Bohemios, irónicos, audaces, rapaces, insobornables, sencillos de corromper. Periodistas.

Periodistas: esforzados, exigidos, excitados, emotivos, algo idos, y venidos, rollizos, con rizos, también esquizos.

Oficialistas y populistas, contreras y amarillos. Perseguidos, castigados, asesinados, desaparecidos los periodistas.

Amigueros, soñadores, frívolos, geniales, burros, ansiosos, neuróticos: periodistas.

Panzones, escépticos, adolescentes, competitivos, fundamentalmente precarizados tantos periodistas. Y también tiernos, quilomberos, solidarios.

–¿Qué querés ser cuando seas grande, Ulanovsky?

–Periodista. Pero no trabajador de los medios y, mucho menos, comunicador social.

¿De qué se trata este asunto? ¿Profesión, vocación, ganapán, oficio, empecinamiento, obsesión, apostolado, picadora de carne?

Aprendices eternos de tantas disciplinas. Especialistas de todo en particular y en nada en general; buscadores de alguna clase de verdad; comprometidos paladines de proyectos imposibles; amigos de Dios y del Diablo; locos de contentos y amargos incontrolables; abanderados de mil causas perdidas; escritores (y reescritores) de la primera versión de la historia.

Locos periodistas. Locos por las primicias. Locos por el trabajo. Locos por la falta de trabajo. Locos por la fama, locos por la cama: tan locos estos periodistas.

Periodistas. Hijos del cuarto poder, que justifican los medios hasta el fin, que son capaces de no confundir libertad con libertinaje, que pueden reconocer las diferencias entre libertad de prensa y libertad de empresa, que aprendieron a no mimetizarse con el medio en el que trabajan o que adoran andar con la camiseta del patrón puesta.

Hay de unos y de otros periodistas.

Así somos: supimos revelar a las mayorías de los lugares y escenarios en los que nunca estuvimos y a reírnos cuando un filósofo sin título y con cargo dijo: “No dejes que la verdad te arruine una buena nota”. Nadie nos previno que, más adelante, deberíamos lidiar con pescado podrido, con chivos por debajo de la mesa, con operetas de prensa y noticias falsas que desfiguran la realidad.

Allá lejos y hace tiempo no contábamos con Internet. Sabíamos que no había nada más viejo que el diario de ayer, aunque faltaba mucho para que tuviéramos que admitir que no hay nada más viejo que el clic de hace una hora.

Fuentes que no desearon ser identificadas dejaron algunas frases e historias para la posteridad pero que hoy nos siguen explicando.

A saber:

• A propósito del remanido asunto de si la objetividad periodística existe o no, hay una vieja anécdota que, cuentan, sucedió en la redacción del diario Crítica de Natalio Botana. Una tarde, el jefe de Redacción le encomendó a un redactor: «Fulano, mañana es Navidad. Por favor, escriba 50 líneas sobre el nacimiento de Jesús». El periodista tomó nota y tras aceptar el encargo dijo: «Muy bien, señor. ¿Cómo lo quiere? ¿A favor o en contra?».

• Serás lo que debas ser y, si no, serás periodista.

• Ser periodista es la manera más divertida de ser pobre.

• El periodismo es lindo porque se conoce gente.

• Soy periodista: peor es trabajar.

• Periodismo es lo que se escribe en el blanco que dejan los avisos publicitarios.

• Los periodistas sabemos mucho más de lo que publicamos.

• Cuando no sepas algo, en lugar de chantear, lo mejor es decir “No sé”. Y ponerse a averiguar.

• Las excusas no se publican.

• El periodismo es el trabajo menos rutinario del universo porque, si tenés un poco de suerte, cada jornada te instala en costas diferentes de la realidad. Pero si te retobás, te mandan a Siberia.

Hay muchos más anónimos de redacción como estos. Pero, por hoy, son suficientes.

Formidable cronista de su tiempo, si los hubo, Roberto Arlt legó a la posteridad un aguafuerte titulado “¡Con esta van 365!”, aludiendo a la cantidad de colaboraciones que había escrito en el año lo que, en parte, denotaba su condición de explotado.

Allí dijo: “Un año. 365 notas. O sea: 156 metros de columna, lo cual equivale a 255.500 palabras. Es decir que, si estos 156 metros fueran de casimir, yo podría tener trajes para toda la vida, y si esas 255.500 palabras fueran 255.500 ladrillos, yo podría hacerme construir un palacio tan vasto y tan suntuoso como el de Alvear”.

Les aconsejo que no se pongan a hacer esa cuenta.

Compañeros, Periodistas de Tiempo Argentino, muy feliz día. Y que la mitad del año que falta nos encuentre sanos, salvos, vacunados.

Y juntos. «