¿Qué pasaría si fuéramos blanco del prejuicio de nuestro barrio? ¿Si la comunidad en la que vivimos nos condenara por haber dicho o hecho algo que se considera intolerable, tal vez abominable? La gran actriz Jorgelina Aruzzi acaba de reestrenar en el Teatro Astros Animal humano, un impactante unipersonal donde explora con comicidad y dramatismo las sensaciones de una mujer mayor agobiada por el rechazo colectivo y su propia soledad. Coescrita y dirigida por Guillermo Cacace, la obra propone una desopilante crítica al uso actual de las tecnologías y hablar sin tapujos del maltrato animal. Tal como ocurrió para su estreno, en noviembre, también ahora serán contadas las funciones: sólo cuatro domingos, incluido este y los próximos 7 y 14 de abril, para extender las manos al calor del mejor teatro argentino y descubrir este escurridizo tesoro de la escena actual.

«En Animal humano interpreto a una mujer sola, grande, que vive encerrada y deprimida porque fue ‘cancelada’ por su comunidad, como le decimos ahora a ese tipo de cuestionamiento que siempre existió pero antes no tenía nombre. No sabemos al principio qué le pasó y por qué la estigmatizan, pero lo vamos develando a lo largo de la obra», explica Aruzzi a Tiempo bajo los tilos de un encantador bar de Chacarita donde la vereda es infinitamente menos bulliciosa que el salón: «Creo que en estos años, de la mano de la tecnología, le pusimos título a algunas cosas que ya conocíamos. Y esto también fue habilitando nuevos interrogantes, ¿no? ¿Qué pasa cuando estás cancelada? Cómo es vivir con esa presión y comenzar a guardarse de a poco en una misma. Qué pasa cuando empezás a autocancelarte… ¿Cómo vamos cultivando esa soledad que no es por elección? Estas son algunas preguntas que se hace mi personaje», desgrana la actriz, mientras ensaya, a pedido, una clasificación de la obra: «Yo diría que se trata de una comedia, pero definitivamente es muuuy dramática. Hay gente que se ríe de comienzo a fin y otra que se va muy movilizada. Creo que uno de los grandes temas de fondo es que, al fin y al cabo, todos estamos solos, solas… Así venimos y así nos vamos».

Aruzzi en Animal humano.

La potencia actoral de Aruzzi acapara un escenario oscuro y despojadamente opresivo, donde apenas vemos a una mujer enfrascada en sus cavilaciones, frente a una tabla de planchar y un guardapolvo blanco. Al fondo, un ventiluz es el único contacto –verdadero– con mundo exterior.

–Qué cuestión irremediablemente humana la soledad… ¿Cómo fuiste construyendo el ámbito sofocante que rodea a esta vecina «cancelada»?

–La semilla de este personaje se remonta a 2001 y a otra obra teatral, La madre impalpable, que escribimos y llevamos a escena con Guille Cacece ese año en el marco de un taller del Centro Cultural Rojas. La matriz de aquella pieza breve era una mina grande, sola, que tenía un perro de mascota con el que hablaba. Todo giraba en torno a eso. El puntapié había sido una noticia de diario sobre una mujer de Lanús que tenía muchos perros. ¿Cómo llegás a tener tantos perros? En esa obra hablábamos de discriminación y también de bullying en las escuelas antes de que se acuñara socialmente la palabra. La protagonista de ese unipersonal fue la base de la vecina de ahora. Nos gustaba la historia y nos había quedado la experiencia de hace 23 años. Por eso, cuando nos convocó para armar algo en el Astros Andrea Stivel, directora del teatro, decidimos reflotarla y la reescribimos toda. Yo el año pasado estaba haciendo Casados con hijos y filmando la serie sobre Carlos Menem, pero me quedaba algo de tiempo libre para funciones, y Guille también podía. Así que avanzamos y la estrenamos el 7 de noviembre. Y aunque fueron seis funciones nomás, nos sorprendió la excelente llegada. ¡Emoción total!

–¿Qué pinceladas nuevas le dieron a aquel protagónico de hace 23 años para ayornarlo? O mejor dicho, ¿qué pudieron rescatar de ahí para enriquecer a esta nueva criatura teatral?

–La verdad que con Guille teníamos bastante material para amplificar a la vecina, porque desde 2001 pasó de todo, como la irrupción de las redes sociales, y en lo personal, yo me hice vegetariana. Entonces, al pensar el personaje, también aparecieron nuevos cuestionamientos… En el caso de los animales siento que convivimos con una negación naturalizada de la vida del otro. Por un lado, los adoptamos como seres queridos, sabiendo que nuestras mascotas sienten, escuchan y perciben nuestro amor, pero por otro, nos comemos un bife de chorizo. Mantenemos muy calladito el hecho de que la producción de animales y todo lo que es la ganadería constituyen el principal factor contaminante del planeta. Nadie quiere sacrificarse por ahí. Me parecía interesante plantear estas contradicciones y contar cómo precisamente es la soledad la que nos coloca frente a las redes, donde la suma de información confunde mucho y nos hace creer que estamos acompañados.

Una actriz en colores.
Foto: Pedro Pérez

–¿Qué sensaciones físicas atraviesan a tu personaje durante la función? ¿Sentís ansiedad, temor, incomodidad?

–Las sensaciones que tengo son las del falso acompañamiento que provocan las redes. Y sensaciones de soledad, que es el gran tema de la obra. Como mucha gente grande, esta señora está experimentando el lenguaje del mundo digital, al que no comprende del todo. Eso la agobia. Con Guille queríamos hablar de todo esto que nos está pasando con lo digital. Para mí, lo más interesante de este espectáculo es el mecanismo teatral que logramos, porque provoca muchas risas pero a la vez sumerge al público en un mundo muy oscuro. Por suerte hay gente que se permite seguir riendo en esos contextos. Esta obra nos invita a pensar y emocionarnos.

–Guillermo Cacece, director de la obra y tu compañero autoral, ha dicho que tu interpretación es «una cruza entre Urdapilleta y Niní Marshall». ¿Qué te parece esa caracterización?

–Creo que conecto con Urdapilleta desde lo brutal, por la falta de prejuicio para decir cualquier cosa, porque es una actuación despojada donde todo pasa por el juego y exponerse. Y Niní… qué decir. Yo flasheo con ella… La estudié mucho, vi todo su cine, conocí a su hija, la interpreté en la obra Niní en el aire… Fue hermoso para mí. Lo más lindo. Veo una película suya y la veo viva a ella y al resto no, ¡imaginate! Me siento halagada cuando me dicen que me parezco en algo.

–¿Supone un esfuerzo particular componer a un personaje que oscila entre lo dramático y lo hilarante?

–Todo eso es parte de la misma rueda, de la misma energía; la comedia y el drama son parte de lo mismo, se alimentan.

La soledad, el gran tema de Animal humano.

–¿Qué pasa cuando las redes sociales se entrometen tanto en lo cotidiano, que las personas pierden registro de la frontera entre lo real y lo virtual? ¿Qué tal te llevás con esta dimensión tan presente de la vida contemporánea?

–Las redes supuestamente sociales son lo peor que nos pudo pasar. Se nos han metido en todas nuestras comunicaciones y se nos van un poco de las manos. Cada vez está todo más segmentado y leemos solo a la gente que seguimos. ¿Nos preguntamos hacia dónde nos llevan las redes? ¿Quién nos está dando esa información que vemos? La manipulación existió siempre, pero ahora entramos de cabeza. Hace un tiempo empecé a seguir en redes a una chica que decía que la palta duraba más si la abrías y la ponías en agua. A la semana de que arranqué, la misma chica salió a pedir mil disculpas por haber difundido eso, ¡porque ahora se había enterado de que la palta en agua puede generar salmonella! Es tremendo lo que pasa: tomamos como verdadero todo lo que sale de las redes, aunque nada esté chequeado. Pero lo más feo es que nos acostumbramos a la tragedia y naturalizamos el ver cualquier cosa. Nos encandalizamos cuando vemos algo terrible por primera vez, pero a la segunda ya lo pasamos por alto porque viene lo siguiente. Del «¡Ay, dios, pobre gente!» a no sentir nada. Reconozco que son poderosas las redes, pero no están buenas, al menos no como las estamos usando. «


Animal humano

De Jorgelina Aruzzi y Guillermo Cacace. Actuación: Jorgelina Aruzzi. Domingos a las 20:30, hasta el 14/4.
Teatro Astros, Av. Corrientes 746, CABA.


Aruzzi, en múltiples escenarios

Aun en medio de este tsunami que es la realidad argentina, Jorgelina Aruzzi disfruta de una época laboral creativa, desafiante e imparable: además de presentarse en el Teatro Astros estos tres próximos domingos con la obra Animal humano, el próximo 16 de mayo subirá al escenario de El Nacional para estrenar la comedia Felicidades, dirigida por Mariana Pensotti y Daniel Veronese, junto a Adrián Suar, Griselda Siciliani, Benjamín Vicuña y Peto Menahem. «Con Guille (Cacace) esperamos poder reponer pronto Animal humano, pero se nos juntó con otros trabajos y es mucho», admite Aruzzi a Tiempo, mientras cuenta que acaba de volver de una gira con El beso, la comedia que protagonizaron este verano Mercedes Funes, Luciano Castro y Luciano Cáceres, y que el año pasado se sumó a la exitosísima puesta teatral Casados con hijos, en lugar de Érica Rivas.
Este año podremos verla también en la muy esperada serie ¡Síganme!, de Amazon Prime, dirigida por Ariel Winograd, que tendrá a Leo Sbaraglia en la piel del expresidente Carlos Menem.