Lo que ocurrió esta semana es simplemente un capítulo más de lo que en algún momento titulé en un libro “Mentime que me gusta”. La relación extraña que se produce entre medios que se dieron cuenta que la mentira les sirve mucho más que la verdad y de gente que los consume. Se abreva de esa mentira porque viene bien para la difusión que se plantea en el seno de una sociedad dividida como prácticamente todas las del mundo y como siempre estuvo la argentina.

La “fakenews”, que viene a sustituir a la expresión “mentira”, para darle un aparente toque de distinción a la falacia, es una cuestión recurrente en el periodismo mundial.También aquí viene de mucho tiempo: el neoliberalismo comprendió que teniendo la gran ventaja de los medios para llegar a la gente, las mentiras que pueda decir se convierten en una verdad, sacada de la ficción. Les es útil, lo hacen permanentemente.

En el tema de las imágenes que presentaron TN y el 13 de la Villa Azul, cuando en realidad eran de Chile: tiene que ver con el afán constante de encontrar algo que pueda deteriorar al gobierno actual. En este impulso, se llevan por delante todo, y en el apuro, se atragantan. Lo hacen sabiendo que no van a pagar demasiado por ello. La única excepcionalidad que se produjo en este caso fue que pidieron disculpas, a las 4 de la tarde, en un tramo de 30 segundos, como para sacarse el peso de encima. Porque fue demasiado notorio. No lo tomó sólo el periodismo refutador sino hubo otros medios, y como llegó a mucha gente, sobre todo porque en las redes hubo un estallido, una refutación masiva, optaron por hacer una modesta aclaración.

Que nunca hacen. Esta semana se conoció que fue sobreseído completamente Axel Kicillof de una causa que empezó en Clarín en 2015. Esa nota infame del diario fue tomada por un abogado del PRO que presentó una denuncia, que hicieron caer en manos de Bonadío, y así armaron una causa por “enriquecimiento ilícito”. No la hicieron funcionar pero cada vez que Clarín y La Nación hablaban de Kicillof, lo mencionaban como “el procesado”. Después de cinco años los peritos de la Corte demostraron que era una burda mentira. Pero no hubo ninguna aclaración ni un pedido de disculpas, y mucho menos de esos medios que publicaron tapas y títulos enormes.

Dos días después se supo que Ricardo Echegaray, acusado por el contrabando de un auto que había traído la embajada de Taiwán, era completamente inocente. Pero en 2017 lo tuvieron a los saltos. Todo empezó cuando la Gendarmería entró con ametralladoras a allanar el domicilio que compartía con su mujer y sus hijos. Con la cobertura casi exclusiva de TN, que les brindó material para días y días contra uno de los tipos del gobierno kirchnerista más apuntados que tuvo Magnetto y el Grupo Clarín. Ahora se sabe que todo era una soberbia falsedad.

Se suma lo de Milagro Sala, a la que presentaron bailando en plena cuarentena sin averiguar las condiciones. Pudo haber ocurrido, que aún en cuarentena, ella bailara con su nieta y otras personas que la acompañan, en un momento de distensión: era irrelevante. Pero como en Milagro todo es terrible, salen a la maldad. Rápidamente se pudo demostrar que, además, las imágenes eran del 31 de diciembre, pero la mayoría ya había consumido la versión de ellos…

O las versiones sesgadas que hacen de muchos hechos. En la tapa del viernes, buscaron que el tema del espionaje de Mauricio Macri, que le cuesta estar imputado ahora por el fiscal Di Lello, fuera absorbido por la información de que Marcelo Tinelli, “con respaldo K”, atacó al macrismo, y que heroicamente, el canalla de Hernán Lombardi, le salió al cruce. Omiten una noticia fundamental para poner un hecho circunstancial como es esa discusión entre Tinelli y los trolls… Los trolls que originalmente fueron de Clarín: yo los padecí, estaban en una oficina en la calle Piedras 736 desde donde lanzaban todo tipo de infamias. Primero lo manejaron ellos y después Marcos Peña hizo lo mismo, viendo el éxito que tenían en el escarnio de las personas a las que apuntaban.

En pocas horas, Clarín recurrió a la mentira, a la infamia y a la acción villana, con resultado favorable: con los que siguen los canales de Magnetto y con la repetición continua en miles de canales desperdigados por todo el país, hacen que la gente crea que lo que importa del espionaje de Macri es Tinelli apuntándolo, que Milagro estaba bailando en cuarentena, que no se enteraran de los sobreseimientos de Kicillof y Echegaray.

Clarín y su “sidecar”, La Nación, juntos, lo hacen para desgracia del periodismo pero fundamentalmente para desgracia del propio país.

No sé si desestabilizan al gobierno de Alberto Fernández, pero siempre el intento va a ser ese recorrido. Lo que quiere Clarín con el presidente actual es coptarlo o derrumbarlo. Pareciera que las dos cosas le vienen bien. De vez en cuando pelea como que está a favor en la intención que tienen sobre la confrontación con Cristina Fernández. Lo trata de limar un poco y ver si hace declaraciones que le sirvan a ellos. Pero si no lo consiguen, producen los ataques absurdos, de mentiras, como por ejemplo, todo lo que han trabajado sobre la cuarentena (de la que son los principales enemigos), en el tema de “los ghetos”, en contra del impuesto a los más ricos, o a favor de los bonistas… Y aquí hay que aclarar que Clarín también es bonista, por lo tanto está defendiendo sus propios intereses.

Por todos estos caminos y por todos los que vengan, van a tratar de derrumbar, de eso se trata, al gobierno de Alberto Fernández. Salvo que ellos, en algún momento, vean que se quiebra y les pertenece, cosa que estimo no va a suceder.