En la carrera por la candidatura a gobernador bonaerense de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich y Mauricio Macri decidieron apoyar a Néstor Grindetti. El intendente de Lanús, que también es el presidente de un Club Atlético Independiente envuelto en su peor crisis, enfrentará en la primaria a Diego Santilli, quien pretendía ser un candidato de unidad pero la interna lo confinó al larretismo. Dada la ventaja de Bullrich sobre Larreta en las encuestas, este aval es fundamental: es bastante probable que Grindetti termine siendo el principal competidor de Kicillof –si es que el actual gobernador no termina yendo por la presidencia.

Amén de la histórica cercanía entre Grindetti y Macri, en una entrevista Bullrich explicó la decisión con un argumento sorprendente: que su mérito era la gestión en Lanús. Esto es un cambio importante en la historia del PRO, ya que desde las elecciones de 2015 su estrategia política hacia la provincia fue exportar el modelo porteño. María Eugenia Vidal, su candidata victoriosa, venía de ser la vicejefa de Macri en la Capital Federal, y también venían de ese distrito otros candidatos que representaron al PRO en el Congreso o las intendencias: Cristian Ritondo, Esteban Bullrich, Diego Valenzuela y un largo etcétera. El mensaje de esas campañas era claro: a los habitantes de un Gran Buenos Aires castigado por la pobreza y la inseguridad, el PRO les ofrecía la ilusión de parecerse a la Ciudad de sus aspiraciones. En forma de Metrobuses y funcionarios porteños en las listas.

La nueva doctrina invierte la mirada: dado que las administraciones del PRO en los municipios del Gran Buenos Aires fueron tan exitosas, haberlos gestionado es ahora la verdadera escuela de gestión. El nuevo cursus honorum partidario, la fábrica de cuadros políticos. Tanto así, que otro intendente del Gran Buenos Aires, Jorge Macri, es la propuesta del macrismo-bullrichismo para la Ciudad. Por obra y gracia de la interna entre Mauricio y Horacio, el núcleo duro de la dirigencia del PRO –es decir, el macrismo– hoy hace una evaluación negativa de la gestión porteña. Sostienen que, a diferencia de las jefaturas de Mauricio Macri entre 2007 y 2015, de las que salieron los principales dirigentes políticos del PRO (Marcos Peña, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó, Vidal, Ritondo, el mismo Horacio), el sucesor Larreta sólo se rodeó de un «horacismo» de gente joven y leal, sin proyectar nuevos liderazgos. El macrismo de paladar negro se convenció de que hay que «recuperar la Ciudad», y proyecta el retorno de sus viejos funcionarios de la mano del primo Jorge.

Sin embargo, la nueva doctrina de la «escuela bonaerense de liderazgos» enfrenta un problema: ¿fueron tan exitosas las intendencias conurbanas del PRO? En 2021, el grindettismo perdió las primarias municipales de Lanús, y logró dar vuelta el resultado en la general por un puñado de votos. Los últimos años fueron malos para todo el mundo, ni Lanús ni Tres de Febrero –gobernado por Diego Valenzuela– son islas, y la ola de disconformidad llegó a los electorados locales. En su distrito, Grindetti tiene un sucesor, Diego Kravetz, quien ocupa la Secretaría de Seguridad municipal y logra notoriedad al estilo Berni- Bullrich: recientemente, los medios difundieron las imágenes de Kravetz atrapando a un delincuente con sus propias manos. Pero aún no es tan conocido como Grindetti, está en un territorio genéticamente peronista, y las encuestas muestran que la competencia con el Frente de Todos está peleada.

Una ventaja de Kravetz es que el frentetodismo local tiene cuatro candidatos: Julián Álvarez (La Cámpora, ex viceministro de Justicia de CFK), Nicolás Russo (expresidente del Club Lanús, hombre de Massa), Víctor de Gennaro (histórico líder sindical, fundador de la CTA y amigo de Lula) y Agustín Balladares (Movimiento Evita). Tanto Álvarez como Russo quieren que sus jefes políticos nacionales hagan «dedazo» y pongan «un candidato de unidad», pero lo cierto es que esa pretensión refleja sus inseguridades: la primaria por la candidatura de Lanús está abierta, cualquiera podría ganar, y al mismo tiempo no se puede prescindir de ninguno de los cuatro, porque de lo contrario ganaría Kravetz (recuérdese que en las elecciones de intendente no hay ballotage).

Esta competencia por una intendencia, inesperadamente, se convirtió en la estrella del año electoral bonaerense. Grindetti, ungido como candidato del Juntos por el Cambio en nombre de las bondades del «modelo Lanús», no puede permitirse perder en su propio terruño. Y por idénticas razones, el Frente de Todos no puede permitirse perder.  «