A medida que avanza la cuarentena, cada vez toma más fuerza el reclamo de cientos de personas que intentaban mudarse, pero el aislamiento obligatorio frustró el traslado. El perjuicio económico y psicológico, en algunos casos, es muy grande. Tiempo, habló con cuatro damnificados que reclaman un permiso excepcional para terminar con la mudanza. 

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El jueves 19 de marzo, Miguel y Juan estaban contentos, habían firmado con una inmobiliaria un nuevo contrato para mudarse a un departamento de Monte Grande. “Estábamos viviendo en Claypole, donde quedaron todas nuestras cosas, incluido nuestros dos gatos y un perro”, cuenta el joven. “Ese día apenas trajimos algunas cosas pequeñas que entraban en el auto como el ventilador, la cafetera. Estábamos con lo puesto”, agrega.

La pareja no pudo volver a su casa de Claypole y al día de hoy, un vecino le da comer y beber a las mascotas a través de una ventana. “Nos agarró la noticia de la cuarentena y ya no nos pudimos mover. Esto acá está vacío. Es la nada misma. Una vecina nos regaló una sábana y mi cuñada que vive cerca, nos trajo unas almohadas. Estamos durmiendo en el piso”, grafica Miguel, quien consultó en la Municipalidad de Esteban Echeverría cómo podía hacer para terminar la mudanza y si bien lo atendieron “de la mejor manera, me explicaron que corría un riesgo grande si decidía contratar un flete porque no era una actividad exceptuada y que mi suerte dependía del humor del policía que me pudiera parar en el camino”, añade.

Los jóvenes compraron algo de ropa por internet y, sin cocina, no les queda otra que pedir deliverys y depender de la comida que les lleven los familiares cercanos. “Para colmo, soy insulinodependiente y al no tener heladera me condiciona mucho porque tengo que dejar la lunchera en otras casas, de prestado”, sostiene Miguel quien es mecánico y está desocupado; mientras que Juan, su pareja, si bien es personal administrativo de un sanatorio, no está yendo a trabajar porque es asmático, por lo que le descuentan un porcentaje del sueldo.

Belén cursa el octavo mes de un embarazo de riesgo. Su contrato de alquiler vencía el 31 de marzo y con su familia, su marido y una nena de 9 años, tenían previsto mudarse cerca de donde vivían, en Quilmes. Pero llegó abril y la mudanza no pudo concretarse. Para el 3 de abril, la mujer se descompensó, por lo que decidió continuar la cuarentena en lo de su madre.

“Tanto mi vieja casa, como la nueva, como la de mi mamá están en un radio de 10 cuadras. Apenas alcancé a llevarme algunas cosas. No tenía ropa de invierno. En la casa donde estaba le había dado de baja a internet y a todos los servicios, por lo que mi hijo no podía hacer la tarea. Un trastorno”, resume Belén, quien afortunadamente consiguió un permiso de circulación por 24 horas y la autorización para que un flete le hiciera la mudanza, luego de presentar la documentación médica, entre otros requisitos.

Soledad y su marido también habían empezado a hacer la mudanza de a poco, unos días antes de la cuarentena. Su abuelo le había dejado una casa en Mataderos, pero nunca pudieron irse de la casa de Lomas del Mirador donde alquilan hace tres años.

“Habíamos decidido irnos justamente por cuestiones económicas. En nuestro caso ni si quiera tenemos que contratar a un flete porque la mudanza la hace mi esposo”, señala la joven, que subraya: “Tenemos, al igual que muchos, la mitad en una casa y la otra mitad en la otra, con un menor. Necesitamos un permiso: hablamos con las autoridades de la Ciudad y no pueden hacer nada. Desde La Matanza nos dijeron que de alguna forma nos podían ayudar, pero no tienen injerencia del otro lado de la General Paz”. Soledad se queja porque es comerciante y ya debe dos meses de alquiler, mientras que debe continuar pagando por la casa de Lomas del Mirador, cuando ya podría prescindir de ella.

Hace unas semanas atrás, Elena y su pareja habían decidido dar un gran paso. Ensamblar ambas familias: dos hijos de él y una hija de ella, bajo un mismo techo. Un día antes de que se decretara la cuarentena, habían ido a ver un departamento de cuatro ambientes en Villa Urquiza y lo dejaron señado. Pero nunca pudieron abandonar el departamento de dos ambientes de Núñez, donde hoy viven todos hacinados.

“La mamá de los hijos de él es enfermera, entonces decidimos que por prevención se quedaran a nuestro cuidado hasta que todo esto pasara. Así que estamos viviendo todos juntos en un pequeño departamento improvisando con un colchón en el piso en mi habitación, donde duerme mi nena”, detalla Elena.

La mujer, que lleva una intensa campaña en redes sociales para que se arribe a una solución, asegura que hay personas que están haciendo la mudanza igual, arriesgándose a grandes multas. «Nosotros desalentamos ese tipo de iniciativas, ademas los fleteros no suelen agarrar estos trabajos por esta misma razón. Queremos que la mudanza sea incluida como actividad esencial. Que tenga sus protocolos, no somos muchos los que tenemos este problema. De un relevamiento propio surge que no llegamos a 800 familias en el país. Se puede programar para que se haga de manera espaciada”, concluye Elena.

Como si fuera poco, la mujer fue diagnosticada con un tumor en el ojo, que hizo metástasis en el hígado. Apenas termine la cuarentena debe empezar con el tratamiento oncológico. Su marido, también, fue echado de una concesionaria Ford por la baja de las ventas a pesar de estar prohibido por decreto.

En las últimas horas, trascendió que las mudanzas podría ser una de las actividades que se sume a la lista de actividades exceptuadas a nivel nacional de cumplir con la cuarentena, siempre y cuando se analice y apruebe un protocolo. De hecho, varias jurisdicciones del país cuentan con la aprobación de este tipo de medidas y sirvió para descomprimir una situación angustiosa de quienes la padecen.