Alejandra Maidana tiene 46 años y desde hace doce está al frente de un corralón de materiales sobre la avenida Constitución, en Mar del Plata. Por su trabajo, es capaz de conducir un camión Ford 400 o un autoelevador. Es rubia, tiene ojos claros, sonrisa de publicidad y una figura que desmiente al DNI. También es madre, abuela y, desde hace unos días, segunda princesa de la tradicional Fiesta Nacional de los Pescadores.

«Me anoté de pura cararrota –dice– porque quería salir de la rutina. En el trabajo ando todos los días en zapatillas y joggings. El corralón me enseñó a tratar con los hombres. Tengo un empleado que trabaja conmigo en el mostrador y cuando un cliente me tira una indirecta, lo llamo y lo presento como mi marido. Pero bueno, mi sueño era salir un poco del corralón y usar todos los vestidos que tengo en el ropero. Así que me esmeré en los ensayos, no para ganar, sino para vivir la experiencia de caminar sobre una pasarela, que los periodistas te hagan notas, conocer gente que no hubiera conocido. Y cuando me eligieron princesa me quedé dura, pero después me sentí feliz. Fue un sueño cumplido.»

La coronación de Alejandra fue posible por la modificación del viejo reglamento del concurso, que anclaba la edad de las participantes entre los 18 y 24 años. No era el único impedimento para muchas mujeres: hasta hace poco tampoco podían competir las casadas ni las que tuvieran hijos. Desde luego, en la preselección y en la ceremonia debían desfilar en traje de baño para ser «calificadas» por el jurado.

En la Argentina, solo en los últimos cuatro años, se han disuelto más de 30 certámenes que premiaban, más que ninguna otra cualidad, la armonía física. Sin embargo, aún persisten, sobre todo en verano y a lo largo de todo el calendario de festivales, cientos de elecciones de «Reinas» que buscan promocionar el turismo y los productos regionales de cada lugar.

Según el colectivo Ni Una Menos, estos concursos son «sexistas y misóginos, perpetúan los patrones tradicionales de belleza y promueven la bulimia y la anorexia. Reproducen el concepto de la mujer como mercancía, en medio de una pandemia de violencia de género y feminicidio».

Algunos municipios no acuerdan con esa mirada e insisten en evaluar a las mujeres según los cánones de belleza instalados, aun cuando las concursantes tengan edad de escuela primaria, como ocurre, por ejemplo, en la Fiesta Nacional de la Flor, en Escobar, donde se otorga corona y cetro a la  Reina Nacional Infantil del Capullo. Otra expresión extrema de esta clase de competencias son los «Bikini Open» en las playas, habitualmente patrocinados por empresas privadas, donde lo que se premia es, apenas, una parte del cuerpo: la cola.

«No somos un certamen de belleza. Lo aclaramos de entrada porque muchos padres nos han dicho: ¡cómo puede ser que mi hija no haya ganado si tiene 90, 60, 90! Lo que el jurado elige es una mujer elegante, que sea agradable, que tenga gracia y actitud arriba del escenario, que sepa explicar las atracciones que ofrece Mar del Plata. Y para eso no se necesita ser rubia, alta o tener medidas perfectas», explica Lorena García, coordinadora general de la Fiesta Nacional de los Pescadores, un evento con más de 30 años de vigencia que fue declarado de interés nacional.

Lorena es responsable del aggiornamento de la competencia porque, reconoce, «hay que adecuarse a la época. Hace tres años empecé a pensar cómo hacer para que se anotaran más chicas y se me ocurrió quitar el desfile en traje de baño. Mostrar el cuerpo así no tenía sentido. Muchas mujeres no se sentían cómodas haciéndolo. Al año siguiente eliminamos el requisito de ser soltera y sin hijos, porque la mujer es capaz de organizar perfectamente su vida familiar para que no la limite. Este año fuimos más allá y quitamos el límite de edad porque era un capricho; no buscamos una modelo sino una embajadora de la ciudad. La convocatoria fue un éxito. Se anotaron mujeres de todas las edades, hasta una de 72 años que ya nos avisó que el año que viene vuelve a anotarse».

No sólo belleza

Desde organismos como la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género se viene advirtiendo hace años respecto a la violencia simbólica contra las mujeres que implican los eventos denominados «concursos de belleza» o «elecciones de reinas» en el marco de las festividades tradicionales que se realizan en distintas ciudades del país.

En diciembre de 2014, el Concejo Deliberante de Chivilcoy recogió el guante y aprobó un proyecto que prohibió la metodología del concurso de belleza para elegir a su Reina de la Fiesta del Carnaval, y lo mismo estableció para cualquier evento organizado por ese municipio bonaerense. Para 2016, se habían sumado con ordenanzas similares las ciudades de Villa Gesell, Viedma, Villa La Angostura y Coronel Suárez.

En noviembre del año pasado, por primera vez en su historia, San Rafael, en Mendoza, celebró su Fiesta Provincial del Turismo y el Vino sin la clásica elección de la Reina. «Queremos mirar cosas que son más importante que la belleza», justificaron los organizadores.

Con un concurso muy particular, Mar del Plata sigue apostando a la belleza pero de acuerdo a otros cánones. Y a Alejandra Maidana, a los 46, le cambió un poquito la vida. «Haber ganado me puso contenta. Me empecé a maquillar, a delinearme los ojos y ahora todas las tardes me escapo del negocio para ir a un evento o cumplir con un compromiso. Empecé a delegar en los demás y me tomé el 2018 para mí.» «