Pateando el océano de asfalto de la avenida Corrientes. Haciendo equilibrio sobre sus tablas. Así llegan hasta las puertas del complejo Artemedia las tribus de skaters. Es una jornada de fiesta para les muchaches del tablón. No es para menos, en el espacio enclavado en la Chacarita se celebra la primera edición del Buenos Aires Thrasher Death Match. El festival fue creado arriba del Río Bravo hace algunos años atrás por la canónica revista Thrasher, biblia de los adictos al deporte extremo. Con varias ediciones en Estados Unidos, es su debut en tierras latinoamericanas. El ágape combina dosis desparejas de skateboarding y amplia cultura rock. Pinta un domingo poseído por piruetas salvajes en las rampas, patinadores sagrados y el rock duro sobre el escenario. Entonces, no queda otra que subirse a la madera, patear con fuerza y rodar.

El Artemedia muestra una convocatoria ejemplar. La crema y nata del skate nacional pulula por el complejo. Glorias de la vieja escuela, estrellas rutilantes del presente como el marplatense Milton Martínez y pibitos que todavía no han sufrido 15 primaveras en el planeta Tierra. También dice presente un equipo de riders llegados desde Gringolandia para mostrar sus dotes. En la rampa coronada por un Obelisco vuelan por los aires sin miedo a romperse los huesos.

La vigencia de Massacre.
Foto: Prensa Massacre Thrasher

“Quién iba a decirlo, la nuestra era una auténtica cultura underground, bien marginal. Si hace 30 años me decían que iba a haber un festival así de grande, me cagaba de la risa”, confiesa Carlitos, docto miembro de la old school llegado desde zona sur con sus hijos. El muchacho de canas aclara que pertenece a una generación marcada a fuego por el espíritu autogestivo, resumido en el lema punk “hacelo vos mismo”: “Por el skate aprendí inglés, para leer revistas de afuera como la Thrasher; me enseñó a usar herramientas para armar las pistas, me curtí como fotógrafo, y conocí buena gente”. Después recuerda algunas caídas antológicas que sufrió de pibe. En el hospital, se agranda, tenía una historia clínica del tamaño de la Enciclopedia Británica.

La grilla de bandas es monumental. Doce horas ininterrumpidas que llegan hasta la madrugada del lunes. Recuerda a los eternos festipunks de los años duros del menemato. Piba encendió el fuego en el mediodía dominical. Siguieron Serpiente, Hiram Walker Band, Papas Ni Pidamos, Fuck Dolls, Hueso, Nulo y los punks gaiteros de Raise My Kilt. Se puso hardcore la velada con los Minoría Activa, que desempolvaron el himno sempiterno de los Diferentes Actitudes Juveniles (DAJ) dedicado al Buenos Aires HardCore (BAHC).

Minoría Activa, hardcore vieja escuela.
Foto: Gentileza Gusi Ramone

Surf del cemento, tribu contracultural o negocio multimillonario, el skate, nacido en California en los ’60, tiene un universo propio en la Argentina, con figuras legendarias, rampas emblemáticas y enfrentamientos con la ley, ahora, pasados de moda. “Esa es la historia, hermano. Tuvimos patinadas, pero no fueron caídas, mirá toda la gente que vino”, se despido Carlitos y luego se pierde en el mar de pibes y pibas que bailan ska al ritmo de los Sombrero Club. Al toque, los pesados Against nos dan una trompada en la jeta con su sinfonía de la destrucción thrashera. Pegaditos, los Da Skate  desatan un pogo intenso, digno de “Jijiji”. ¡Ojo con el punki grandote de cresta y casaca curtida de Black Flag! Si nos choca podemos terminar en terapia intensiva.

Pasadas las 21 es el momento de batallar. Una docena de skaters se juegan la vida en el Death Match. Es una pelea cuerpo a cuerpo en la rampa. El que termina de pie se queda con un generoso premio de unos miles de pesos devaluados. Espectáculo de aires medievales, sobre rueditas.

El punk de Loquero en el encuentro de skate.
Foto: Gentileza Gusi Ramone

Antes de que den las 12, la noche se pone más industrial con los Blood Parade. Todavía nos queda el podio para cerrar la fiesta a lo grande. Con el punk narcótico de Loquero llegan los fantasmas de la FORA, la anarquía y la poesía al festival. Un infierno encantador. Pasada la medianoche es el turno de Arde La Sangre, el cuarteto heavy que es el nuevo proyecto de dos viejos conocidos del metal pesado argentino: Marcelo “Corbata” Corvalán y “Tery” Langer, ex Carajo. Dejan el escenario en llamas para los Massacre Palestina.

Pasada la una y media del lunes, mientras afuera se derrumba el capitalismo, la banda de Wallas arranca con una versión, obvio, psicodélica de “All Tomorrow Parties” de la Velvet Underground. Padre fundador del skate nacional, Wallas agita a los chicos que zamarrean las tablas en el pogo. Van a sonar clásicos de clásicos inoxidables. Muchos de su EP seminal, el que en su tapa rezaba Buenos Aires Sub Atomic Skate Sounds. Será un viaje en una patineta cósmica. Hasta el fin de la noche y más allá.