Si Andrew Garfield y Emma Stone fueron una apuesta por reformular el target de la saga, la de Tom Holland sin perder ese objetivo intenta otro nuevo: la del adolescente con capacidades y habilidades para formar parte del mundo adulto. No es algo de lo que el cine no se haya ocupado antes, pero lo hizo con otro tipo de adolescentes, en general de baja condición económico social y en el camino del hombre hecho a sí mismo (self-made men), ahora se trata de uno no definido por su condición social, sino por la franja etaria a la que pertenece. Cualquiera de los chicos y chicas de hoy pueden dar cuenta de la cantidad de responsabilidades que asumen de lo que se supone son privativas del mundo adulto. Qué mejor que ellos para entender y disfrutar a pleno de este nuevo Spider-Man.

 

Por eso la película está repletas de situaciones de graciosa torpeza, ternura encantadora, inocencia a prueba de balas y confusiones importantes. Por eso la Tía May es Marisa Tomei, quien en otro tiempo también fue icono adolescente, y del otro lado está el adulto deseado cuando se sea grande: Tony Stark, que no es otro que Iron Man, un híper recontra millonario que como todos saben fomentan actividades que aumentan la desigualdad en el mundo, pero son buenos por sus acciones filantrópicas. Nada en esta Spider-Man escapa a la simbología y aspiraciones del adolescente medio urbano del mundo.

Y esto no es una crítica “social” al film, más bien una descripción de cómo aquel que entusiasmó a millones diciendo que un gran poder implica una gran responsabilidad, se convirtió por la fuerza de las circunstancias, en un adolescente que toma responsabilidades de adulto (porque no lo escuchan) pero finalmente vuelve a la seguridad de su casa, porque cree que todavía no es tiempo de unirse a Los Vengadores. En el comentario que al pasar le dice su enemigo -”un chico que estudia ya tienen planes para su futuro”- se encierra buena parte de este nuevo tipo de adolescente, obligado a decidir desde temprano “lo que hará el resto de su vida”. Por algo la chica que le gusta le dice cuando se va a la pileta sin tener permiso, que hacer transgresiones “favorece el aprendizaje y el estudio”. La racionalidad al extremo en la organización de la vida cotidiana.

En este sentido, nada mejor que Iron Man como tutor de Spider-Man; ningún adulto más adolescente que Stark: sin matrimonio, sin hijos, sin familia, sólo dedicado a sí mismo y su empresa (para generar más y mejores productos que le den más y mejores ganancias), se convierte en el modelo aspiracional de muchos adolescentes de hoy.

Así es posible que la gracia del nuevo Spider-Man no sólo está en su humor, por demás adorable; sino, y sobre todo, en prefigurar un nuevo tipo de adolescente-joven-adulto más individual pero no por eso menos colaborativo ni responsable, sino todo lo contrario. Alguien que muestra todas sus virtudes en un mundo que espera y exige de él otra cosa: que ya no se ocupe tanto en reproducir la especie y dejar herencia, sino en formar parte de “equipos” (nunca uno solo y definitivo) que hagan del mundo un lugar mejor.

Spider-Man: De regreso a casa (Spider-Man: Homecoming. Estados Unidos, 2017). Dirección: Jon Watts. Con: Tom Holland, Michael Keaton, Robert Downey Jr., Marisa Tomei, Jon Favreau, Gwyneth Paltrow, Zendaya y Donald Glover. Guión: Jonathan Goldstein, John Francis Daley, Jon Watts, Christopher Ford, Chris McKenna y Erik Sommers. 133 minutos. Apta para mayores de 13 años.