Delete, cancel, unfollow. Eliminar, cancelar, dejar de seguir (suena mejor en inglés). De cómo la cultura de la cancelación viene a romper nuestras formas de ver y analizar contenidos audiovisuales.

  Hace poco más de un mes, estalló la polémica en Twitter. Al parecer, se empezó a decir que “las feministas” habían cancelado a Blancanieves. El beso final, decían, sucedía sin el consentimiento de la protagonista, que estaba dormida. Miles de usuarios reclamaban, una vez más, que las militantes feministas habían llegado demasiado lejos e iban por todo. Parecía que la corrección política nos iba a matar y que la cultura de la cancelación se estaba llevando todo por delante. Hasta apareció un especialista en Blancanieves afirmando que “plantear que el beso no fue consensuado es una estupidez”.

Sin embargo, al revisar la historia de la supuesta cancelación, ningún grupo de feministas se había puesto a querer cambiarle el final a Blancanieves o a escracharla. Simplemente una nota de un medio estadounidense firmada por dos periodistas había planteado revisar una de las atracciones temáticas del parque de Disney donde el príncipe le da a Blancanieves el famoso beso. Las autoras se preguntan si no sería hora de repensar algunas narrativas clásicas donde el tema del consentimiento no está claro y, encima, es consumido por niños y niñas. La nota pasó desapercibida en el sitio donde se publicó, pero en Argentina la levantaron  medios digitales y la renombraron como una “cancelación feminista en masa”.

La mención del beso no consentido a Blancanieves duró solamente un día y murió en la vorágine de internet, pero sirve para analizar la resistencia de ciertos sectores a la revisión de los relatos clásicos y contenidos culturales bajo una perspectiva de género. La teoría de cine feminista se pregunta hace ya más de cinco décadas acerca de quién mira y quién es mirado en los relatos audiovisuales. Desde el texto fundamental “Placer visual y cine narrativo” de Laura Mulvey, numerosas investigadoras de diferentes disciplinas sociales indagan acerca de las formas en cómo son retratadas las mujeres y las disidencias en el cine, cómo son estas figuras ficticias, qué deseos tienen y quiénes las retratan.

Analizar contenidos históricos es parte de la crítica de cine feminista. Diferente es cuando se “cancela” a directores como Roman Polanski o Woody Allen, situaciones vinculadas a evitar seguir reconociendo a personas que cometieron delitos penales y siguieron filmando como si nada hubiera pasado. Se trata de casos en que la justicia falló de forma patriarcal, y que abrieron paso a la idea de los primeros “escraches”, con el productor y depredador sexual Harvey Weinstein a la cabeza. Sin embargo, no sólo ciertos sectores feministas “cancelan” figuras y salen a decir “este tipo no va más”, sino que lo hacen también los medios de comunicación masivos o diferentes empresas, sabiendo que pueden perder usuarios y espectadores.

Este es el caso de plataformas mainstream como Netflix y Amazon. Netflix eliminó de su catálogo de Estados Unidos todas las películas donde actúa Johnny Deep. También fue desvinculado de la franquicia “Animales Fantásticos”. El actor tiene denuncias de violencia doméstica por parte de su exesposa Amber Heard y acaba de perder un juicio con el diario The Sun porque este lo llamó “golpeador de esposas”. Amazon rechazó trabajar con Woody Allen y se negó a distribuir su última película Días de lluvia en Nueva York, al igual que la editorial Hachette se negó a publicar sus memorias “A propósito de nada”.

Otro caso para analizar es el de Aziz Ansari, que estrenó la tercera temporada de su serie Master of None luego de una acusación por conducta sexual inapropiada. El guionista y director cambió abruptamente los personajes, él ya no la protagoniza, sino que lo hace Lena Waithe, otra de las guionistas. Tardó más de tres años en estrenar la tercera temporada, él casi no aparece y el relato es sobre una pareja de lesbianas. También sacó un especial de comedia hace dos años donde reflexiona acerca de lo que pasó con su denuncia. ¿Es una lavada de cara o realmente reflexionó sobre sus conductas y decidió darle lugar a una compañera lesbiana? ¿Es esta una de las formas que tienen los artistas “escrachados” de redimirse?

“La cultura de la cancelación” es nueva y no hay un manual de conducta. Casos como el de Aziz Ansari no son comparables a los de abusadores seriales como Harvey Weinstein o Bill Cosby, pero sí presentan un caso representativo de cómo pueden hacer estos “escrachados” para volver a escena sin hacer el típico “aquí no ha pasado nada”.

Las plataformas audiovisuales pueden dejar de pasar contenidos audiovisuales de los actores y directores cancelados, nosotres podemos elegir si consumirlos o no. Si decidimos hacerlo, ¿nosotres también estamos cancelades? ¿Deberíamos pasarle la culpa a les espectadores?

Lo que tiene que quedar claro es que preguntarse por el retrato de los personajes femeninos, tanto desde su aspecto como desde las acciones y deseos que encarnan, no es cancelar contenidos o películas; es revisar estas narrativas con ojos críticos para que miles de niñas y niños no crezcan con una concepción patriarcal del amor y del consentimiento, que las mujeres no sigan siendo presionadas por los cánones hegemónicos de belleza que ven una y otra vez en los contenidos audiovisuales, y que se generen más y mejores contenidos con perspectiva de género. Nadie va a demonizar ni prohibir Blancanieves y otras piezas clásicas, pero revisarlas con una lectura crítica, bajo las discusiones feministas actuales, es buen ejercicio para entender la construcción patriarcal audiovisual y enseñar sobre consentimiento a las generaciones futuras. Que ciertos sectores se enfurezcan al grito de “cancelan todo” o “la corrección política nos va a matar” es solo una respuesta reaccionaria más de quienes no quieren revisar narrativas propias y ajenas.

La nota es parte de la alianza entre Tiempo y Economía Femini(s)ta, una organización aliada que trabaja para visibilizar la desigualdad de género a través de la elaboración de contenidos claros y de calidad.