Este martes se realizó una nueva audiencia del juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención conocidos como Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús

Luis Alberto Ortiz, sobreviviente, fue el primero en declarar. Fue secuestrado el 9 de noviembre de 1978 a la madrugada en su casa de Monte Chingolo, partido de Lanús. “A mi mujer la apuntaban con una ametralladora y ella tenía a mi bebé, de menos de 1 año”, recordó. También vivía con su otro hijo, quien en ese momento padecía una craneoestenosis.

“Ahí empezó el martirio porque me llevaron hasta la DDI de Lanús que está en las calles 12 de Octubre y Ameghino de Avellaneda”, explicó, y contó que el recibimiento fue con un simulacro de fusilamiento y golpes durante todo el camino. Una vez allí, fue directo a la sala de tortura. “Me cablean y me empiezan a torturar con la picana. Para mí eso es eterno”, sostuvo.

Describió el tormento. “De tanto darme, me desmayo. Cuando me despierto, tenía los pantalones bajos, los calzoncillos bajos y la camisa abierta. Me empezaron a dar en la entrepierna, los testículos, la boca y todo el cuerpo”. Tras un segundo desmayo, fue trasladado a un calabozo y le dejaron una jarra con agua. “La gente que estaba en los costados y arriba, me decían que no tomara agua”, apuntó, y dio cuenta de los daños que hubiera sufrido de ingerir el líquido tras la picana.

Recordó que en tres oportunidades fue llevado a la sala de tortura, pero también había otro tipo de violencia. “Golpeaban la puerta para que no me durmiera”, explicó ante el Tribunal y las partes. Precisó que tras estos episodios, su salud se deterioró significativamente y sufrió un ACV. “Yo no sé a quien culpar”, dijo, pero aclaró que los médicos que lo trataron le dijeron que podía ser por estrés postraumático.

Luis Alberto trabajaba en Peugeot, pero el año anterior al secuestro había sido despedido con el artículo que “combatía el terrorismo fabril”. Echaron a 22 trabajadores en total. “Nos dijeron que éramos montoneros”, y aclaró: “Yo no tenía tiempo para andar de guerrillero, yo necesitaba plata para mantener con vida a mi chiquito, que hoy tiene 51 años”. Aseguró que el motivo de su secuestro fue el reclamo de mejoras salariales en las paritarias.

Verónica Morales fue la segunda en declarar. Expuso por la desaparición de Cristóbal Augusto Dedionigi De La Rosa y sus padres Oscar Dedionigi y Raquel Margot de La Rosa, quienes fueron secuestrados unos 10 días y luego liberados. Corría el año 1977.

“Lo vivido por mi familia se transfirió como se transfieren esas cosas intangibles, como esa sombras que nos persiguen”, explicó, al dar cuenta de cómo comenzó la reconstrucción de su historia familiar, que fue “a raíz de muchas pesadillas que tenía”. “Soñaba que corría de noche y me escondía”, apuntó.

Ella y sus padres se fueron unos días de vacaciones, pero al llegar descubrieron que la casa había sido allanada. “A Oscar y Margo los liberaron en muy mal estado en la ciudad de Glew, tenían 60 y 65 años. Estuvieron 10 días en calabozos, torturados y sin comer. Entendemos que también bajo el efecto de drogas”, contó. Estuvieron en El Infierno y fueron trasladados al Vesubio. “Dos años después, Margot pudo escribir de puño y letra un relato increíble, con lujo de detalles, toda su agonía durante 10 días. Es un relato que a mí, como sobrina, me ayudó a ordenar estas imágenes que tenía por los relatos que había escuchado en mi casa”, mencionó.