Gracias por la invitación. 

Gracias también por haber podido convertir la gesta en gestión. 

Estoy seguro que prácticamente ninguna de las cosas que hicieron desde las atribuladas horas de diciembre de 2015, figuran en las currículas de comunicación social, ni en los planes de estudio de las escuelas de periodismo y, también, tiene escasos antecedentes en la historia del periodismo argentino. 

En ningún libro especializado se enseña cómo se organiza un recorrido de distribución, cómo se liquidan los salarios y otros dilemas administrativos, cómo y a quién o por cuánto se debe vender un aviso, cómo atender el teléfono para volver más cálido un trámite de suscripción. Por eso, es doblemente meritorio, que muchos, desde el periodismo, se hayan improvisado en tareas que jamás habían soñado tener que cumplir. Eso sí que es volver a la primaria, eso sí que es reaprender todo lo que sabíamos y, en especial, lo mucho que ignorábamos de este querido oficio. 

Gracias por haber convertido la depresión en acción. 

Son ustedes, todos (a menos que hayan ganado el Loto o el Quini 6 y se la maten callando) seguramente más pobres que hace un año y medio pero no se imaginan cuanta riqueza simbólica y moral acumularon desde que salieron de esa zona de confort que supone ser asalariados en relación de dependencia, con jerarquías, retribución y antigüedad, desde el día que descubrieron que de ese disfraz solo quedaban harapos. 

Gracias por poner knock out al lockout. 

Ustedes dieron pelea y sobre ese ring imaginario siguen peleando, de pie, sin tirar la toalla, sin mirar al rincón. 

Gracias por ponerle tanto interés a tan escaso capital. 

En una época de reconversiones de dudosa calaña y que solo traen y llevan beneficios para un solo lado, ustedes se reconvirtieron en serio, posta, de una, a fondo, hasta lograr hacer de una empresa abandonada por sus dueños una empresa recuperada por los que ahora son, de veras, dueños de sus palabras. 

Gracias a ustedes ahora, los periodistas (tal vez no todos, sí aquellos que sabemos apreciar esta clase de luchas que quedan para siempre) conocemos un poco más de lo mucho que puede conseguir una cooperativa. 

Gracias por haber podido reconstruir con mística de aventura colectiva la individual destrucción de unos aventureros metidos a dueños. Todo lo hicieron sin un peso pero por verdaderas razones de peso. 

Todo lo consiguieron sin pauta pero con una energía de la gran puta. Todo lo afrontaron sin cansarse por eso nadie les pudo ganar por cansancio. 

Contaba Alejandro Wall el viernes pasado en una entrevista que en el Tiempo dueño de sus palabras, cada cooperativista cobra por cantidad de horas trabajadas y que todos cobran el mismo valor horario, respetando un tope máximo de horas cobrables. También contó que los cooperativistas son 125 que imprimen en Gráfica Patricios, otra empresa recuperada y que aún tan joven la cooperativa es rentable. Me gusta mucho que Wall, y otros a los que también escuché, cada vez que tienen oportunidad mencionan a los que están en la cooperativa, a los que estuvieron y que por distintos motivos decidieron retirarse y, especialmente, que nunca olvidan decir que en los momentos más difíciles estuvieron acompañados y respaldados por sus familias que sufrieron a la par los destratos patronales. 

En junio de 2016 por aquello del ser más que del parecer y por la exigencia de ser los más transparentes del kiosco contaban en una especie de editorial que del precio de tapa, el canilllita se queda con un 40 %; el distribuidor retiene un 10% a lo que habrá que sumarle el 2,5% del IVA. A la cooperativa le ingresa el 47,5% y de esa cifra, teniendo al día servicios y otros insumos, queda dinero para repartir. 

Gracias, entonces, por convertir en levantados tantos salarios caídos. 

Gracias por ponerse al servicio de una empresa nueva sin ser empresarios. 

Termino compartiendo una fantasía, que, además, ¿por qué no? puede tener carácter de propuesta. Imagino la posibilidad de armar un documental que hable de esta lucha de características, si no únicas tan singulares, y que podría llamarse Tiempo de Revancha 2. Pienso que los celulares de muchos compañeros deben haber registrado y guardado momentos y vivencias que sería una pena que no se hicieran públicas. 

Recuerdo haber visto algunas: imágenes de la venta de Tiempo en algunas movilizaciones masivas de los últimos tiempos o algo de la irrupción de la patota en una fría noche de julio de 2016 al edificio de la calle Amenábar o material de archivo, las declaraciones coincidentes de Martínez Rojas y del presidente de la Nación calificándolos como “usurpadores” o algunos de las convocatorias solidarias, la de Parque Centenario o los varios encuentros que se realizaron frente a la redacción. Seguro que debe haber mucho material. Imágenes de días desolados y de días más luminosos, como los del traslado a la nueva redacción, los sacrificios durante las tomas, el tono durante las asambleas y tanto más. Les dejo la inquietud, pero también cuenten conmigo en lo que necesiten. 

Gracias, por fin, por haber apelado a las ideas sin olvidar la ideología. 

¡Aguante Tiempo Argentino! Y aguanten, también, todas las empresas recuperadas y todas las revistas independientes y autogestivas.