Para algunos se trata del barrio de Monserrat. Otros se refieren a estas calles que rodean al Obelisco como el barrio de San Nicolás. Pero a pesar de las nomenclaturas esta zona, sobre todo para quienes se criaron bajo la tradición de empilcharse para visitarla, se la nombró y se la seguirá nombrando como el centro. Ese centro que contiene miles de personas que por día corren como hormigas marabuntas, esquivando semáforos y sendas peatonales. Si alguna frenara en esa vorágine y mirara a su alrededor, se encontraría con una bella avenida trazada al estilo parisino –quizás una de las más prolijas de toda la city porteña– conocida como la Diagonal Norte. Ahí, rodeado de gran cantidad de edificios históricos, sobresale uno de nueve pisos, dos subsuelos y la ochava que limita con la estatua del reconocido legislador Lisandro De La Torre.

Emplazado en Avenida Roque Sáenz Peña 832, a simple vista parece una monumental mole de granito cuyas líneas horizontales y verticales bien marcadas de gran porte se asemejan a un destructor imperial de la Guerra de las Galaxias o a parte de la escenografía de Metrópolis (1927), la película de Fritz Lang. El edificio Volta, ese es su nombre, no sólo alberga oficinas para teletrabajo o la sede de una universidad. Reúne un cúmulo de historias que conectan las últimas huestes de la Belle Époque con los orígenes de la energía eléctrica industrial porteña y la creatividad de uno de los arquitectos más prestigiosos del país.

Su estilo racionalista y art déco.
Foto: Edgardo Gómez

El agua electrizada

Cuando el periodista José Luis Torres acuñó el término «Década Infame» para bautizar el período político comprendido entre 1930 y 1940, es muy probable que no estuviera pensando en el patrimonio urbano y arquitectónico. Si bien por aquel entonces imperaba el fraude electoral y la corrupción, también por esos años se construyeron gran cantidad de edificios emblemáticos que siguen en pie hasta hoy. Uno de los principales artífices de numerosos proyectos fue Alejandro Bustillo cuyo hermano era el ministro de Obras Públicas del gobernador de Buenos Aires –el polémico y ultra nacionalista Manuel Fresco– y su tío era el ingeniero Eduardo Madero, creador del proyecto de Puerto Madero.

Quien le encargó la construcción del Volta, concretada en 1935, fue la Compañía Ibero Americana de Inmuebles y Créditos. El objetivo: que sea la sede de la Compañía Hispano Americana de Electricidad (CHADE). Esa empresa, que en un comienzo fue belga, se vio envuelta en un escándalo de corrupción y terminó siendo adquirida por el Estado nacional en 1961, dando origen a la célebre Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires, mejor conocida como SEGBA. Otro guiño a la electricidad se encuentra en el nombre: Volta es un homenaje a Alessandro Volta, químico y físico italiano que inventó y desarrolló la pila eléctrica en 1799.

El estilo del edificio es art déco (otro ejemplo de esta tendencia es el edificio Kavanagh), lo cual en la obra personal de Bustillo es una rareza. En diálogo con Tiempo, el arquitecto, docente e investigador de la UBA y de la Universidad Católica de La Plata Jorge Bozzano explica que «antes de la década del veinte había otro Bustillo con mucha más influencia francesa, de las arquitecturas eclécticas, en general europeas. Había construido varias casas de renta y estancias. En 1929 construye la casa de Victoria Ocampo y allí empieza a limpiar algo de su estilo propio, sacar decoración. Incursiona en el racionalismo. Sin dudas estaba al tanto de la vanguardia y las nuevas corrientes de la época. Así llega a este tipo de construcción más ligada al funcionalismo/racionalismo».

Un edificio histórico, patrimonio de la Ciudad.
Foto: Edgardo Gómez

Revolucionarios

El Volta emerge en la Diagonal Norte. Según Bozzano, «es nuestra avenida más ordenada, más organizada». Todos los edificios cortan en el mismo punto, formando una línea recta casi ininterrumpida que se respetó hasta nuestros días desde la planificación urbana y remite a la arquitectura típica de París. En un sentido, es aún más prolija que la Avenida de Mayo, otra arteria porteña que también habla en francés. Desde su terraza, donde se ubica la sala de máquinas, se aprecia el esplendor del diseño de esta avenida, el Obelisco a un extremo, y del otro lado las célebres cúpulas del Edificio Bencich, el Miguel Bencich y el ex Bank Boston, entre otras.

Ricardo Krenz, administrador del edificio, cuenta que el Volta posee recursos que fueron «revolucionarios para la época», como sistemas modernos de calefacción y refrigeración central que funciona, con leves modificaciones, hasta la actualidad, o los cinco ascensores marca Otis que conservan su estructura original con maquinaria modernizada.

Volta, declarado patrimonio histórico de la Ciudad de Buenos Aires, es propiedad de la empresa ZEFIR S.A. Actualmente aloja estudios de abogacía, call centers, espacios de coworking y una sede de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). También supo contener bancos (Iguazú, Oddone) y otras empresas estatales como ARBA. Aún hoy, sus pasillos y ascensores se exhiben lujosos y modernos. Sus oficinas poseen amplios ventanales que priorizan la iluminación natural y la ventilación, un bien que incrementó su valor luego de la pandemia.

También se utilizó para filmar publicidades, series y películas. Meses atrás se observaron tres Ferraris en el hall de entrada. El motivo fue la grabación de la serie Coppola, el representante, biopic del exmanager de Diego Maradona protagonizada por Juan Minujín.

Los edificios hablan también del país en que fueron pensados. De momentos e historias. Hoy la energía eléctrica ya no habita en su interior pero el Volta se mantiene incólume al paso del tiempo, como muestra y testimonio de una de las obras arquitectónicas nacionales más peculiares, con elementos vanguardistas para el momento, emplazada en una de las avenidas más elegantes de un centro porteño que miraba a París. Una obra que merece ser observada en medio de la vorágine cotidiana. «

Alejandro Bustillo.
El arquitecto del poder

La arquitectura guarda relación con el poder y la formación del Estadio nación. La Década Infame tuvo algunos de los más representativos.


Mientras el siciliano Francisco Salamone se dedicaba a construir 70 obras eclécticas y monumentales en tiempo récord a lo largo del sudoeste bonaerense, durante esos años ’30 Alejandro Bustillo hacía lo propio con reconocidos edificios públicos y privados. Por aquel entonces circulaba un dicho popular: “no se mueve un ladrillo sin que lo diga Bustillo”. Construyó el Hotel Llao Llao en Bariloche, el Complejo Bristol en Mar del Plata (incluía la Rambla, el Hotel Provincial y el Casino Central). También la imponente sede central del Banco de la Nación Argentina, cuya cúpula es una de las más grandes de la ciudad, el Banco Tornquist, el Hotel Continental, el Edificio Volta y la casa de Victoria Ocampo. Junto a Ángel Guido, Alfredo Bigatti y José Fioravanti creó el Monumento a la Bandera en Rosario.


Nacido en Buenos Aires en 1889 y fallecido en la misma ciudad a los 93 años, Alejandro Gabriel Bustillo Madero estudió Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires. Allí egresó en 1914. También se dedicó a la escultura, la pintura, la docencia y la escritura. Creador de un estilo propio –el “Clásico Nacional”–, sus construcciones son la cara visible de la presencia del poder público. Explica el arquitecto y docente Jorge Bozzano: “Durante los años veinte construye muchas casas de campo y hasta recibe encargos en París. Luego, en los años treinta, con su hermano como Ministro de Obras Públicas, se dedicó a la construcción de edificios públicos que debían hablar de un Estado moderno y poderoso. El Banco Nación, de alguna manera expresa ese poderío. Si uno compara esa fachada con el portal de la Casa de Gobierno hecho por Francesco Tamburini, queda como un enanito frente a la portentosa construcción de Bustillo”.

Ricardo Krenz, administrador del edificio, en la Sala de Máquinas.
Foto: Edgardo Gómez
La avenida que siguió el modelo parisino

A finales del siglo XIX, tras los primeros años de una Ciudad de Buenos Aires designada la Capital Federal de la Argentina, las autoridades comenzaron a trabajar en su rediseño. La inspiración fue, como en tantas otras oportunidades con una élite europeizada y porteñocentrista, París. Siguiendo los preceptos del funcionario que se encargó de la renovación de la capital francesa entre 1852 y 1870, Georges-Eugène Haussmann, se buscó la apertura de dos importantes arterias diagonales al norte y al sur. El diseño estuvo a cargo del urbanista galo José Bouvard. El proyecto comenzó en 1913 y se extendió hasta 1943. Conviven varios estilos pero sus bases se mantienen hasta hoy. En Diagonal Norte fue que Cortázar se cruzó con Borges y le entregó el manuscrito de “Casa Tomada”. Años más tarde, el autor de El Aleph recordaría este encuentro en un libro de conversaciones con Fernando Sorrentino: “Me sentí muy orgulloso de haber sido el primero que publicó un texto de Julio Cortázar”.

Foto: Edgardo Gómez