Un día quiso irse del lugar de galancito en el que lo ubicaron durante los ‘90, por eso en la década del 2000 dio un enorme salto profesional con su llegada a Montecristo y Resistiré, dos recordadísimas telenovelas que en ese momento marcaron el prime time. Los años siguientes encontraron a Pablo Echarri con más ganas de explorar su costado creativo desde la producción y así, junto a Martín Seefeld fundó El Árbol, productora con la que en enero de este año estrenó La Leona, tira diaria que protagoniza junto a su compañera de vida, Nancy Dupláa y que se emite de lunes a viernes a las 23:30 por Telefe.

La telenovela cuenta una historia de amor atravesada por varios conflictos: el desempleo, el vaciamiento de empresas y la estafa. «Hace que los seguidores se conmuevan profundamente», dice el actor y productor, con inocultable alegría. «No fue construida como un espacio de protesta. Cuando elegí desde dónde contar, la historia fue pensada sobre una heroína popular, pero es una situación artística ¿Tiene ideología? Sí, todas las historias la tienen. No fue la intención que sea una crítica, pero me gusta que a la gente le llegue más que una novela convencional», afirma.

«Fue venturoso grabar toda la ficción previo a la salida al aire y no depender artísticamente del vaivén del rating, que es una herramienta que hoy no ayuda a la hora de contar un cuento», comenta acerca de la tira que desde su estreno promedió, con altos y bajos casi 20 puntos de rating y tiene un altísimo número de visualizaciones semanales en Internet.

Los años fueron ubicando a Echarri entre los referentes de los nuevos actores. Por su carrera, pero también por su manera de concebir la tarea. «Los actores podemos sentir lo que siente otro», afirma. Y eso parece ser su principal motivo de orgullo.

–¿Cómo encontraste el perfil de los personajes que buscabas hacer?
–Creo que la persona y el actor están mezclados. Personajes como el de La Leona reflejan cierta complejidad personal. Hay una actitud un tanto rebelde dentro de este tipo de personajes, como si yo me rebelara a contar la historia de un hombre transparente, simple. Me rebelo a esa normalidad. La ficción y este oficio son maravillosos en este sentido porque, en mi caso, puedo transitar mis personajes como una necesidad personal.

–Profesionalmente, ¿qué te brindó la posibilidad de producir?
–Absolutamente todo. Por un lado, el actor le dio al productor la posibilidad de estar metido en el estudio, y hay una parte verdaderamente importante que la puso el que deseaba ser productor. Pude hacer que convivan los dos, pude transitar uno y sumarle fuerzas al otro. En un momento fue una unión estratégica, sin el actor no iba a cumplir el sueño de la producción. Como sucede en estos casos, uno se va comiendo al otro, naturalmente, porque primero creo que tiene que ver con el paso inexorable del tiempo. El actor siempre termina compitiendo en lo que es el deseo de crear, aunque con el productor siento que puedo crear a la vigésima potencia. También el productor me da la oportunidad de pensar alguna vez en viejos sueños del comienzo que eran poder no depender de la exposición para sostener a mi familia. El actor me encuentra con la posibilidad de sustentarme económicamente, pero es un acto creativo y, si no lo hago en forma creativa, no sucede. Si voy mecánicamente no sucede lo mismo que si yo voy y lo siento de corazón. Entonces, de alguna forma, me aseguro de que suceda el acto creativo, que me impacte y que me conmueva. El actor me va ganando porque tiene que ver con una inquietud que tuve desde un primer momento, cuando empecé a pensar historias y me pregunté qué me gustaría contar a mí de todo lo que vi e hice. Empezaba a pensar un personaje y tenía esa facilidad para crear y ver un mundo propio.

–¿Te pasó actuar mecánicamente?
–Nunca elegí mecánicamente, no quiere decir que no lo pueda hacer en el futuro. Así se dio mi oficio en los últimos 16 años, siempre en una forma bastante ordenada y pude (Nancy también) decir “no”, cosa que no podés hacer cuando tenés necesidades. A mí me gustaría seguir de esa forma, más allá de la coyuntura política y de la realidad. Quiero seguir sintiendo que voy a trabajar, que voy a poder seguir haciendo cosas, que voy a poder actuar en la medida en que quiero porque ya hay un personaje menos para hacer. No estoy soñando con Hamlet… Ya se me pasó Hamlet… ¡Ya estoy para Rey Lear! Quizá lo pueda hacer en algún momento aunque sea en el garage de mi casa, pero yo trato de sentirlo de esa manera, y pensar que siempre fui honesto con lo que hice.

–Antes la exposición era de tu vida personal, ahora lo es de tus opiniones políticas, ¿cómo lo vivís?
–Son varias sensaciones. Una agresión es una agresión siempre. En esa mala intención hay alguien que te quiere dar un cachetazo. Yo me puedo zafar del cachetazo pero ya la reacción de ir para atrás me provoca que el corazón me lata de otra manera. Soy consciente de que las agresiones empezaron cuando decidí independizarme y utilizar el espacio de actor como un trampolín para hacer otro tipo de cosas y donde descubrí que para poder hacerlo realidad debía ser parte de quien empuje una rueda. Producir en la Argentina no es fácil. En televisión es hoy imposible y para hacer lo que quiero hacer tenía que ir a buscarlo. Y al parecer fue eso, es ahí donde se demuestra la profunda intolerancia de una porción pequeña de gente que no le gusta que al otro le vaya bien. No le gusta que el otro pueda desear algún tipo de desarrollo porque los ataques tienen que ver con haber osado pensar algo diferente y haberlo defendido. En Nueva York, por ejemplo… nos cruzamos con un montón de gente, nos sacamos fotos, nos besamos, nos saludamos. Fue una sola foto, pero se quiere dar un microclima de que la gente va por la calle diciéndonos cosas y no es así.

–Pero también sos convocado para dar tu opinión y a veces también a participar de eventos solidarios.
–Es una condición mía que me ha traído muchos problemas. Entiendo a la gente que te dice “pienso tal cosa pero no lo voy a decir”. Para mí es imposible. Lo que pasa es que hubo un despertar político en toda la sociedad. Pudimos trabajar en bloque para el beneficio de un colectivo con una desocupación que asciende a un 80% de todo el padrón. Entonces, como sueño tengo la concreción de esas cosas y me di cuenta de que quien no lo hace no lo logra. Por eso estoy dispuesto a seguir y sueño con el momento en el que se cansen de pegarnos, es una cuestión tan negativa y tan inútil. A mí el boicot de La Leona me resultó fantástico. Somos fuertes, hemos pasado muchas cosas y esto lo podemos soportar. Cualquiera de esas cosas que puedan llegar a suceder no le llega a los talones a lo que hemos conseguido, porque lo vamos a conseguir hoy o mañana. Somos muchos los que estamos detrás de esto.

Admiración, amor y química

En algún momento iba pasar:  volver a ver a Nancy Duplaá y Pablo Echarri delante de las cámaras, donde hace 15 años nació este amor. “Volver a actuar con Nancy fue maravilloso. Ella está en un punto de apertura emocional enorme que a mí me deja conmovido. De a poco te lleva y llega a un lugar de verdad, de empatía y emoción al transmitirle al otro todo lo que le pasa. Me parece apabullante su nivel artístico. Nosotros trabajamos muy bien juntos. Nos conocimos trabajando con una admiración mutua desde donde armamos los personajes, buscamos cuáles son las herramientas para estar delante de la cámara. Ella con un instrumento genial y yo con la guitarra rota (risas). Ella con un Stradivarius y yo con lo que puedo. Siempre hemos trabajado muy bien y hemos conseguido cosas maravillosas desde lo laboral y desde la pareja. La duda de si esa onda seguía después de 15 años estaba latente, y nos encontramos con que la química estaba intacta. El beso del primer capítulo no fue casual, no se podía dudar ni un segundo si se besaban o no se besaban. Son un tipo y una mina grandes. Contar una historia de amor adulta fue una decisión que hizo que no todo el mundo dijera: ‘vamos corriendo a ver La Leona’. Además, la historia estuvo muy bien armada por Pablo  Lago y Susana Cardozo, con personajes muy bien delineados desde los textos, con situaciones adultas”.

Uribe, el héroe oscuro y complejo

“Todo lo que busco como actor lo busco dentro de mí. Trato de sentir o tener en claro en mi mente cuál es el sentimiento de este tipo para saber cuál es el resorte que está en mi realidad y que me va a posibilitar representarlo lo más cerca posible”, explica Echarri acerca del trabajo que realizó para construir a Franco Uribe, el oscuro personaje que encarna en La Leona. “No necesito sentirme abandonado para entender qué siente alguien abandonado. Por eso pienso como pienso y defiendo los ideales que defiendo. El actor tiene la posibilidad inmediata de colocarse en el lugar del otro. Cuando lo veo desprotegido a Franco Uribe, sin haber sido abandonado en mi vida, trato de conectar con mi parte más desvalida y me genera ternura y autocompasión, un sentimiento que, en este caso, necesitaba para actuar. Ahora lo veo y pienso que lo hubiese hecho diferente, pero eso es un diálogo conmigo. Lo lindo del personaje de Uribe me parece que es lo contradictorio, lo aparentemente fuerte y desprotegido a la vez, con ese amor que todo lo atraviesa. Creo que habla un poco de lo complejo que soy. Cuando pienso una historia o un personaje, cuando tengo que sentirlo tiene que ser gente con algo indómito. Pero en este género, las heroínas y los héroes tienen que lograr empatía y si son contradictorios no la generan. Ahora, cuando sentís empatía con un personaje como este, entrás en un viaje genial. Son héroes que cuanto más humanos son y menos arquetípicos, provocan situaciones de identificación más grande y para mí eso es un tesoro, un valor enorme”, afirma.

Fin de una productiva sociedad

En 2010, Pablo Echarri y Martín Seefeld fundaron la productora El Árbol y este año, los actores disolvieron la sociedad.

–¿Seguís adelante con la productora?
–Sí. Estoy seguro de que voy a seguir adelante. Debo frenar un poco para saber bien qué y por dónde ir. No nos peleamos, como se dijo, pero es hora de que cada uno tome su camino. Y más allá de los momentos que uno quiere vivir artísticamente, somos lo opuesto y eso lo hace complejo. No lo veo como una buena noticia, me hubiera gustado, de alguna forma, comprobar que más allá de las diferencias era posible construir juntos. No me pone feliz la ruptura pero me genera muchas expectativas y sobre todo la posibilidad de encontrar mi verdadero ritmo y las verdaderas personas que necesito para construir en esta etapa de mi vida. Indudablemente tiene que ver con una época pasada y si nos quedábamos juntos no íbamos a poder hacer nada interesante. Estoy seguro de eso.

Echarri, acerca del caso López

La entrevista con Pablo Echarri fue realizada antes de conocerse el caso del ex funcionario kirchnerista José López. Tiempo se contactó con el actor para conocer su opinión sobre el tema pero Echarri afirmó que no diría más que lo que dijo esta semana en el programa Infama. «Fue un hecho violento para nosotros que hemos puesto nuestro cuerpo y nuestro patrimonio que era el cariño de la gente (…) Siempre supe que el esquema político permite corrupción. Me duele, me siento triste, avergonzado, desilusionado por mí y por la cantidad de funcionarios que conozco, que hoy están embarrados como me siento yo. Es un hecho bisagra, un golpe fuerte para el kirchnerismo, no le voy a dar un golpe de muerte porque hemos defendido con el corazón ideales, y porque creo que podemos encontrarnos en un grupo nuevo desechando la corrupción que no es inherente al kirchnerismo. Lo que nos debemos los argentinos, como ciudadanos de a pie es ponernos a discutir con respecto a la financiación de la política», dijo en ese ciclo.

ESPEJO DE LA LUCHA DE TIEMPO

Columna de Opinión de Majo García Moreno, periodista. 

Cuando empezó La Leona a mediados de enero, con los empleados de la fábrica presintiendo el vaciamiento de su lugar de trabajo, en Tiempo el clima era similar. Sin cobrar el medio aguinaldo ni el sueldo de diciembre denunciábamos el tramposo accionar de Szpolski, Garfunkel y compañía en el Grupo Veintitrés. La historia de ficción, de alguna manera y sin siquiera sospecharlo, fue casi un espejo de lo que sucedía en nuestra redacción. Los vaciadores haciendo su tarea, los trabajadores resistiéndonos y armándonos como pudimos. Los meses pasaron y las instancias de lucha se fueron repitiendo en uno y otro lado. Descubrir las maniobras de los dueños, enfrentarlos, conocer a un supuesto nuevo dueño y darnos cuenta de que no existía intención alguna de sacar adelante la situación. Mientras, se acumulaban los sueldos sin cobrar, las deudas, la angustia. Cuando María Leone instaba a sus compañeros a ocupar la fábrica para resguardar los bienes y defender los puestos de trabajo, en Tiempo habíamos votado en Asamblea una permanencia pacífica en la redacción por las mismas razones. Tal fue la motivación de nuestros lectores de siempre y de los que se sumaron en el camino que nos constituimos en Cooperativa y volvimos a editar el diario. Los obreros de la fábrica Liberman están por estos días presentando los papeles de su propia Cooperativa para que sus máquinas no dejen de producir. El final no puede más que ser feliz.