Por suerte, nadie previó este suceso fenomenal. Si alguien lo hubiera tenido en sus cálculos, tal como se dio, querría decir que el mundo del espectáculo, en general, y del teatro, en particular, se habría quedado sin uno de sus secretos principales: que es imposible decidir de antemano qué será un éxito o no. 

Pasado el segundo semestre de 2010, los productores tomaron la decisión de hacer en Buenos Aires esta obra francesa, estrenada en París en 2005, que ya se había traducido al español y se había presentado también en Madrid y en México. En el ambiente teatral no pocos la mencionaban; algunos actores habían preguntado por ella, aunque una y otra vez, sin que quedaran claras las razones, el proyecto caía en los pantanos de la indecisión.

Desde 2008, la pieza circulaba en el candelero de las posibilidades, pero nadie terminaba de tomar la posta. Sebastián Blutrach se sincera: «Me cuesta leer comedia. Las primeras veinte páginas me gustaron y después la sentí reiterativa. Pero lo que sucedió es que no percibí el posible éxito.»

Eloísa Cantón vivió varios años en Brasil desarrollando tareas de producción teatral y allí unas amigas le habían hablado de Toc Toc. Fue en su casa, allá por mayo de 2009, donde los productores leyeron el texto por primera vez. «En ese momento, teníamos más opiniones desfavorables sobre la obra que de las otras. Y a nosotros también nos pareció repetitiva», afirma Cantón. Jorge Schussheim —que posteriormente se ocuparía de ponerla en caja argentina, e incluso porteña— cuenta que él la leyó por primera vez en ese mismo 2009 y que en esa circunstancia, bastante antes de que su mujer, Lía Jelín, viajara al Distrito Federal mexicano a encargarse de hacer una puesta de la pieza, opinó: «Es un vodevil. No es el género que prefiero, pero ponele la firma: va a ser un éxito.»

Todos los que integraron su elenco desde el principio son sinceros cuando afirman que pensaron que Toc Toc sería una obra que resistiría apenas los meses del verano, siempre difíciles, o imprevisibles para la actividad. A cada uno le llegó el libro —a unos de parte de Sebastián Blutrach, a otro enviado por Bruno Pedemonti y Eloísa Cantón— con una típica exigencia de productores avezados: la necesidad de una respuesta veloz. María Fiorentino recuerda haber dicho: «Y bueno, sí, acepto. Me atrae la idea de pasar el verano trabajando en Buenos Aires, con una directora como Lía (Jelín), con un elenco que me parecía soñado». Sin estar del todo subyugada por el texto, a Melina Petriella le ocurrió algo similar: «Pensé ‘qué bueno, la dirige Lía (Jelín), está la Negra (María Fiorentino), trabaja Carnaghi (estuvo al principio, pero luego se alejó), es en la calle Corrientes’. Le dije a mi representante: ‘Deciles que acepto y te pido por favor: arreglá lo mejor que puedas’.» Daniel Casablanca rememora: «Pensar que este era un espectáculo para zafar el verano y nada más. Para que diéramos una respuesta rápida y positiva nos ofrecieron un puntaje especial. Y fijate, aquí seguimos todavía, siete años después.» Sin embargo, cuando leyó el texto por primera vez la sintió «larga» y «repetitiva», aunque también se rió mucho. Por su experiencia, confía: «Leer teatro es difícil, diría que es un plomo. Cualquier libro, en general, no te regala nada en la primera lectura, así sea Esquilo, o como en este caso, Toc Toc. Hay que ser muy imaginativo para representar lo mágico de la cuarta dimensión.» Mauricio Dayub recibió el libro de manos de Blutrach y confiesa que ya desde la primera escena lo sedujo mucho.

«La leí rápido —recuerda—, había que ser muy expeditivo en la respuesta porque se empezaba a ensayar en una semana.»  

A mediados de octubre de 2010, el teléfono de línea de la casa de Bruno Pedemonti sonó después de la medianoche, lo cual constituía una señal de alerta. Al atender, razonablemente inquieto, escuchó una voz masculina que le costó identificar y que le preguntaba si estaba dormido. Quien lo buscaba a una hora en la que cualquier llamado telefónico puede ser presagio de malas noticias era Carlos Rottemberg. Con Karina, su mujer, Carlos estaba muy lejos de Buenos Aires. Volvían en taxi de ver, en un teatro ubicado en un suburbio elegante de la capital mexicana, una función de Toc Toc.

Pero, en lugar de dejarlo insomne con el anuncio de una pálida, su colega le auguró con sorprendente precisión: «El primer viernes de enero de 2011 quiero estrenar Toc Toc en el Multiteatro. Recordá lo que te digo: vas a hacerla siempre a teatro lleno, con ocho funciones y 3500 espectadores por semana. Y también la quiero estrenar en el verano 2011-2012 en el teatro Neptuno de Mar del Plata.»

Las palabras anticipatorias de Rottemberg se cumplieron al pie de la letra. Consultado, hoy le pone paños de humildad a su pronóstico: «Así como Todos los caminos conducen a Toc Toc 21 muchas veces uno dice pavadas acerca de lo que puede pasar con una obra, ahora puedo contarlo. Y es lindo, únicamente porque acerté. El mismo Bruno puede certificar la cantidad de veces que le dije que algo iba a andar y ocurrió todo lo contrario.» Bruno Pedemonti reconoce que en el momento de la llamada pensó que, rodeado de mariachis, Rottemberg había tomado varias copas de más, pero enseguida recordó que su amigo y colega lo más fuerte que toma son gaseosas light.

El 11 de enero de 2017, cuando Toc Toc iniciaba su séptima temporada, se conoció otro dato que la instala en el capítulo de lo fenomenal: con 1.264.767 espectadores que se rieron con ella se convirtió en la comedia más vista en la Argentina en los últimos 25 años. Junto a Brujas, Salsa criolla y Drácula, integra el podio de los espectáculos más convocantes de las dos décadas y media pasadas. Al cierre de esta edición la obra había sido vista por casi un millón y medio de espectadores en todo el país.

El director Daniel Veronese —inicialmente convocado para hacer la puesta en escena y que no aceptó— reconoce a la obra como «fenómeno en la historia del teatro. Hermosa paradoja que cae hacia el lado de la creación. Como creador, y amigo y conocido de varios de los que pasaron por ahí, es la parte que me produce más orgullo, porque en materia de teatro creo en el trabajo y no en las figuras. Lo que pasó con Toc Toc nos sorprendió a todos, incluso a los actores y menos a Lía, que ya tenía la experiencia de haberla montado en México y presentía lo que se venía.»

Curiosamente, el empresario que tanto había auspiciado su puesta en escena no participó en la producción. Dice Rottemberg: «Sabía que en Buenos Aires ya se había formado la sociedad entre el productor mexicano (Morris Gilbert), (Sebastián) Blutrach, Bruno Pedemonti y su mujer, Eloísa Cantón. Una entrada teatral consta de muchos pedacitos. El mío es el que corresponde a la sala. Algunos lo llaman coproductor que aporta las paredes; a mí me gusta decir que soy un exhibidor teatral.»

Marta Lozano llegó un día y me anotó en un papel la palabra ‘toc toc’. Yo ni sabía lo que era». Y añade: «‘Recuérdalo —me pidió—, tienes que hacer esta obra y me lo vas a agradecer.’ Salí a buscar los derechos, me resultó bastante difícil dar con ellos, pero finalmente los compré. Y la otra persona que me insistió hasta convencerme fue Lía Jelín». Bruno Pedemonti asiente y confiesa que le sigue prendiendo velas a Lía, a quien califica como la gran artífice: «Ella fue la que más insistió para hacerla. Casi ninguno le tenía fe, pensábamos que sería algo para llenar el bache del verano. En lo profesional lo que pasó, y pasa, con Toc Toc me confirma lo poco que sabemos de todo.»

De paso por Buenos Aires, aprovechando para ver una o dos obras de teatro por día, el mexicano Gilbert confiesa que, aunque disciplinado, no es el más eficiente leyendo teatro. «Pero sabía que Lía la había leído y que, por el entusiasmo enorme que le había provocado, yo la declaré la fan número uno en el mundo.» Lo que Gilbert notaba era que pocos le veían futuro: algunos por considerarla una comedia ligera, otros más por el título. «A mí me inquietaba que por su vínculo con los trastornos obsesivos compulsivos pudiera tornarse difícil e intelectual y, más indeseable todavía, remitir a enfermedades.»

Pedemonti recuerda que le porfiaban a Lía con argumentos del tipo: «Es una buena idea, tiene pasajes divertidos, pero cuesta entender por qué te gusta tanto.» Blindada en su decisión, la directora de Monólogos de la vagina y Confesiones de mujeres de 30 únicamente repetía: «Tienen que producirla, tienen que producirla.» Mientras pensaban, él y Blutrach se enteraron de dos hechos que, evidentemente, movieron la aguja: que Lía había viajado a México para realizar allí la puesta de Toc Toc y que Morris Gilbert había adquirido los derechos para la Argentina. Bruno también había sentido al libro demasiado extenso y no se había quedado nada conforme luego de ver en video la versión francesa («Tal vez por estar filmada deficientemente la abandoné a los 15 minutos», afirma), pero en la siguiente ocasión que vio a Lía la abordó con una pregunta de respuesta difícil: «¿Podés hacer algo distinto de lo que se hizo en París? Y lo hizo. «