A pesar de su apariencia, el pequeño krill –un crustáceo transparente de dos gramos que como mucho alcanza los seis centímetros– es clave para todo el ecosistema antártico. Directa o indirectamente de él dependen todos los depredadores del continente blanco. Por si fuera poco, hace años que su harina es utilizada para engordar a otros peces como salmones enjaulados o en suplementos dietéticos para humanos debido a su alto valor en Omega 3. Pero su vida en las aguas no transita en calma. A la voracidad pesquera se le suma el aumento de las temperaturas de los océanos. Por estas razones, entre otras, Argentina y Chile se unieron para impulsar un Área Marítima Protegida (AMP) en la Península Antártica, cuyo proyecto fue presentado el mes pasado en la 41° reunión de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA).

Ante 26 países miembros, 10 adherentes y la Unión Europea, diplomáticos y científicos argentinos expusieron en Hobart, Australia, sobre la necesidad de crear esta AMP. «Hasta ahora hay dos áreas marinas protegidas, en las Islas Orcadas y en el Mar de Ross, que se aprobaron hace varios años; después surgieron otros tres proyectos en el Mar de Weddell, Antártida Oriental y al norte de la Península Antártica que es la que impulsamos junto a Chile y la que tiene mayor grado de avance», explicó a Télam el director de Política Exterior Antártica, Fausto López Crozet. Comentó que en Hobart hicieron «un repaso que incluyó 143 capas de datos científicos que conforman la documentación más completa para un proyecto de AMP. Casi todos los países apoyan la idea salvo dos que no es que no estén convencidos de esta propuesta en particular, sino que tienen dudas sobre el sistema de áreas protegidas en general».

Si bien el krill antártico es la especie más abundante del planeta, su sobrevivencia es sensible a los pequeños cambios en el clima, y la pesca industrial viene en aumento desde hace décadas. El diplomático argentino, Crozet, añadió que «la creación de una AMP no implica prohibir la pesca en general, sino tener algunos sectores cerrados, otros con restricciones y otros habilitados para la industria pesquera, para que se pueda monitorear el impacto ambiental de esa actividad económica y comparar los resultados». Por ejemplo, se sabe que el krill se reproduce por temporadas cada cinco o seis años. Conocer cómo vive y qué le afecta, es clave. Puede estar en todo el planeta, aunque el género Euphacia Superba en la Antártida es la especie que domina. «Es el llamado krill antártico, probablemente el organismo con más biomasa en la Antártica», señaló en una reciente entrevista con el portal trasandino Emol Lucas Krüger, doctor en biología especializado en ecología marina e investigador del Instituto Nacional Antártico Chileno.

Del fitoplancton al carbono

El 11 de agosto se celebró por primera vez el Día Internacional del Krill con la intención de concientizar acerca del rol protagónico de este organismo, del cual se estima que hoy conforman unas 400 millones de toneladas únicamente en la Antártida. No solo es el alimento predilecto de los lobos marinos, focas, ballenas y pingüinos; también regula el carbono que hay en la atmósfera ya que se alimenta de fitoplancton, que en verano cuando queda expuesto en la superficie absorbe las emisiones. Luego, el krill, al defecar, las deposita en el fondo del océano. Estudios calcularon que este crustáceo puede eliminar hasta 12.000 millones de toneladas de carbono.

«En términos oficiales no es una especie amenazada –aclara Krüger–. Hay una serie de criterios para clasificar una especie como amenazada o no. Dicho eso, en la Península Antártica, una de las zonas de mayor abundancia de krill, se ha registrado una reducción de la biomasa, en tanto hay una tendencia a que el centro de distribución se mueva hacia el sur». A su vez, remarcó que la península es una de las áreas que «está experimentando los cambios más rápidos en términos de temperatura». Desde 1995 «hay datos sonares que evidencian esa disminución, y aunque no sea una tendencia muy intensa, sí se ve una bajada de la biomasa».

La AMP, que ambos países trabajan desde hace más de cinco años en una alianza para la historia de Chile y Argentina, contempla dos zonas de protección en unos 670.000 kilómetros: en una de ellas, la pesca comercial del krill no está permitida, mientras que en la otra sí lo estaría pero estrictamente regulada. Los miembros de la CCRVMA acordaron debatir el proyecto en el próximo encuentro que se realizará durante el primer semestre de 2023. «

La merluza negra y la violación del Reino Unido

Además de su preocupación por el krill, Argentina planteó en la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) que se protejan los stocks de merluza negra en el Atlántico Sur, en donde el Reino Unido decidió de manera discrecional y unilateral, otorgar permisos de pesca en determinadas zonas en las que la propia CCRVMA no le reconoce derechos soberanos.

Como el organismo multilateral se maneja con consensos, Argentina busca el apoyo de sus pares. El secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería, Guillermo Carmona, puntualizó que «la pesca de merluza negra al sur de las Islas Georgias es un episodio que da cuenta de la situación crítica de la CCRVMA porque estamos ante una flagrante violación por parte del Reino Unido». Allí había países como Uruguay, Chile y Nueva Zelanda pescando pero dejaron de hacerlo. Incluso, Estados Unidos dejó de recibir importaciones de esa zona. Argentina pidió sanciones a Reino Unido pero no logró el consenso necesario. La postura británica tuvo el apoyo de Noruega y Ucrania.