Los géneros formales pueden ser una herramienta efectiva para interpelar modelos sociales. Crímenes de familia se presenta como un thriller clásico, cuyos grandes interrogantes se resuelven en Tribunales. La pulsión de la historia se alimenta del suspenso por el resultado de un juicio por violación e intento de asesinato, a la que poco después se le sumará otro procedimiento legal para dilucidar las circunstancias y responsabilidades de una muerte atroz. Pero más allá de su estructura y formas narrativas, la flamante película de Sebastián Schindel propone un retrato social, con un primer foco en la asociación conyugal entre Alicia (Cecilia Roth) e Ignacio (Miguel Ángel Solá), una pareja de clase media alta encerrada entre liturgias y miserias. Y, luego, en la sucesión de conflictos que se desarrollan a partir de la relación con su mucama Gladys (Yanina Ávila), su hijo Daniel (Benjamín Amadeo) y la exesposa de este último, Marcela (Sofía Gala Castiglione). Esos lazos enrarecidos oficiarán de plataforma para visibilizar múltiples violencias y desigualdades de género.

Por cuestiones «nobiliarias» Sofía Gala Castiglione es una celebridad en el ecosistema de programas y revistas de chismes desde su infancia. Esa estela mediática la hizo víctima de reiteradas estigmatizaciones y maltratos. Pero luego de recibir la Concha de Plata en la categoría mejor actuación por su protagónico en Alanis (Anahí Berneri, 2017), hasta los más distraídos tomaron dimensión de su capacidad y dedicación profesional. El talento de Gala Castiglione no era una novedad, pero su crecimiento y la oportunidad le dieron un nuevo envión a su carrera. Su Marcela en Crímenes de familia es un papel más acotado, sin embargo su interpretación resulta igual de potente. Particularmente en la escena del juicio contra su exesposo, la actriz transmite un dolor inmenso y hondo con palabras, pero sobre todo con silencios, miradas y una gestualidad exacta. La tenacidad de Marcela finalmente encontrará cierta tranquilidad gracias a la redención exprés de quien hasta poco antes la despreciaba. Una resolución que transmite cierta sensación de alivio y optimismo, pero que le quita consistencia al relato.

Son tiempos de pandemia y de actores que no pueden trabajar. Sofía Gala Castiglione lo padece y lo lleva lo mejor que puede. Aunque hablar de la profesión que ama regenera su entusiasmo y la empuja a expresarse casi sin la necesidad de preguntas: «A mí me pasa que soy actriz y necesito actuar. Todavía no me picó el bichito de ser guionista, directora o generar proyectos desde otro lugar. Entonces, necesito que haya actividad y me convoquen. No me gusta romantizar la actuación: muchas veces una acepta determinados trabajos porque necesita la plata para vivir. No siempre podemos elegir lo que más nos gusta. Pero yo necesito que cada papel, de alguna manera, me ayude en lo espiritual. Me enriquezca por el proceso de crearlo, que me empuje a hacerme preguntas, que me lleve por una experiencia emocional rica. Tengo muchas emociones adentro mío y descubrí que la manera más sana de canalizarlas es actuando. Soy una ciclotímica muy zarpada y esta es la mejor forma que encontré para llevar mi vida con cierto equilibrio».

–¿Actuar sería una forma de automedicarse las emociones?

–(Risas) ¡Por supuesto! Actuar es una forma de no enloquecer. Es la mejor forma que encontré para no volverme loca.

–¿En qué te enriqueció interpretar a Marcela?

–Mi personaje vivió un montón de situaciones que yo no quisiera atravesar y por suerte no viví. Pero la emocionalidad que proyecta me permitió hacer una catarsis increíble. Más allá de visibilizar violencias muy estructurales. No en ese nivel extremo, pero creo que casi todas las mujeres se pueden sentir identificadas con el personaje porque todas alguna vez nos sentimos humilladas por un varón. Tenerle miedo, sentirse culpable por ser víctima, estar en una relación tóxica y no saber cómo salir: creo que son experiencias por las que pasamos todas alguna vez. En una sociedad machista es muy común terminar como culpable cuando una es la víctima. Nacer mujer en un mundo de hombres te garantiza vivir muchas injusticias. Cuando leí el guión me encantó Marcela porque es una madre que se las tiene que arreglar sola para criar a su hijo, padece muchas cosas horribles, pero siempre le da para adelante. Creo que todas las mujeres de la película ofrecen aristas con las que nos podemos sentir identificadas.

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–En Alanis tu personaje es víctima de postergaciones e injusticias, pero tenías toda la película para desarrollarlo. En Crímenes de familia tenés que transmitir situaciones todavía más dramáticas, pero con muchas menos escenas. ¿Se hace más difícil?

–A mí me pasa que siento que termino de comprender la verdadera profundidad de mis personajes a medida que los hago. Sobre todo en cine, donde tenés muchas más herramientas. En el caso de Marcela, iba a tener una cantidad de escenas más limitadas, por eso necesité acelerar mis procesos internos como para poder obtener los mejores resultados. Fue algo muy fuerte y demandante, y una experiencia muy valiosa también.

–Tu escena en el juicio es casi un monólogo muy movilizante. ¿La clave de la emoción que transmite está en lo no dicho?

–Creo que en la actuación pasa algo muy parecido a la vida real. Las palabras son bellas, tienen su componente artístico, pero nunca alcanzan para expresar lo complejo de la emoción humana. Las palabras son pistas de lo que sentimos, pero eso que sentimos siempre es muy amplio e impreciso. Por eso en la vida, y todavía más en la actuación, hay que transmitir con otras herramientas y el cine es ideal para eso. Una cámara te permite trabajar con un nivel de detalle y sutileza muy grande. En el teatro tenés que pensar que después de la fila diez ver gestos es más difícil, así que hay que trabajar más con el cuerpo. El cine no te deja mentir y eso me conmueve particularmente.

–La película fue pensada para el cine, pero la pandemia hizo que se estrenara por streaming. ¿Te sentís cómoda con esa situación?

–Amo el cine y ninguna experiencia puede igualar al ritual de ver una película en una sala. Y eso que soy bastante fóbica a estar en lugares cerrados con mucha gente. Pero en el cine es otra cosa. Te exige tiempo, dedicación y te da un marco de concentración que cada vez es más ajeno a la mayoría de los humanos. Pero bueno, el principal requisito para esa ceremonia es que la gente vea la película. Y hoy vivimos en una pandemia que hace que las salas estén cerradas, así que el estreno por streaming me pareció la mejor opción, dadas las circunstancias. Las películas tienen un tiempo y un contexto, no es muy recomendable dejarlas esperando en favor de una apertura que no tiene fecha. Por otra parte, de esta manera la película también va a llegar a todo el mundo y es bueno que se vea la calidad y el compromiso con el que se trabaja en la Argentina. Y no sólo me refiero a un director o los actores: también es muy valioso el trabajo de camarógrafos, iluminadores, vestuaristas y tantos otros trabajadores de esta industria. 

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(Foto: Diego Martínez)

–Hace pocos días participaste de un capítulo del ciclo de radioteatros Vuelve (AM 750, sábados a las 23). ¿Cómo fue la experiencia?

–La pandemia te deja sin trabajo. Nuestra actividad está paralizada y se hace más difícil el día a día. Me encantó que me invitaran para participar del ciclo y fue una experiencia muy linda. Una forma de volver a sentirme actriz, aunque sea por un rato. El radioteatro es un lenguaje totalmente nuevo para mí, que merece explorarse. Antes decíamos que el cine permite trabajar más con los detalles, el teatro demanda más gestualidad y el radioteatro te obliga a trabajar sin el cuerpo. Hacer todo con la voz es una perspectiva diferente y muy atractiva. La pasé joya. Ojalá que la experiencia se repita y multiplique para mí, para los actores y para el público que quiere retomar el vínculo con nuevas propuestas. «


Crímenes de familia
Dirección: Sebastián Schindel. Guión: Sebastián Schindel y Pablo del Teso. Elenco: Cecilia Roth, Miguel Angel Solá, Sofía Gala Castiglione, Benjamín Amadeo, Yanina Ávila y Paola Barrientos. Disponible en Netflix y Cine.ar Play.



Limpieza obsesiva y hula hula

La pandemia provocada por el Covid-19 es una circunstancia inédita y cada cual la transita como puede. Sofía Gala Castiglione confiesa que no siempre le resulta sencillo: «Fui viviendo diferentes etapas. La primera fue de shock apocalíptico. Dormía un montón y somatizaba de múltiples maneras: ¡me agarré hasta culebrilla! Después llegó la etapa aplicada de obsesión por la limpieza. Me cambió la vida por completo porque tuve que aprender a limpiar. Por el distanciamiento social ya no podía venir una persona a limpiar y tampoco hubiera tenido plata para pagarle. Entonces me hice experta en sanitización e higiene de la casa. No deja de sorprenderme la cantidad de polvo que se junta día a día. Me sorprendió mucho más cuando me enteré que gran parte es piel muerta de humanos (risas). Ahora estoy transitando la tercera etapa: estoy podrida. Quiero trabajar, salir y que los chicos vayan al colegio. Pero bueno, hay que tener paciencia».

–¿Te enganchaste con alguna actividad durante la cuarentena?

–Lo más determinante fue la obsesión por la limpieza. Siendo madre y en una pandemia todo tiene que ser muy cuidadoso. En casa está entrenado hasta el perro: cuando vuelve de la calle levanta solo las patas para que se las limpiemos. En lo más personal me enganché con el hula hula. No me sale ninguna cosa muy acrobática, pero bailo y sostengo el aro bien. Siempre fui horrible en Actividad Física del colegio, por eso caminaba mucho: ¡era mi estrategia para no morir petrificada! (risas). En la primera etapa de la cuarentena el hula hula me ayudó mucho porque prácticamente no salía de casa.