundo Cabral, Atahualpa Yupanqui, Vox Dei, los Rolling Stones. Bandas que envejecieron bien y artistas que lograron permanecer a través del tiempo y las tormentas de la sociedad y la cultura”. Lo del músico es, incluso, repentista: con un estudio en su casa, las composiciones salen, casi, sin filtro. “The Red Rooster lo grabé en dos semanas, lo mezclé en otras dos, lo mastericé e hice el arte de tapa. El último tema que grabé fue ‘El manantial’, una canción de bajo que suena a homenaje, podría ser tranquilamente un tema oculto de La Biblia, de Vox Dei”. Todo inmediato, todo visceral: “Me gusta que las cosas sean simples, directas, que si grabo una criolla se escuchen los dedos sobre la cuerda de nylon, como si estuvieras ahí”.

Recuperándose de un problema auditivo, Chotsourian ya proyecta de todo para 2023: ediciones y reediciones en vinilo de Soldati, su “proyecto metalero”, de Los Natas y también de The Red Rooster. Y vendrán dos discos nuevos: el solista Shiva, shakti, drama y otro de Ararat, “tirando a música armenia de raíz, con cítaras, guitarras acústicas, violines y sin batería. Se va a llamar La rendición del hombre”. «


Un encuentro emocional, cósmico y explosivo

En 2018, Sergio Ch. lanzaba junto a Gabo Ferro Historias de pescadores y ladrones de la Pampa Argentina, la precisa banda sonora de ese imaginario de forasteros, caminos polvorientos y cielos estrellados, forjada a fuerza del mantra stoner, el blues, el folk, y otros ingredientes secretos: “No puedo dejar de agradecerle a Gabo. Él es la persona que me dio confianza en este camino solista mío. Me enseñó a cantar, a interpretar las canciones, a no decir simplemente una letra, sino a hacerla carne. Para mí hay un antes y un después del disco que hice con él, no por el disco en sí, sino por el encuentro humano que tuvimos”. Lo de Chotsourian y Ferro fue amor a primera vista. “Entablamos una amistad una semana antes de componer el disco. Él venía haciendo el cover de un tema mío, ‘La sal y el arroz’; nos conocimos un día, al segundo y tercer encuentro compusimos los temas, y en el cuarto y el quinto, grabamos. Fue algo cósmico y explosivo. Tocamos el disco en vivo, hicimos los videos y después Gabo falleció. En mi carrera solista y en ese caudal emocional del que hablaba, Gabo tuvo mucho que ver”, recuerda el músico sobre la muerte del artista en 2020.