Hasta el último día de su vida Rosa Grilo recordó ese avión que sobrevoló las casas de su gente durante esos días de julio de 1924 que se volvió una sombra negra, no solo para su vida sino para todo un pueblo masacrado. Las décadas posteriores lo único que hicieron fue silenciarlo. Un olvido intencional en la historiografía oficial argentina. Rosa acaba de fallecer, en la misma región en la cual nació, creció y fue testigo de la matanza de familiares, amigos, hermanos. Pero ella nunca olvidó: los aviones y los caramelos que arrojaban como señuelo.

“Yo era niña, pero no tan chica, por eso recuerdo. Es muy triste para mí porque mataron a mi papá y casi no me quiero acordar, me hace doler el corazón. Un avión de arriba tiraba bolsas y caían al piso y ahí los mataban. No sé por qué mataron a muchos niños y grandes, fue mucho el sufrimiento”.

Rosa Grilo dijo estas palabras hace un puñado de años. Habló en lengua qom y en español sobre la Masacre de Napalpí, que en 1924 le quitó a parte de su familia. Su relato memorioso fue el aporte decisivo a la investigación llevada a cabo por la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía Federal de Resistencia. En un hecho inédito, esos crímenes de lesa humanidad cometidos contra comunidades qom y moqoit del Chaco protagonizaron el juicio por la verdad que arrancó en abril de 2022. Rosa Grilo llegó al proceso con 114 años.

Su declaración fue filmada. Si el peso de más de un siglo de vida le impidió presentarse en la sala de audiencias, su palabra fue proyectada. Igual que la de otros sobrevivientes de la masacre que contaron lo que vivieron y ya no están. Como Pedro Balquinta o Melitona Enrique

En esa jornada de hace casi cien años Rosa y otros nenes y nenas salieron a buscar los caramelos que arrojaba el avión. Pero como respuesta hubo balas, estruendos, ataques. La gente –su gente– empezó a caer. Su mamá y otros tíos se la llevaron al monte, donde se refugiaron durante varios días, sin alimentos. Luego pudieron escaparse hacia Machagai.

Tras el fallecimiento de Rosa, el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, decretó tres días de duelo provincial y asueto administrativo para empleadas y empleados públicos pertenecientes a comunidades originarias.

Historia de una matanza

La matanza comenzó el 19 de julio de 1924, cuando policías, gendarmes, militares y colonos enviados por el gobernador interventor de Chaco, Fernando Centeno (bajo la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear), abrieron fuego contra una protesta de las comunidades que reclamaban mejores condiciones laborales en la reducción. Unas 400 personas fueron asesinadas y enterradas en fosas comunes. De todas las edades.

Quienes lograron escapar sufrieron persecuciones durante meses. A muchos los mataron en esas cacerías. Hasta se utilizó un avión para perpetrar la masacre: eso que aparecía en relatos orales quedó demostrado en los documentos históricos.

A David García los primeros relatos sobre lo que pasó en julio de 1924 en la reducción de Colonia Aborigen le llegaron por su tío abuelo: “Siempre se sentaba y contaba cómo se escaparon. Se salvaron por estar en el monte. Sus papás murieron. No murieron en las fosas sino a unos kilómetros, cuando fueron alcanzados por los que salieron a cazar a los que habían huido”.

García pertenece a la comunidad qom. Por su rol como traductor entre esa lengua y el español conoció al historiador Juan Chico, también de origen qom, quien se había enterado de la masacre gracias a los relatos de su abuela, Saturnina. Con esos fragmentos de historias Juan comenzó a buscar testimonios y otras evidencias, piezas de un rompecabezas que luego daría lugar a un libro, Las voces de Napalpí. En ese andar, el silencio histórico se empezó a romper.

“Su texto fue un disparador importante dentro del sistema educativo. Lo publicó el Instituto de Cultura de la Provincia en 2008. Llega a las escuelas y se empieza a hablar en qom, a trabajar el tema de Napalpí, la visibilización de la masacre. Ese año habló Melitona Enrique, incorporamos testimonios de ella. Antes no circulaba la información, a partir de ese texto se animaron los docentes de la zona. La escuela fue un motor principal –define García- Ahí empieza la pregunta que llega a las casas: ‘¿papá, mamá, era cierto?’ Así empezaron a hablar. Hoy la misma comunidad lo difunde, lo trabaja, lo empieza a destapar”.

Juan Chico falleció en 2021 por coronavirus. Tenía 45 años. Dedicó su vida a la memoria de su pueblo. No sólo corrió el velo sobre la Masacre de Napalpí. También visibilizó la presencia qom en la Guerra de Malvinas. Desde su lugar como director de Tierras del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), insistió ante la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación acerca de la importancia de juzgar lo que había pasado en su tierra natal en 1924. El área que conduce Horacio Pietragalla se sumó a ese desafío.

El historiador Alejandro Jasinski, investigador de la Secretaría, trabajó en la elaboración de un extenso informe que reunió material probatorio sobre la masacre: “Hay que leerla dentro de la larga ocupación del Chaco que comienza en 1860 y produce episodios cada vez más sistemáticos. Lo de 1924 tiene que ver con eso. Y con el problema de la tierra como derecho humano. Es un eslabón más de toda una cadena represiva que se da en esa coyuntura. La Patagonia, la Forestal, Buenos Aires. Pone en discusión masacres de ese tipo en contextos no dictatoriales, eso abre una lupa distinta”.

Su informe refleja además cómo funcionó el aparato de «la república negadora», que también fue parte de la masacre: «el expediente judicial, el rol del Congreso al prohibir una investigación parlamentaria. En un lapso de tres meses primero se intenta ocultar y el aparato policial entra a actuar, hay un mecanismo de tergiversación de los hechos y termina con una sentencia exculpatoria. No se toman testimonios, se minimizan los hechos, se adulteran documentos. Sobre eso se impone el terror de las comunidades al hombre blanco de armas, se apela al olvido, a la negación, para sobrevivir”.

La reparación histórica

Un mes después del inicio del Juicio por la Verdad, en mayo del año pasado, la Justicia reconoció el hecho como una masacre y crimen de lesa humanidad. En Resistencia, la jueza federal Zunilda Niremperger dictaminó que existió responsabilidad del Estado nacional en los delitos de homicidio agravado y reducción a la servidumbre en 1924. Y pidió al Congreso que instaure un día nacional de conmemoración.

«El Estado ha negado por muchos años esta masacre a pesar de haber pruebas, testimonios y documentos. Juzgarlo como delitos de lesa humanidad es devolverles veracidad a las comunidades y revalidar esa historia oral contada por tantos años”, explicó en su momento Ana Noriega, de la Fundación Napalpí, en diálogo con Tiempo.

Pedro Balquinta, otro testigo de la masacre.
Foto: Gentileza Fiscales

Apenas tres meses después de la histórica sentencia en el juicio por la verdad de la Masacre de Napalpí, comenzó a funcionar una Unidad Ejecutora que llevará adelante las medidas reparatorias que dictó ese fallo en beneficio de las comunidades moqoit y qom de Chaco.

En los dos años que se prevé que dure el plan, la Unidad deberá, en diálogo con las comunidades, coordinar con el Ministerio de Educación la incorporación de los hechos de la Masacre en la currícula nacional; con el Ministerio de Cultura la construcción de un museo y sitio de memoria en el edificio donde funcionó la administración de la Reducción; con el Ministerio de Seguridad la capacitación de las fuerzas federales y provinciales sobre respeto a los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, y con el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) la reanudación de los trabajos de la búsqueda de víctimas.