Dicen que con esa noticia el alma los abandonó. Tenían 12 o 13 años el 20 de mayo de 2019 cuando escucharon que había ocurrido un choque en López y Ruta 3, sobre la colectora de San Miguel del Monte. Pero al rato la versión del accidente no se sostuvo. Los testigos eran demasiados. A las 0:47 los vecinos se asomaron a las ventanas, temerosos, ante la seguidilla de disparos. Algunos contaron cuatro proyectiles, otros seis. Un Fiat 147 se había incrustado en el acoplado de un camión estacionado. Había gritos de dolor, luces de patrulleros que se apagaban con disimulo, movimientos inusuales entre los efectivos de la policía. «Mejor vuelvan adentro, es un accidente, no pasó nada».

Con la versión del accidente los familiares de Camila López (13), Danilo Sansone (13) Gonzalo Domínguez (14) y Aníbal Suárez (22) fueron a reconocerlos y a llorarlos en el hospital. La autopsia confirmó lo que algunos sospechaban y lo que la única sobreviviente, Rocío Quagliarello (entonces de 13 años) había podido contar: la policía los había perseguido sin motivo, primero en uno y después en dos patrulleros, disparándoles a mansalva. En la huida desesperada, con Gonzalo herido de bala en una pierna, el auto se estrelló.

A casi cuatro años, comenzó en La Plata el juicio con jurado popular. Acá, en Monte, sus amigos de entonces, los adolescentes de ahora, dicen que aún lloran en las marchas, que la policía los sigue persiguiendo. Que con esa noticia el alma los abandonó.

Foto: Edgardo Gómez

La plaza es de les pibes

Tras recorrer 107 kilómetros desde la Ciudad de Buenos Aires, lo que sobresale en San Miguel del Monte es la laguna de 720 hectáreas. Hay una plaza central, una pista de skate, una vuelta obligada por la costanera. La calma. A primera vista, en Monte no pasa nada. Hasta que pasa.

“Teníamos 12 años y la pesadilla es que fue la policía, nos dimos cuenta de que estamos solos acá”, confiesa Andreína. En la plaza central hay un pequeño anfiteatro que ahora tiene pintado los nombres de las víctimas de lo que solo pudieron llamar «Masacre».

Foto: Edgardo Gómez

Una leyenda reza: la plaza es de les pibes. “Me ha pasado tener que ir a denunciar y que no te den bola o te traten mal, nada cambia”, sigue Andreína. “Danilo y Gonza habían sido compañeros nuestros, fue raro volver a la escuela después y no verlos. Ahora, con el juicio, es volver a vivir ese día”, acota Mía.

Con ellas está Adrián que acompaña la bronca pero prefiere el silencio. “Con los chicos era salir de la escuela e ir todos juntos a la terminal, al puente, verlo a Danilo en la patineta”, rememora Andreína.

Ahí donde murieron les pibes el pueblo levantó un mural. Hay cinco rostros y una cadena de objetos dibujados que los representan: un rímel, una cámara de fotos, una patineta, un acordeón, una radio y una música invisible que los sostiene más allá del espanto.

Foto: Edgardo Gómez

Requisas al voleo

Los jóvenes coinciden: al cabo de estos cuatro años no hubo cambios en la forma en que la policía local se relaciona con las juventudes. María Carmen Lamothe de la Casa de Derechos Humanos Madres del Pueblo de Monte, asegura: “la policía sigue hostigando, cachando a los jóvenes, poniéndolos contra el patrullero, revisándoles la mochila sin razón, por eso queremos traer el programa ‘Barrios sin violencia’ para que les pibes tengan un manualcito de cómo actuar si te detienen”.

Trinidad Loyola, también de la Casa de DD HH, cuenta que en 2021 presentaron una nota en la Municipalidad gobernada por JxC para saber quiénes eran las personas que habían ingresado a trabajar en la comisaría. Después de la Masacre, los oficiales involucrados fueron separados o trasladados del destacamento: “no hubo respuesta pero el fin de semana siguiente vino el GAD e hizo un operativo en el skatepark, fue una represión tremenda con armas”.

Ese día era domingo y Candela (18), amiga de la escuela de Gonzalo, paseaba en moto por la costanera. “Me hicieron bajar, me dijeron que si no presentaba mis datos y documentos iban a usar armas de fuego. Cuando vi esa imagen, esas armas, después de lo que había pasado (de la Masacre), no lo podía creer. A la mayoría de la gente la tenían en el piso, con la cabeza hacia abajo”.

El recuerdo vivo, al lado de la colectora de la autopista.
Foto: Edgardo Gómez

Tuti relata que hace cuatro meses, cuando volvía de trabajar, la policía lo detuvo en la puerta de su casa. “Me sacaron las cosas, me retuvieron mi documento, estaba tan cansado y tenía tanto sueño que no podía ni discutir. Solo quería que pasara para poder ir a dormir”, explica.

“Hace un par de años hubo un conflicto en la entrada de un bar, cayó un patrullero directo a reprimir, tengo fotos donde estoy toda moretoneada. Me tuvieron detenida en la comisaría, con las esposas puestas, durante cinco horas –añade Trinidad–. Es una práctica sistemática en el abuso de poder, después de la masacre empezaron a salir a la luz un montón de otras situaciones de violencia institucional, relatos de los pibes que dan cuenta de que no fue un hecho aislado”.

La comisaría local, eje de las denuncias de familiares y jóvenes.
Foto: Edgardo Gómez

Políticas que impidan la repetición de los hechos

Para Victoria Darraidou, coordinadora del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), que también es querellante en la causa, “tiene que haber un reconocimiento del jurado popular de la violencia institucional y luego hay que generar acciones en términos de políticas públicas que impidan la repetición de estos hechos, el juicio es importante por el caso particular pero también para que la sociedad entienda que hubo una intervención desproporcionada, abusiva por parte de los policías y que los poderes ejecutivos, en este caso el de provincia de Buenos Aires, tomen las acciones para prevenir, mejoren las capacitaciones de las fuerzas”.

Salvo ocho o nueve efectivos que estaban en funciones pero no trabajaron el 20 de mayo de 2019, todos los demás fueron trasladados o removidos. Fuentes policiales consultadas mencionaron que la cantidad de unidades y efectivos «son insuficientes» en una ciudad de poco más de 24 mil personas, pero con un alto número de operativos policiales de pesquisas y averiguación de identidades y antecedentes. Horas antes de la visita de Tiempo lo había sufrido el chofer de otro medio (Página 12), que fue revisado por la policía durante el mediodía anterior.

Si bien los hechos que más atiende la policía de Monte se relacionan con robos de casas deshabitadas, la prevención involucra recorridas e identificación de personas, y una revisión de sus pertenencias. Algo que no bajó en estos 4 años. Según sostiene la policía local a este diario, no lo consideran una requisa. Admiten que el único criterio que utilizan es la sospecha.

Mónica, abuela de Camila.
Foto: Edgardo Gómez
«Fue a dar una vuelta con amigos y la masacraron»

“El 20 de mayo van a ser cuatro años pero es como el primer día. Como cuando nos mintieron en la cara y nos dijeron que era un accidente, se lo dijeron a mi nieta de 17 años entonces y a los dos días era una Masacre –cuenta Mónica, abuela de Camila López–. El pueblo ha respondido bien, los chicos hicieron una fogata el lunes pasado en la plaza, siguen apoyando la causa, estamos pidiendo lo mismo a la Justicia: que paguen”.

“Estuve en el juicio con mi nuera, es horrible estar ahí. Este es un pueblo chico, nos conocemos todos, cuando habla alguien te da la necesidad de llorar, se te revuelven las tripas”. Moni tiene 17 nietas y nietos, dice que trata de estar bien por ellos y por su hijo, el papá de Camila. Le cuesta sonreír como antes, imposible en contextos como el actual. Ni para ella ni para la ciudad la vida es la misma desde hace cuatro años.

“A veces la gente es prejuiciosa, dicen cómo va a estar a las 12 a la noche una chica de 13 años en la calle, ella fue a dar una vuelta con sus amigos y nos la masacraron dos veces. Una vez porque la llevamos al cementerio y a los 3 días la tuvimos que sacar. En la autopsia le encontraron una bala. Era su primera vez de andar en auto con amiguitos, se había cambiado de escuela hacía poco”. Cuenta que los lugares de salida de la juventud es la misma en Monte: la plaza central y el skatepark en la laguna. Detrás suyo está el mural de la colectora, que tiene dibujada una cámara en homenaje a Camila: su sueño era ser fotógrafa.

Foto: Eva Cabrera / Télam
«Hasta hoy no sabemos por qué los empezaron a perseguir»

Ya pasaron cinco de las ocho audiencias previstas en el juicio oral por la Masacre de Monte. El debate comenzó el lunes pasado en el Tribunal en lo Criminal N° 4 de La Plata, a cargo de la jueza Carolina Crispiani y se compone de un jurado popular, conformado por personas de la capital bonaerense, alejadas de cualquier relación con el hecho y los protagonistas.

Los imputados son cuatro policías bonaerenses: Rubén García, Leonardo Ecilape, Manuel Monreal y Mariano Ibáñez. Están acusados de ser coautores del homicidio de Danilo Sansone (13), Camila López (13), Gonzalo Domínguez (14) y Aníbal Suárez (22) y, en grado de tentativa, contra Rocío Quagliarello (hoy 17), única sobreviviente.

Mientras la Fiscalía y las querellas plantearon la indudable responsabilidad de los imputados, la defensa encabezada por Guillermo Baqué señaló como culpable a una de las víctimas: Aníbal Suárez, quien conducía el auto.

Según el abogado, Aníbal manejaba en estado de ebriedad, había huido de la policía tras conducir en zigzag y había emborrachado a los otros adolescentes. Sin embargo, los testigos Emanuel Suárez y Hugo Suárez contaron que la policía ya había detenido a Aníbal semanas antes y le habían exigido una coima. Asimismo, tanto vecinos como el chofer del camión acoplado contra el que chocó el auto, Héctor Mensi, dieron cuenta de al menos seis disparos policiales, dos de los cuales se produjeron cuando el vehículo ya había chocado.

«Después del fuerte estruendo del choque, veo bajarse al conductor de un móvil policial en posición de tiro con un arma de fuego en la mano. Pierdo de vista al conductor y escucho una detonación de un arma de fuego», relató Ignacio Cattaneo, vecino que se encontraba a 50 metros del lugar del hecho.

Del informe de la autopsia de Gonzalo, surgió que el adolescente tenía alojada una bala en uno de sus muslos, ocurrida durante la persecución.

Hasta hoy ninguna de las autoridades bonaerenses que gobernaban en ese momento (María Eugenia Vidal, Cristian Ritondo o Eduardo Casal) hicieron mención al caso o al inicio del juicio de uno de los hechos más paradigmáticos de violencia institucional de los últimos años.

Quienes hablaron entre audiencias fueron los padres y madres de las víctimas. Loana Sanguinetti, madre de Rocío, aseguró: “desde esa noche es una tristeza que no nos vamos a sacar nunca”. Yanina Zarzoso, madre de Camila, expresó que “la prisión perpetua sería lo más reparador” para la memoria de su hija. Juan Carlos Sansone, padre de Danilo, manifestó que aún espera que los imputados digan “por qué hicieron lo que hicieron” ya que “hasta el día de hoy no sabemos por qué los empezaron a perseguir”. Susana Ríos, madre de Gonzalo, acotó que se trató de un crimen “con alevosía porque dispararon al auto. Un impacto de bala quedó alojado en el cuerpo de mi hijo”. Y Blanca Suárez, mamá de Aníbal, completó: “con mucho esfuerzo llegué hasta acá (desde Misiones). Este día es el que esperábamos. Que llegue la justicia que Aníbal se merece. Que sea perpetua para los cuatro”.

Foto: Edgardo Gómez